Pedro Sánchez, el paso atrás de la izquierda

Por Luis Aneiros

La ilusión tarda en desaparecer lo mismo que tarda en mostrar su verdadera cara un gobernante. En el fondo de nuestras mentes, muchos españoles, quizás una importante mayoría, pusimos en Pedro Sánchez unas esperanzas basadas en la lógica de que, sacado del gobierno el Partido Popular, el único sentido del cambio de ejecutivo era protagonizar un giro muy necesario en todos los aspectos de lo que tuviera que ver con la vida política y social de España. Empleo, sanidad, educación, justicia, solidaridad, dependencia, jubilaciones… tantos y tantos temas que en los últimos siete años se había deteriorado gracias a la indecencia de políticos que tomaban sus decisiones con el único objetivo de beneficiar a quienes los había colocado en sus puestos vía cheque o sobre, y de quienes les garantizaban su futuro en puestos directivos para los que sólo tendrían que esperar el tiempo que marca la ley. Echar al PP de las instituciones era una necesidad sanitaria, era imprescindible para que todas las enfermedades inoculadas a nuestra población desaparecieran lo más rápidamente posible.

Ilustración de Javier F. Ferrero

Y no voy a ser yo quien diga que cinco meses son suficientes para deshacer lo que Mariano Rajoy y sus cómplices han hecho durante siete años, pero no deja de ser curioso que esos mismos cinco meses han sido más que de sobra para demostrar que todas esas ilusiones y esperanzas han sido puestas en las manos equivocadas. Pedro Sánchez no puede ponerse al frente de un cambio necesario sin un plan claro y sin fisuras. Frente a la inoperancia y el desprecio hacia la población del anterior gobierno no cabe la improvisación y la exigencia de fe ciega. No es posible la pretensión de nuestro presidente de que todas las fuerzas políticas de izquierdas o nacionalistas le den un cheque en blanco sin ningún tipo de compromiso real. Hablamos de política, nada es gratis, nada se da porque sí, y todos esperan algo a cambio del apoyo. Pedro Sánchez no pudo ignorar eso cuando recibía los Síes de los diputados que le llevaron a La Moncloa. La Ley Mordaza está intacta, la LOMCE sigue vigente, la lista de acogidos a la amnistía fiscal ya no se puede publicar y él no lo sabía en junio, la elección del CGPJ no se ha modificado y nos ha llevado a uno de los mayores ridículos que jamás ha pasado la política española, cada semana sabemos de un proyecto distinto para la cotización de los autónomos… y los acuerdos firmados con Podemos para los próximos presupuestos se contradicen cada vez que un ministro abre la boca, al tiempo que el propio Sánchez ofrece a PP y Ciudadanos la posibilidad de negociar otros. Sería bueno saber cuáles serían los puntos en común de los presupuestos pactados con Podemos y los que posteriormente se pactarán con PP y Cs.

Da la impresión de que a Sánchez le ha entrado vértigo. Uno se sube a la montaña rusa envalentonado por el “a que no te atreves” de la familia, pero, una vez subido al vagón, el miedo y las náuseas se imponen. Pedro Sánchez esperaba que echar a Rajoy del sillón del gobierno le daría una especie de patente de corso que le permitiría hacer todo lo que había prometido sin ningún tipo de resistencia ni de cuestionamiento. Franco sería exhumado en julio… Bueno, a finales de verano… Fijo, fijo antes de fin de año… A ver, posiblemente éste haya sido el último 20N con el dictador en el Valle de los Caídos…

Lo ocurrido con el CGPJ es ya la prueba inequívoca de que, con este PSOE, lo esencial no va a cambiar. Se pacta con el PP, inmerso en múltiples causas judiciales que dependerán del futuro del Tribunal Supremo, y se hace público el nombre del que será presidente del Consejo antes de que haya sido elegido por los todavía desconocidos vocales, que deberían de haberse elegido previamente. Y sólo la torpeza prepotente de un senador popular hace que todo ese acuerdo se vaya al traste, pero nuestro presidente del gobierno no duda en demostrar que sigue defendiendo un sistema de elección del gobierno de los jueces que no hace mucho denostaba públicamente y prometía cambiar. Del papel de Podemos en todo este guirigay hablaremos en otro momento, al tiempo que lo hagamos de la caradura demostrada por Pablo Casado, pero es indudable que Pedro Sánchez no ha demostrado ninguna intención de cambiar algo tan importante para la salud democrática de España como la elección del CGPJ.

No es el presidente necesario para pilotar la nave del cambio. Sánchez es un liberal que no se encuentra cómodo en partidos como el PP por cuestiones morales, pero que comparte con ellos y con personajes como Felipe González el gusto por el actual status de nuestro país. El sistema electoral, la monarquía, los privilegios de un poder financiero al que ha pertenecido en el pasado, el miedo a hacer de España un país pensado para el pueblo y no para los poderosos… Pedro Sánchez sabe quién puede mantenerle hoy en el poder, y no somos nosotros, los trabajadores o los pensionistas. El SMI no va a subir a 900 euros. Las pensiones no van a revalorizarse sólo con el IPC. Las leyes represoras del anterior gobierno no serán derogadas y nuestros hijos seguirán yendo a los colegios bajo sistemas de educación tan nefastos como los que hemos tenido hasta ahora. Son todo señuelos, meras zanahorias atadas a palos o a tallos de rosa, con una única finalidad: ganar las siguientes elecciones. Pedro Sánchez es otro político más de esta generación de aficionados necesarios para mantener el estado de cosas actual. Su defensa enconada de la Constitución del 78 y del espíritu de la transición encarnado en la monarquía, frente a sucesos como la locura independentista catalana, demuestran que este PSOE sigue sin encontrar su lugar en la izquierda. Por supuesto que cualquiera que se aleje del frente PP-Cs-VOX parece de izquierdas, pero sólo los actos definen a los partidos y a sus dirigentes. Cada paso atrás y cada rectificación de estos cinco meses son sólo la prueba de que se ha llegado al gobierno sin ánimo de cambio, sino de mantener las cosas como están. Y las cosas están mal para los españoles, principalmente porque los españoles tenemos malos gobernantes.

La familia de un dictador tiene la fuerza suficiente para frenar la voluntad de un gobierno democrático. Echar a una familia viva de su casa sigue siendo más sencillo que echar a un criminal muerto de su inmoral tumba. El coraje de un gobierno de izquierdas debería de borrar de nuestras calles el fascismo y su simbología, pero España sigue siendo el único país europeo con pasado fascista que mantiene el recuerdo de la dictadura con dinero público.

Pedro Sánchez es la oferta del PSOE para ganar votos de la derecha, porque los de la izquierda real los da por perdidos. Pero los españoles seguimos siendo democráticamente cojos y, cuando no nos guste Sánchez, votaremos a Casado porque sí, tan sólo porque no es Sánchez. La derecha disfruta con el momento porque sabe que, más temprano que tarde, les volveremos a dar la ocasión de destrozar su querida Patria más de lo que lo han hecho ya…

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