Desde que se alzó una atalaya
al principio del camino
para mirar muy alto hacia abajo.
Desde que se dibuja el campo
con trincheras
donde cada grano de arena
lleva en su núcleo una palabra
de materia yerma.
Desde que el lobo en su naturaleza
nos muestra unos colmillos blancos,
afilados con esmero entre las piedras.
Desde que entregamos lo que sobra
en una bolsa de plástico rota
solo porque la nuestra está llena.
Desde que los ojos dejan de buscar
y los dedos de las manos
prefieren surcar el tiempo
sin ir más allá
de lo expuesto en el mercado.
Desde que los oídos se niegan a escuchar
el grito hambriento de los que sufren
la ausencia millonaria
de unas migajas de pan rancio.
Desde que la nariz se esconde en el tiempo
para esquivar el hedor de un recorte social
normalizado en el Congreso,
y el olfato ya no sirve
para detectar el olor a salitre
de unos Presupuestos pensados
para alimentar el infierno.
Desde que la oscuridad de pensamiento
vence a la claridad de las obras,
y un lingote de justicia se ahoga
en la profundidad del pozo
donde se arroja la vida de mujeres
que matan porque no son hombres.
Desde que todo esto ocurre y
mientras siga ocurriendo,
seremos cómplices de los Presupuestos.
Será como mirar para otro lado
mientras el fondo de nuestro vaso
lo veamos, como ellos quieren,
medio lleno.
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