En 1940, después de la invasión de Francia, los alemanes hicieron muchos prisioneros y los encerraron en los campos de concentración. Entre ellos había una gran cantidad de españoles.
Por Jayro Sánchez | 28/03/2024
Pepe Sedano (Berja, 1954) es uno de los investigadores pioneros del fenómeno de la deportación española en los campos de concentración nazis. Ha escrito varias obras en relación con este tema, y acaba de publicar la última: Rotspanienkämpfer. Los combatientes de la España roja (Círculo Rojo, 2024). Hablamos con él sobre los presos españoles y el papel que jugó la dictadura franquista en su encarcelamiento.
Llevas décadas investigando las historias de los españoles que fueron internados en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Tu nuevo libro solo recopila una parte de la información que has conseguido reunir sobre el tema. ¿Te ha resultado difícil escoger entre tanto material?
La verdad es que no sé cómo lo hice. Cada capítulo es una reproducción de los artículos de opinión que he escrito en los dos últimos años para el diario Nueva Revolución. Cuando se acercaba la fecha en la que tenía que entregar el primero, pensé que debía iniciar el relato contando cómo y por qué 9.300 de nuestros compatriotas fueron encarcelados en estos lugares.
A partir de ahí, empecé a redactar textos que se suponía que eran «independientes» entre sí. Pero, una vez que los terminé, me di cuenta de que cada uno de ellos era como la pieza de un puzzle con el que había conseguido construir una imagen «universal» de lo que vivieron esas personas. Y de que aquella imagen tenía que ser plasmada en un libro.
Hablé de esa posibilidad con el equipo de la editorial Círculo Rojo y, al obtener su visto bueno, me encargué de iniciar el proyecto y de encontrar a algunos colaboradores para que me escribieran un prólogo, una introducción y un epílogo. A los tres les encantó, y yo también me siento muy satisfecho. De hecho, voy a editar una segunda edición porque los 7 ejemplares que me quedan ya los tengo adjudicados.
La materia que tratas tiene unas dimensiones casi inabarcables. ¿Has contado todo lo que te proponías?
He ido realizando la narración sobre la marcha y, aunque las experiencias de muchos prisioneros eran parecidas, existió un cierto grado de diversidad entre ellas. Por lo tanto, estoy convencido de que todavía me queda trabajo por hacer.
En la sinopsis de Rotspanienkämpfer, explicas que cada capítulo expone una historia distinta. ¿Por qué decidiste estructurarlos de este modo?
Como te decía, los textos originales incluidos en el libro fueron realizados para ser publicados en NR. Cuando me puse a escribirlos, pensé que el público del periódico podría sentirse más interesado en ellos si yo primaba la concreción y el detalle sobre otros aspectos con los que ya cuentan los libros de historia tradicionales.
Lo sorprendente es que, a pesar de ello, si lees todas las piezas de una vez, tienes una visión muy completa de la vida en los campos.
«El primer libro que escribí sobre el genocidio nazi se publicó en 2017 y tendría que haber salido a la luz 30 años antes»
Utilizas la misma estructura en, al menos, otra de tus obras. ¿Te sientes atraído por esa corriente que los expertos en el estudio del pasado denominan como la microhistoria?
Así es. También la usé, en la medida en que me fue posible, en Adra, 1938. La azucarera y un telegrama. Esto lo digo porque yo no he cursado ningún tipo de formación historiográfica oficial…
Me resulta divertido que piensen que soy un pionero en la investigación de este tema, porque el primer libro que escribí sobre él se publicó en 2017 y tendría que haber salido a la luz 30 años antes.
El hecho de que los campos de concentración nazis se convirtieran en las prisiones de un importante número de ciudadanos españoles pasó inadvertido para la mayor parte del mundo durante décadas. Hoy en día se ha vuelto más conocido, pero, aun así, sigue habiendo personas que lo ignoran…
En la década de 1980, cuando yo empecé a buscar información sobre las víctimas españolas del nazismo, la única referencia que encontré aquí era una obra de Montserrat Roig: Los catalanes en los campos nazis.
La situación no era muy distinta en el resto de Europa. Algunos de los supervivientes que todavía residían en Francia narraron sus experiencias a determinados periodistas o crearon sus propias publicaciones, aunque los sufrimientos de los grupos de presos que no eran judíos quedaron relegados de algún modo por el horror del Holocausto.
La Alemania contemporánea es la única excepción. Siempre ha atendido las reclamaciones de las víctimas y de sus familiares, y persigue y castiga con contundencia a los grupos e individuos de ideología neofascista.
Sin embargo, como explicaba hace un momento, a los dirigentes de nuestro país les ha costado más hacerlo porque Franco y sus subordinados, que se mantuvieron en el poder durante 40 años, estuvieron implicados en los crímenes genocidas de Hitler.
Hace casi 20 años que se produjo el escándalo relacionado con el expresidente de la Asociación Amical de Mauthausen, Enric Marco. ¿Tiene alguna relación con lo que estamos hablando?
Claro. Fue el historiador Benito Bermejo quien demostró la impostura de este señor, que afirmaba haber sido encerrado y torturado en el campo de concentración de Flossenburg. En realidad, nunca estuvo allí. Y lo peor es que trabajó de forma voluntaria en una fábrica de armamento alemana que enviaba suministros a las tropas de la Wehrmacht.
Aquel descubrimiento indujo a la gente a querer saber más. Recuerdo que aquellos días recibí un correo electrónico de una mujer que decía que ella y sus familiares llevaban sin conocer el paradero de su abuelo desde 1940, año en el que les envió una carta diciendo que se encontraba en un campo de refugiados francés.
Me ofrecí a cotejar el nombre y los apellidos de aquel hombre con mis archivos. Pude confirmar a sus parientes que había fallecido en Gusen, uno de los subcampos de Mauthausen. Fue una sorpresa muy desagradable para ellos, ya que pensaban que había rehecho su vida en Francia y que tendrían la oportunidad de reencontrarse.
«Berlín preguntó a Madrid qué debía hacer con los exiliados españoles que había capturado en Francia: si repatriarlos o llevarlos a los campos de concentración»
Hace unos minutos, declarabas que los dirigentes de la dictadura franquista fueron corresponsables de la campaña de exterminio nazi. ¿Eran conscientes de que sus aliados planeaban el asesinato de ciudadanos españoles?
En 1940, después de la invasión de Francia, los alemanes hicieron muchos prisioneros y los encerraron en los campos de concentración. Entre ellos había una gran cantidad de españoles que habían participado en la construcción de fortificaciones o que habían servido como soldados en el Ejército francés hasta que este fue abandonado por los británicos en las playas de Dunkerque.
A lo largo de ese año y el siguiente, Alemania enviaría 5 cartas al Gobierno de Madrid a través de la embajada española en Berlín. En ellas lo avisaban de que tenían en su poder a un determinado número de los exiliados republicanos que habían huido al norte tras su derrota en la Guerra Civil (1936-1939). También preguntaban si debían permitir su regreso a la península ibérica o si preferían que los encerraran en sus propios campos.
Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores y cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, no respondió a ninguno de estos requerimientos. Y, en realidad, llegó a escribir a mano sobre la última misiva: «Como no resulta posible averiguar quién solicitó esta gestión y puesto que no parece oportuno hacer nada a favor de los internados, archívese».
El campo que mantuvo a más prisioneros de nacionalidad española fue Mauthausen. ¿Nadie intercedió por ellos?
En 1941, algunos izquierdistas que tenían amigos influyentes dentro del régimen franquista pudieron apalabrar la liberación de cuatro presos, pero solo consiguieron salvar a dos de ellos porque los otros murieron antes de que las autoridades alemanas recibieran las cartas en las que el Gobierno español pedía su retorno.
Franco sabía lo que ocurría en estos lugares desde el primer momento. Cuando los franceses se rindieron ante Hitler, mandó a uno de los agentes de su policía política, Pedro Urraca Rendueles, al país vecino para que dirigiera una red de espías encargada de detener y traer de vuelta a España a los republicanos más importantes que habían conseguido huir de allí tras su derrota.
Además, negó su nacionalidad a los que abandonó en los campos. Los españoles que encerraron en Mauthausen no tenían cosido en su uniforme el triángulo rojo que indicaba la condición de preso político, sino el azul de los apátridas.
Cuando los Aliados liberaron a los pocos que habían sobrevivido, Francia se vio obligada a acogerlos por la presión de la comunidad internacional. Les dieron casa, trabajo y un salvoconducto para que pudieran desplazarse por toda la nación, pero no pudieron volver a España hasta que Franco murió.
«A los custodios de los presos no les importaban sus sufrimientos porque sabían que los podían sustituir con facilidad»
La mayoría de los españoles que entraron en Mauthausen no salieron nunca…
Las SS los hicieron morir de extenuación. La mayoría falleció a causa de los trabajos forzados que todos realizaban en la cantera de granito situada junto al subcampo de Gusen. De ella se extraía el mineral con el que se construían los grandes edificios de Berlín y Viena. Pero a los custodios de los presos no les importaban sus sufrimientos. Sabían que podían sustituir a los deportados con facilidad porque los trenes no paraban de llegar.
No solo eres conocido por tu actividad como investigador y escritor, sino por impartir charlas sobre el genocidio ejecutado por los nazis en centros de educación secundaria. ¿Cuán importante es concienciar a los más jóvenes sobre estos crímenes?
Debería ser una de nuestras prioridades. Ayer mismo estuve en mi antiguo instituto. Después de 58 años, volví para hablar con 3 cursos de segundo de Bachillerato. Entré a las 9:00 de la mañana y salí a las 14:00 de la tarde. Lo hice extenuado, aunque muy contento.
Hay una historia que me gustaría compartir con los lectores. Mi amigo José Manuel Portero escribió el prólogo de Rotspanienkämpfer. En él, decía: «Me atrevo a decir sin temor a la exageración que este libro tendría que formar parte de las lecturas que los estudiantes de la Educación Secundaria Obligatoria y de Bachillerato debieran tener en su programación anual». Y, entre paréntesis, puso: «Profe, si yo lo hubiera sabido».
José Manuel es profesor de Matemáticas en un instituto de Benalmádena. Un día, entró en el aula para dar su clase y se encontró una esvástica enorme pintada en la pizarra. Preguntó quién había sido, pero nadie le quiso responder, así que decidió que ese día tendría que dar clase de Historia.
Cuando les explicó el significado de ese símbolo a sus alumnos, el que lo había pintado se levantó y, antes de que se fueran, le dijo: «Profe, he sido yo el que ha pintado eso. Si lo hubiera sabido, no hubiera llegado a hacer lo que hice. ¿Puedo borrarlo?». Creo que la actitud de ese muchacho demuestra que es importante que nos esforcemos en educar a las nuevas generaciones en lo que significó el genocidio nazi.
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