Nadia Krupskaya

Nadia Krupskaya fue una de las mujeres bolcheviques más destacadas de la Historia, además de ser fundamental para la creación del sistema educativo soviético.

Por Eduardo Montagut

Nadia Krupskaya escribió en 1899 la que puede ser considerada la primera obra rusa sobre feminismo socialista ruso. En realidad, se trata de un folleto o panfleto que publicó Iskra, bajo el pseudónimo de Sablina en el año 1900, cuando era una joven de 20 años. Estamos hablando de La mujer trabajadora.

Krupskaya fue una de las mujeres bolcheviques más destacadas de la Historia, además de ser fundamental para la creación del sistema educativo soviético y el desarrollo de las bibliotecas después del triunfo de la Revolución de octubre, sin olvidar que fue la esposa de Lenin.

Krupskaya pretendía demostrar, en su opúsculo, que las condiciones de las trabajadoras eran particularmente difíciles porque pertenecían a la clase trabajadora, por lo que solamente la victoria de la misma podía liberar a las mujeres.

En su folleto explicaba la realidad de las condiciones laborales de las mujeres trabajadoras, pero también en la familia, es decir, la tradicional dependencia en relación con el padre y luego con el marido, afirmando que dicha situación estaba cambiando por el crecimiento del trabajo asalariado femenino. Eso estaba planteando unas relaciones más igualitarias entre los sexos, pero en los casos en los que los salarios de las mujeres no cubrían su subsistencia se estaba produciendo un auge de la prostitución. Parecía que los propios empleadores estaban promocionando la misma como un suplemento del salario para evitar pagar salarios dignos.

Por fin, explicaba la cuestión de la mujer y la crianza de los niños, mostrando las condiciones terribles en las que los niños eran criados en aldeas y en los barrios obreros. En este ámbito defendía que los socialistas plantearían la educación social de los niños.

El trabajo de Krupskaya terminaba enumerando las demandas de legislación protectora del trabajo femenino, adoptadas en el Congreso de Zúrich de la Segunda Internacional, es decir, la jornada laboral de ocho horas y de cuarenta y cuatro semanales, con un descanso de al menos 42 horas seguidas, licencia por maternidad de ocho semanas antes y ocho semanas después del parto, igualdad salarial para mujeres y hombres que realizaran el mismo trabajo.

Las trabajadoras rusas tenían que movilizarse, ser conscientes políticamente y participar activamente en todas las luchas de su clase. Aludía, especialmente, a participar en la lucha por el sufragio, por los derechos políticos. Como buena socialista recordaba que la lucha política era la única forma que tenían los trabajadores para poder mejorar su situación. Ir al lado del hombre trabajador era necesario para la mujer trabajadora, si quería mejores condiciones de trabajo, libertades políticas y un futuro mejor.

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