El asfixiante ambiente patriarcal -las mujeres apenas salen en el documental, “sal de la habitación, mujer, o te tiro por la ventana”, llega a decir Abu Osama”-, es tan árido y violento como el paisaje agreste del norte de Siria, donde se desarrolla todo el metraje del film.
Por Angelo Nero
El director kurdo Talal Derki, nacido en Damasco hace 44 años, y exiliado en Berlín, que había trabajado como cámara para la CNN y Thomson & Reuters, irrumpió en el género documental de forma notable, en 2014, con “Return to Homs”, dónde tomaba partido por aquellos que, animados por las primaveras árabes, salieron a las calles a protestar contra el gobierno de Bashar al-Ásasd, primero de forma pacífica, y que después, en esa espiral de la violencia en la que se alimentan la acción y la represión, generaría una complicada guerra civil de la que todavía no se ve el final del túnel, y que ha devastado el país.
Su primer largometraje fue muy bien acogido por la crítica, y recibió numerosos galardones, entre ellos el gran premio del festival de Sundance, lo que le animó a embarcarse en el ambicioso, y no exento de peligros, proyecto de “Of Fathers and Sons”, para el que se hizo pasar por un simpatizante yihadista, y así vencer las reticencias de un miliciano del Frente Al Nusra, Abu Osama, con el que convivió durante dos años y medio, junto a su familia, en la zona de Ibdil.
Abu Osama es un fanático militante de Al Nusra, la rama siria de Al-Qaeda, uno de los grupos más numerosos y violentos de los que participan en el conflicto sirio, que desde 2016 se pasó a denominar Jabhat Fateh al-Sham, está apoyado por Turquía, con el que colaboró en la ocupación del cantón kurdo de Afrín. El trabajo de Abu Osama es la guerra contra los infieles, representado en las fuerzas de Bashar al-Ásasd, en las FDS comandadas por los kurdos, en los rusos y en los norteamericanos, incluso en las facciones yihadistas rivales. Se rige por la Sharia e transmite su fe y su ideología a sus hijos, a los que ha dado los nombres de los responsables de los atentados del 11 de septiembre, y a los que educa para que sigan sus pasos, especialmente a los mayores, Osama y Ayman, de poco más de doce años, a los que no duda en enviar a una academia paramilitar, para convertirlos en devotos soldados de la Yihad. “Al Nusra no los enviará a la batalla hasta que sean mayores, si Dios quiere, pero cuando lo sean, los enviaré yo”, dice el jefe de la familia.
El asfixiante ambiente patriarcal -las mujeres apenas salen en el documental, “sal de la habitación, mujer, o te tiro por la ventana”, llega a decir Abu Osama”-, es tan árido y violento como el paisaje agreste del norte de Siria, donde se desarrolla todo el metraje del film, -estremecedoramente captado por el director de fotografía Kahtan Hassoun- y donde los niños crecen en un ambiente realmente hostil, donde germina casi sin necesidad de alimentarla, la violencia. A menudo los niños se pelean entre ellos, fabrican bombas caseras por pura diversión, o apedrean a las niñas que salen del colegio, solo parecen apaciguarse en presencia de su padre, en los momentos más tiernos del documental, en los que se muestra como un padre cariñoso y protector, pero tampoco duda en castigarles severamente, o en acabar enviando a los mayores formarse como muyahidines.
Talal Derki interpela continuamente a Abu Osama, al que sigue en su puesto de francotirador en un rudimentario búnker, o al campo donde desactiva minas, lo sigue incluso hasta el lugar donde su grupo mantiene prisioneros a varios soldados del ejército gubernamental, adolescentes aterrorizados por su incierto futuro -la mirada de uno de los soldados es uno de los momentos más estremecedores de la película-, pasea por el pueblo y participa en ceremonias como la de Eid al-Adha, con el sacrificio de un cordero, toda una metáfora de Abu Osama, como el profeta Abraham, estaría dispuesto a sacrificar a sus hijos por su dios.
Aunque el retrato que hace de los hijos del miliciano es el de unos niños con una inclinación natural hacia la violencia, no deja de mostrarnos a unos niños que, sobre todo, son niños, y celebran un baño en el estanque de su pueblo con la misma naturalidad con la que visten un uniforme de camuflaje y empuñan un Kalashnikov, o se aventuran en el interior de un tanque en ruínas, porque la guerra para ellos no deja de ser un juego. Uno de ellos, Osama, quiere convertirse en muyahidin, como su padre, mientras que su hermano Aymar preferiría volver al colegio.
“Of Fathers and Sons” es una película que te remueve las entrañas, mostrándote que un padre puede transmitirle mucha amor a sus hijos, pero también puede ser una correa de transmisión de odio y de violencia.
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