Militancia y modos de vida en la historia de la LCR

Por Begoña Zabala / Viento Sur

Se cumplen cincuenta años desde el nacimiento de la Liga Comunista Revolucionaria, y treinta desde su desaparición. Así que no es un aniversario al uso ya que, nacida, supongo que para permanecer algún tiempo, se autodisolvió a los 20 años.

Para empezar es necesario decir, desde la que escribe, que no participé en aquel evento, y me incorporé más tarde, pero fue a la Liga Comunista. En el año 1977 se inició el proceso de unificación entre la LC y la LCR dando lugar a la LCR, LKI en Euskadi. Desde aquí puedo contar.

Además debo señalar que no he pertenecido a órganos de la dirección de LC, LCR o LKI de forma significativa y que mi militancia se desarrolló mayormente en una célula y en tareas organizativas de formación, en general, y en el feminismo muy especialmente. La pertenencia a la Comisión de Trabajo Mujer (CTM), que ha sido de lo más fructífero y enriquecedor para mí, era sobre todo para realizar trabajos, debates, planificaciones, pero no era un órgano de la dirección central, como tal. O yo, por lo menos, así lo entiendo.

Así que es ésta una aportación parcial, y muy circunscrita, en el tiempo y en el espacio, e incluso en la temática, que la quiero encuadrar en el modelo organizativo.

Siempre hay algún previo

Ya en el año 2014, se publicó por parte de viento sur y La Oveja Roja el libro titulado Historia de la Liga Comunista Revolucionaria (1970-1991)coordinado por Martí Caussa y Ricard Martínez i Muntada, imprescindible y único para acercarse a la historia de la Liga. Contiene además un buen número de referencias, que se pueden consultar en la página de la LCR, que contiene documentación interna y publicaciones que dan base a los relatos. Fundamentalmente me remito al capítulo 10 y documentos que se citan de referencia, titulado “Una organización revolucionaria y democrática, escrito por Chato Galante.

En segundo lugar me gustaría decir que me acerco a este tema, parcial y limitado de la organización destacando dos prevenciones importantes.

Lo que se cuenta y se dice no trata de adoctrinar sobre cómo se hicieron las cosas y cómo se deben, o no, hacer, para que nuevas militantes copien o expulsen de sus prácticas las conclusiones obtenidas. Se trata de contar y analizar esta historia reciente que se da en unas circunstancias muy concretas sin ánimo de dar lecciones de imitación o repetición, al estilo del jubiladete de obra que va señalando a los sufridos currelas cómo deben afrontar los diversos encofrados y cimentaciones. Estamos llamando genealogía feminista a estas historias en el feminismo y creo que puede servir el genérico.

En este sentido es una memoria personal, que rescata elementos de experiencias propias, pero que aspira a basarse en el relato más general, recogido en los materiales y en el libro citado.

Mantengo en mi memoria, y lo corroboro leyendo especialmente el capítulo 10, que la Liga se dotó de una organización muy interesante y apropiada para las tareas que nos proponíamos, aunque a veces resultasen desmedidas. Desmedido era apostar por un proyecto revolucionario y lo apoyamos con fuerza. Pero lo que más me importa destacar es que esta organización nos permitía y potenciaba, la participación democrática y nos dejaba planificar y acomodar nuestra militancia a los principios más importantes de construcción de una sociedad más justa. Así que las contradicciones existentes entre militancia y vida personal, fueron objeto de estudio, debate, toma de decisiones y en muchas ocasiones estaban en el centro de las decisiones colectivas.

Sin embargo debo señalar que en este camino hay que hacer algunos esfuerzos importantes. No se puede juzgar aquella situación, ni el tipo de organización, ni las pautas de vida y comportamiento, con los parámetros actuales en los que nos debemos mover hoy en día. Las lecturas con efectos retroactivos son muy peligrosas y poco ciertas, amén de no ser efectivas. Incluso en los tiempos en los que nos fijamos, en las décadas sesenta a ochenta, hubo cambios significativos en la situación social y política y se vivieron momentos impactantes que afectaron enormemente a las conciencias y a las subjetividades. También en las estrategias políticas. Fue una época en la que para nosotras y nosotros el tiempo se movió muy de prisa, lo que llevó a recolocaciones individuales y colectivas en todos los ámbitos, pero esencialmente a lo que aquí nos ocupa: el partido y las organizaciones de masas y las vidas privadas, y también los proyectos personales.

Así que es necesario situarse de forma exhaustiva y con análisis muy minuciosos en aquella época y conocer de la misma el máximo de los elementos que atravesaban las vidas y las condiciones para vivirlas de esos millares de militantes que transitamos por ahí. Lo que ahora se ve como un sacrificio, como una heroicidad, como un darlo todo por el partido y la revolución (dicho con demasiado énfasis para simplificar) no se puede mirar, o no únicamente, con medidores actuales. Mucha, mucha gente, no tenía unas muy buenas condiciones de vida en sus lugares de origen, en sus familias, en sus pueblos, en sus centros de estudio o de trabajo. No estoy hablando de condiciones económicas y sociales únicamente. También de condiciones de felicidad, de alcanzar unos ideales, de sintonizar la vida con lo que se piensa que debe ser, de escapar a destinos no queridos, de no vivir sufrimientos que están en tu mano evitar.

En el caso de las mujeres, de las chicas jovenas, el futuro en la época de la que hablamos, pongamos desde los años 60, ese futuro, estaba escrito en letras de molde inscritas en los propios cuerpos: esposa, madre, trabajadora en casa y quizá también fuera, casada por la Iglesia Católica dentro de un matrimonio indisoluble, para tener toda la descendencia posible. Añadamos que podía pertenecer a las clases menos pudientes, a familias que habían perdido la guerra y que eran represaliadas por la dictadura franquista, inmigrantes provenientes de otras zonas más pobres, desterradas a otros lugares, expropiadas de su cultura y de su lengua materna, o desplazadas de sus tierras donde aprendieron sus antepasados a sobrevivir.

Así que en este contexto de buscar salidas, no extrañaba que muchos chicos buscasen la salida en los seminarios, yendo para curas, o en la propia mili. Las chicas en muchas ocasiones se refugiaban en tempranos matrimonios y maternidades, que no pocas veces deparaban mayor infelicidad. Más excitante y apetecible, sin duda, era arrejuntarse a los colectivos que luchaban por la liberación y la revolución.

El partido y la militancia y la lucha fueron una salida importante, y muchas veces propició una doble vida que hizo a la gente vivir más de acorde con sus ideales. Cuando esta doble vida chocó con las nuevas oportunidades personales y colectivas que ya empezaba a ofrecer el sistema, aunque fuese de forma un tanto adulterada, estalló esa importante contradicción de la vida personal y militante. Las feministas ya llevaban agitando desde los tiempos convulsos aquello de lo personal es político. Los marxistas revolucionarios revisaban los papeles escritos sobre el reformismo, reforma o revolución y democracias recortadas.

El tipo de organización que se construye

Para las importantes tareas que se tenían entre manos en un período de elevada confrontación social y crecientes luchas que enseguida enraizaban con la necesidad de derrocar a la Dictadura, el tipo de organización que se construyó fue un elemento crucial. A la dificultad de la clandestinidad y la represión permanente, había que añadir la urgente necesidad de un mínimo de eficacia en las tareas de captación, organización, formación, agitación y propaganda… y por supuesto acertar con el programa. El debate permanente y la necesaria adaptación de los programas a los tiempos que corrían muy deprisa, debían de ser garantizados en un sistema democrático. Estas son las palabras de Chato Galante, en la página 181:

Se hacía una opción organizativa leninista clásica, basada en el centralismo democrático, como combinación de la disciplina en la acción y la democracia interna. Un funcionamiento interno basado en la libertad de crítica y autocrítica, la elegibilidad y revocabilidad de todos los órganos de dirección, la periodicidad en la convocatoria de Congresos y el libre debate en el interior del partido. En este sentido se reconocía el derecho de tendencia, formulado como derecho a formar bloque para la defensa de distintos puntos de vista respetando la organización y los principios del partido.

Se puede decir que estas bases mínimas, sientan la organización y a partir de ahí se trata de gestionar la multitud de problemas que van surgiendo, especialmente con el derecho a tendencia, pilar que se consideraba esencial e intrínseco a una organización que respetase el derecho de las minorías. Los problemas son importantes y los tiempos cambian las formas de militancia y las aspiraciones de las personas que conforman la organización.

Muerto el dictador y entrada la fase que se denomina transición, el futuro se vislumbra diferente. El acercamiento a un modelo democrático, que todavía no tiene comillas, hace, por supuesto, alterar las aspiraciones y el diseño del futuro de muchas y muchos camaradas. Y de muchas organizaciones de masas, especialmente de las organizaciones sindicales. Aparecen los nuevos movimientos con fuerza e irrumpen en este escenario con nuevas formas de lucha, de organización y de programa. Muchas de las nuevas organizaciones ponen en solfa elementos importantes de la vida cotidiana y de las relaciones personales y profesionales. Hay un choque de moral y de ética.

Y este es el tema que me gustaría señalar, lo que se denominó la vida personal y la militancia y los debates que en torno a este tema se llevaron a cabo. Avisando desde luego que no tiene nada que ver con las revisiones que se están haciendo ahora mismo sobre la conciliación de la vida personal familiar y la militancia o sobre los parámetros de medir la conciliación en términos de reducción de jornadas, o de rebaja de impuestos, o de cotizaciones, o incluso incremento de sueldos al modo de los tradicionales puntos por cargas familiares que otorgaba el franquismo.

La organización funcionaba sobre la base de un acuerdo colectivo muy importante, en el que la vida particular y las decisiones personales pesaban mucho. Dónde vivías, en qué organismo de masas estabas, o sindicato, o movimiento, qué tareas de organización asumías, quién iba en listas electorales o representativas de cualquier organización, y qué imagen transmitía. Todas estas cuestiones interesan de forma colectiva, así que se discutían ampliamente. Cuando entran nuevos modelos de militancia, e incluso las crisis de militancia, algo de esto se quiere discutir en la Liga. Y este es el tema.

Tesis organizativas, militancia y modos de vida

En la página 193 del libro de la Liga, escribe el Chato:

El apartado «Militancia y modos de vida» respondió a un debate sobre crisis de militancia y nuevas formas de compromiso que afectaba a la izquierda revolucionaria, en el sentido de ir definiendo nuevas formas de moral y convivencia, de no separar la vida personal y la pública de la militancia. Fue importante reconocer el retraso en abordar esos problemas; en el debate la preocupación fundamental expresada fue «la lucha constante contra la reproducción en el partido de las relaciones de opresión de la mujer, las minorías marginadas, etc.»; y fueron las mujeres quienes lo protagonizaron.

Se refiere en esta reseña al documento que figura como 10-5. Comité Central de la LCR, “Tesis organizativas”. Congreso 3, 26 de marzo de 1978, pp. 1-24.

Se explica en parte y se señala la situación que se está produciendo con los nuevas formas de compromiso y la crisis de militancia, atravesado por la cuestión de la no reproducción en la propia organización de los modelos hegemónicos, especialmente en las relaciones de opresión de la mujer. En todo caso, los debates concretos fueron más allá de esto. En el propio texto se ve una preocupación importante por la contradicción que se vive por la adaptación a los modos de vida que no son congruentes con algo así como nuestra moral revolucionaria.

Destaco algunos párrafos del documento del Comité Central que me parecen reseñables:

En realidad, la contradicción fundamental que enfrenta a los militantes revolucionarios con el entorno social es hoy la misma que bajo la dictadura franquista: pretendemos transformar la vieja sociedad capitalista,… todo un sistema de valores (culturales, morales, filosóficos, falocráticos) que sustentan desde la superestructura la opresión y la alienación profunda de las masas trabajadoras y populares…

Bajo la dictadura esa contradicción era mucho más difícil de dominar que en las condiciones de la democracia actual. (…) En la actualidad, un partido revolucionario está en mejores condiciones para aspirar a dominar su contradicción con la sociedad capitalista. En el terreno programático es necesario y posible ya hoy dar respuestas en la dirección de un socialismo liberador a las aspiraciones al cambio  de la vida que laten en el seno de los trabajadores, de las mujeres, de los jóvenes, de los homosexuales, de todos los colectivos sociales oprimidos y marginados.

Y también los militantes, como individuos, podemos y debemos preocuparnos por analizar críticamente los engranajes de la sociedad burguesa, su influencia en el comportamiento y en el modo de vida de los explotados y oprimidos y en nuestros propios comportamientos y hábitos (en nuestro subdesarrollo cultural, afectivo y sexual, en los hábitos machistas, en las manifestaciones de insolidaridad y la superficialidad de las relaciones, en la separación entre vida privada y la vida pública).

La lucha por buscar un nuevo modo de vida, por ir definiendo nuevos criterios de moral y convivencia es una tarea colectiva que no puede ser abordada seriamente sin partir de un combate consciente contra la separación entre la vida privada y la vida pública del militante. Sólo asumiendo crítica y colectivamente los problemas de la vida cotidiana podemos aspirar a ser también vanguardia en este terreno que no preocupa exclusivamente a los revolucionarios sino, cada vez más ampliamente, a los destacamentos más activos de los trabajadores y las masas populares. (…)

Un partido obrero no puede ser un islote de socialismo (y menos aún de comunismo) en una sociedad capitalista, y pretender la ortodoxia de la moral comunista o del modo de vida que se desarrollará en la nueva sociedad.(…) Sin embargo, igual que no podemos esperar al socialismo para buscar unas nuevas relaciones afectivas y sociales más gratificantes, para desarrollar nuestra formación cultural, para combatir el machismo o la insolidaridad, etc. tampoco debemos esperar al socialismo para plantearnos la definición colectiva de esos criterios y llevar dentro y fuera de nuestras filas la batalla contra la influencia del sistema de valores de la clase dominante. (pp. 7 y 8)

        

Termina el texto con un apartado específico, titulado “Militancia y modo de vida”, donde después de situar la crisis en factores del período, que afecta a temas más generales de militancia, resume así el tema:

Respecto a los problemas del «modo de vida» el balance que podemos hacer de la aparición de esta problemática en el partido es que hemos tendido a enfrentarla entre dos criterios igualmente incorrectos y extrapolados: o bien su negación, más o menos explícita, en nombre de la abnegación y la entrega militante que exige la lucha por el socialismo, o bien su teorización como el problema «clave» de la situación de democracia y búsqueda, también más o menos explícita, de criterios absolutos para enfocar los problemas de la vida cotidiana.

He transcrito esta larga cita debido a que es de lo poco escrito que se encuentra en los documentos y se refiere a textos del Central y de debate de Congreso, lo que puede presuponer que fueron destinados a la discusión de la militancia. Tengo un recuerdo muy vivo de ese debate, tanto en la célula como en el grupo de mujeres. No fue un tema que se saldara con el Congreso, sino que de forma recurrente aparecía en las discusiones. O sea en la medida en que se trataba de ajustar la militancia y los proyectos personales. Siempre había por detrás, en el debate, elementos de ética o de moral revolucionaria, además de los intereses del propio partido y los de la militancia que estaban en contradicción.

Desde la dirección y en las propias células o en la fracción de mujeres se marcaban pautas, no de obligado cumplimiento sobre cuestiones de este pelo: tipo de curro a buscar (acordémonos del giro a la industria) o en qué sector trabajar; se animaba a militantes a ir a zonas determinadas para apoyar en algunas tareas al partido; se discutía ampliamente sobre la cotización a abonar, en relación al dinero que tenías; se planificaban las vacaciones, sobre todo para poder acudir a hacer turnos a las famosas barrakas o txoznas; se recomendaban trabajos en barrios, donde finalmente terminabas viviendo;…. Y obviamente todas estas discusiones/decisiones afectaban a la vida personal, a la vida política, y a lo que los elementos de compromiso colectivo daban de sí.

En todo este debate aparecía una realidad un tanto preocupante: muchas militantes, que ya aparecían en el partido en menor número que los milita. Varias de ellas optaron en un determinado momento por tener criaturas, lo que produjo un desequilibrio en las tareas de militancia, en relación a los trabajos asalariados y las tareas de crianza, y a veces, a más tareas domésticas. De esto no hay textos escritos, pero estuvo en los debates y en las difíciles realidades, para todas y para todos.

Debo resaltar que estos textos son del año 1978, y ya se habla de crisis militante. Recordemos que a finales de ese año se aprueba la Constitución; fue el año de los Sanfermines en los que asesinaron a Germán; todavía no había habido elecciones a ayuntamientos que serían en el año 1979, donde florecieron las candidaturas de izquierdas y populares; el divorcio no existía, hasta 1981; se legalizaban los anticonceptivos; y la despenalización del aborto en tres casos concretos no llegaría hasta el año 1985; el PSOE gana las elecciones en Madrid en 1982, y ponemos el punto de mira en el antimilitarismo, contra la OTAN,…. Así que aunque se hable de crisis de militancia había pil-pil en los movimientos, y nosotras rebañábamos estas luchas en donde podíamos.

En el año 1988 celebramos la II Conferencia de Mujeres de LCR-LKI. Recojo un trocito de un documento que me parece significativo, que aparece reseñado en el capítulo XI del libro de la Liga, dedicado a feminismo, escrito por Justa Montero, titulado “Conclusiones sobre el debate de familia”, escrito por la fracción de mujeres de la LKI-Bizkaia, del mismo años 1988:

Pensamos que se ha producido un fenómeno curioso en la forma de hacer política de nuestro partido. Al menos en la forma en cómo se siente la política que se hace. El abandono de viejos eslóganes como «destrucción de la familia» es sin duda algo más que el abandono de una frase (de la que no oímos hablar), más bien parece responder al abandono de una idea. Ello tendrá que ver, sin duda, con más cosas que ocurren a nuestro alrededor y a nosotras/os mismos: retroceso ideológico social, pérdida de expectativa política, situación a la defensiva de los movimientos… Y, seguramente también, poca renovación partidaria o por decirlo de otra manera, edad y pérdida de vitalidad política. No es literatura lo que estamos haciendo, estamos constatando un problema que es la dejación al movimiento feminista de temas que se entienden como únicos de las mujeres (en la práctica) y de que no forman parte ya de las señas de identidad de nuestro partido, o al menos están muy diluidas. Y este hecho tiene otra vertiente, a saber, la profundización de las dicotomías en el seno del partido. Es decir, la cara interna es una fracción de mujeres «elaborando» sobre temas que no son de la preocupación de los hombres, que no forman parte del código partidario, de las referencias de este colectivo mixto que formamos.(…)

La familia ha demostrado ser una buena base, la mejor, para el mantenimiento de la sociedad tal cual es y es el lugar básico por el cual esta sociedad se reproduce en uno de sus  pilares: el de la conformación de los humanos en función de su sexo. (…)

El avance histórico que supuso la posesión de tiempo libre para la realización personal ha sido ahogado por el mantenimiento de la familia para las mujeres y tiene los límites que el mundo productivo le impone (hace décadas que no se reduce la jornada de trabajo). (…)

Si entendemos la vida personal como una deducción del modo de producción; si entendemos que las relaciones humanas, las organizaciones sociales y específicamente la familia, están determinadas por la combinación opresión de la mujer/modo de producción capitalista, podemos hablar sin miedo de la vida personal, de ese espacio histórico donde se han conformado necesidades históricas nuevas. Podemos hablar de la ligazón que existe entre la esfera de la vida personal y la del mundo de la producción exterior: el trabajo reproductor de las mujeres.

El socialismo se debe plantear la superación de la dicotomía entre vida personal y vida de trabajo, superar la tradición de que las necesidades básicas se satisfacen individualmente familia a familia a través del sistema salarial… Es decir, el socialismo se debe plantear la superación entre la vida familiar y el mundo del trabajo productivo.

Si os ha interesado el tema podéis leer el libro, y de paso mirar con atención las notas de referencias. Puede resultar un viaje interesante a un pasado que emocionó y revolucionó a muchas de nosotras.

♦Transcripción adaptada de la intervención en el taller sobre la Historia de la LCR en la Universidad de Verano de Anticapitalistas (agosto 2021).

Begoña Zabala, activista feminista y de la redacción de viento sur

 

 

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