Plástico

Por Jesús Ausín

Alberico es un niño espigado, delgado, de pelo abundante y considerablemente largo para el gusto de las gentes de su pueblo, una pequeña localidad situada en mitad de un arenal semidesértico. A sus doce años, se dedica, como el resto de sus escasos convecinos de su edad, a pisar charcos con sus botas Katiuskas, en las escasas ocasiones en las que la lluvia aparece, a cazar luciérnagas para meterlas en un bote de cristal que buscan en una pequeña era que hay en la ermita, cuando acuden al rosario allá por el mes de mayo o a buscar ranas con las que pasar un rato introduciéndolas una caña de centeno por el ano y soplando por ellas hasta que los pobres bichos consiguen parecer una pelota de tenis con patas y boca. Les divierte ver como la pobre rana intenta escapar sin que, dada su redondez, pueda siquiera moverse. También les gusta darlas de fumar. Lo hacen sin malicia, porque no son conscientes del medio en el que viven, ni tampoco del sufrimiento animal. Es una gran losa cultural la que padecen, inculcada a base de siglos de tradición oral.

Alberico, sin embargo, posee algo que ninguno de sus compañeros de pueblo tienen. Una tienda regentada por sus padres en la que venden desde azúcar al peso, hasta sardinas en salazón, pasando por vino, harina, legumbres, aceite, conservas, pipas de girasol, chicles y últimamente, hasta bollería industrial. Una bollería industrial, que nadie va a comprar porque los chavales del pueblo no están para dispendios de ese calibre. Pero al chaval de los ultramarinos, le entró la curiosidad por conocer cómo sabría aquel pastel envuelto en plástico con el dibujo pintado de una Pantera Rosa y que tenía un color tan extraño. Evidentemente, en un pueblo dónde solo hay dos televisores, la del alcalde y la del Tele Club, no saben que la Pantera Rosa es un personaje de dibujos animados sacado de una película del mismo nombre, que ha sido convertida en serie americana de dibujos animados. Porque allí, en el villorrio donde vive Alberico y sus amigos, La TV es un elemento cultural al que los sábados por la mañana acuden acompañados del maestro del pueblo a ver un programa sobre animales llamado Fauna. No es que a ellos les llame mucho la atención, porque están hartos de ver palomas, aguiluchos, buitres y zorros, pero Don Landelino, el maestro, les dice que verlo, es fundamental para que tomen conciencia de lo importante que es la naturaleza y así dejen de tratar a los bichos como formas cáusticas de entretenimiento.

Así que tras llevar varios días yéndosele los ojos hacia aquella cosa rara envuelta en celofán, Alberico, miró hacia el mostrador y, como no había nadie, decidió meterse uno de los pasteles en el bolsillo del pantalón. Cogió un trozo de cartón, le hizo varios pliegues y lo escondió al fondo poniendo el resto de los Pateras Rosa encima de forma que no pareciera que faltaba ninguno. Y decidió irse a comérselo en la oscuridad de la despensa donde, entre orzas de manteca, chorizos y morcillas ahumadas y secas, guardan el agua en un gran cántaro de barro que rellenan con calderos sacados del único pozo que hay en la plaza del pueblo. El primer bocado le supo raro. Aquello estaba demasiado dulce. El segundo bocado le supo mejor y al tercero ya quiso pegar un cuarto. No tuvo tiempo de dar un quinto porque su madre entró en la cocina. Temeroso de que lo pillaran, se zampó el resto en el cuarto intento y como no sabía que hacer con el envoltorio, temeroso de que le registraran al salir, no se le ocurrió mejor cosa que echar el plástico al cántaro del agua. Total, allí no había casi luz y solo abrían la tapa para rellenarla con el agua del pozo. Anduvo varios días pesaroso. Tenía miedo de que se enteraran y acabaran castigándole. Pero pasado el tiempo sin que nada ocurriera, y observando que faltaba otro pastel y que se habían llevado dos de la caja de los Tigretones, que era un brazo de gitano de chocolate, decidió probar también uno de ellos realizando la misma operación que días antes había hecho con el bollo rosa. Poco a poco, lo que había comenzado con temor, se convirtió en algo que pasó de esporádico a más frecuente para convertirse en diario y sin disimulo. Cogía los pasteles, se escondía en la despensa y metía los plásticos en la tinaja del agua. Así hasta que desaparecieron las tres cajas de Panteras Rosas y las cinco de Tigretones que el representante de “Fiesta” les había dejado a sus padres para la venta.

El agua de la tinaja, empezó a tener un color raro y un sabor extraño. Era como un dulzor agrio, producto del azúcar que se quedaba pegado al envoltorio y de las tintas que cubrían el celofán.

Sus padres se dieron cuenta, entre otras cosas por los dolores de barriga que desde hacía poco tiempo, padecía toda la familia. Abierta la tapa del cántaro grande, se dieron cuenta que una masa informe nadaba en el agua. Sacaron los plásticos y tuvieron que tirar la vasija por indicación del médico.

Alberico estuvo castigado una buena temporada.

 

*****

Plástico

Hace unos días, el pasado 3 de junio, nos llegaba una de tantas noticias sobre los estragos que el plástico está haciendo en nuestro entorno. Una ballena moría en Thailandia, entre vómitos y convulsiones, tras haber ingerido más de 80 bolsas de plástico.

La verdad es que tener conducta ecológica en España, no es nada fácil. Más bien diría que es una misión imposible. Si, ya se que hay personas que estoicamente han conseguido reducir casi a cero los residuos de plástico, pero un servidor que no es tan estoico pero al que sin embargo le preocupa seriamente el medio ambiente, apenas ha conseguido nada en la no generación de residuos plásticos.  El único objetivo acabado, casi sin esfuerzo, es el de no usar bolsas de plástico de un solo uso para llevar la compra.

La fruta, en bolsa de plástico. La carne, en papel plástico y en bolsa de plástico. El pescado, lo mismo.

El primer consejo que te dan para no generar residuos es la de comprar a granel. Yo no sé vosotros, queridos lectores, pero no conozco ninguna tienda en mi zona en la que vendan legumbres a granel. Incluso diría que la legislación española no lo permite. Pero es que con las fruterías, las pescaderías o las carnicerías, pasa lo mismo. Cada día, fruto de esta economía de hijoputismo liberal que padecemos, hay menos tiendas de barrio. Y las que quedan, se comportan de la misma forma que los grandes centros comerciales. La fruta, en bolsa de plástico. La carne, en papel plástico y en bolsa de plástico. El pescado, lo mismo. Si le dices al tendero que te ponga los tomates en una bolsa de tela, te dice que no está permitido. Y no vas a llevar el tupper para que te pongan los filetes o el pescado en ellos. Porque además, si lo haces, siguen usando el plástico para pesarlo.

Pero donde realmente es misión imposible, es en la compra en el hipermercado. Cualquier producto tiene que venir envuelto en plástico dos veces. Es increíble. Pero cada vez que voy al pueblo, y tengo que hacer compra, a los diez minutos después de haber llegado del súper, tengo el cubo del plástico casi lleno.

Dicen en mi pueblo que no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia. Este refrán es válido para el plástico. No es tanto cuestión de no consumir productos envasados en plástico sino que lo que debería pasar es que no se deberían generar esos envases. No hay residuo más ecológico que el que no se produce. Pero como casi todo lo que pasa en nuestras vidas, es consecuencia de un sistema que únicamente mira por la rentabilidad económica y no por el bienestar de las personas y por ende del medio ambiente.

Este es un problema al que los medios de comunicación no le están dando importancia, quizá porque muchos de ellos reciben patrocinios de Ecoembes, como La Ser, El País, El Mundo o Eldiario.es.

Cada año, según Greenpeace, llegan al mar 8 760 00 TONELADAS de plástico. Solo se recicla el 30 % de los plásticos que generamos en España. Una botella de plástico tarda más de 500 años en descomponerse (y una vez descompuesta, permanecerá entre nosotros en forma de nanocápsulas de plástico).

El reciclaje del plástico en España es un supernegocio para una empresa que dice no tener ánimo de lucro, Ecoembes, pero que en 2015 pagó a cada uno de sus diez directivos de la sociedad un salario de 13 416 euros al mes. Una empresa con más de 12 000 empresas adheridas a su sistema de “reciclaje” pero de la que solo 60 de ellas forman parte de su accionariado. Entre ellas, Coca-Cola, Pepsi-Co, Danone o Nestlé. Es decir, aquellas empresas que más plástico producen en su envasado, son las que también hacen negocio con el reciclado. Porque, amigo lector, el reciclado del contenedor amarillo, lo pagamos usted y yo a través de un cargo centesimal en la compra de esos productos, y además también del recibo de la basura. El contenedor amarillo lo recoge su ayuntamiento, (recogida pagada con nuestros impuestos) y lo lleva a una planta de reciclaje pública (también pagada con nuestros impuestos). Una vez seleccionado, Ecoembes compra el plástico reciclado al peso. Y si lo que compra al peso le vale, bien. Sino, antes se mandaba a China a llenar cientos de hectómetros cúbicos de vertederos, ahora, que China ya no compra basura, probablemente acabe en el vertedero de nuestra ciudad o quemado. No se puede llamar reciclaje a esto. Por ejemplo, en la Comunidad Valenciana, en 2017, solo se recicló el 25 % del plástico que llegó al contenedor amarillo. En Madrid el 47 %, pero en Asturias no llegó al 13 %. Como este emporio del reciclaje solo paga por los kilos que se lleva, el resto, además de contaminar, nos cuesta dinero, ya que, al menos una parte de lo que recoge retorna en forma de ingreso a los Ayuntamientos, lo que a su vez empodera a este emporio del mal llamado reciclaje.

Infografía de ElSaltoDiario.com

Evidentemente mejor algo que nada y hay que seguir depositando los plásticos en ese contenedor amarillo. Pero esa no es la solución al gran problema generado por los plásticos.

Un problema que está llenando el mar de Islas de plástico, al menos cinco: dos en el océano Atlántico (una al norte y otra al sur); dos en Pacífico (de hecho hay datos de que ya son dos en el Pacífico Norte y una en el sur) y una más en el Índico. Estas islas están formadas por millones de envases y bolsas de plástico a las que se suman otros 8 millones de toneladas cada año. Más de un millón de aves y de 100 mil mamíferos marinos y tortugas mueren al año por comer o quedar atrapados en plástico. Plásticos que acaban llegando a nuestro organismo en forma de micro plásticos cuando ingerimos pescado.

Este es un problema al que los medios de comunicación no le están dando la importancia que tiene. Quizá porque muchos de ellos reciben patrocinios de la empresa Ecoembes, como La Ser, El País, El Mundo o Eldiario.es. Sí, se hacen eco de noticias espeluznantes como la muerte de grandes ballenas o imágenes de plásticos en playas y mares, pero no señalan a los máximos responsables de todo esto: las empresas que utilizan envases y sobre envases plastificados y que a su vez generan un negocio con su recogida al que llaman reciclaje y ponen una etiqueta “verde” para camuflarlo como ecológico. Como siempre, como en la pobreza creada por este hijoputismo liberal, estos medios de manipulación e intoxicación informativa, inciden en que la la culpa recaiga sobre el ciudadano.

La solución no es cobrar por las bolsas en los supermercados. La mayor parte de la gente no le importa pagar un céntimo más por cada bolsa, porque eso le quita “la molestia” de tener que cargar con bolsas reutilizables. La solución inmediata es cargar con un impuesto medioambiental de gran impacto económico a las empresas que utilizan esos envases. La única forma de acabar con las bolsas de plástico como recipientes de fruta, carne o pescado es haciendo pagar cantidades importantes en impuestos a las empresas que las utilicen, como los hipermercados o las tiendas que se comportan de la misma forma. Ese impuesto sin embargo,  podría ser devuelto a las empresas que embotellan en plástico si facilitan la recogida selectiva de los mismos. Eso haría que todas las botellas fueran iguales y por tanto pudieran reciclarse. Esta es una solución de reciclado SDDR en el que el envase es retornado por el usuario y vuelve a utilizarse por la empresa envasadora que ya se usa, por ejemplo en Alemania, con gran éxito medioambiental.

Aquellas empresas que más plástico producen en su envasado, son las que también hacen negocio con el reciclado.

Estamos en una situación de lucha política por la dignidad y los derechos del ser humano perdidos en pos de la globalización, el hijoputismo liberal y el enriquecimiento ilícito y desmesurado de unos pocos a base de empobrecer a la mayoría. Y no nos damos cuenta que no hay futuro político ni de la humanidad si destruimos el lugar en el que tenemos que vivir.

Salud, república y más escuelas.

Para ampliar información:

Ecoembes, un negocio poco eco en elsaltodiario

Ecoembes no es lo que parece en productordesostenibilidad.es

El monopolio del sistema de reciclaje en España en Fundacionmelior.es

Plásticos en Greenpeace.org

Islas de Plástico en Milenio.com

1 Comment

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.