Margarita Xirgú, la actriz exiliada

 

Desarraigada de su tierra, nunca pensó que la muerte la encontraría fuera de ésta, el 25 de abril de 1969.

Por María Torres

El 7 de septiembre de 1988 una caja de reducidas dimensiones  llegaba al aeropuerto del Prat de Barcelona procedente de Montevideo. Intencionadamente, su contenido no había sido declarado ante las autoridades aduaneras y el hecho, a pesar de ser ilegal, pasó desapercibido, ya que la cajita de asas metálicas viajaba junto al Presidente de la Generalitat. Dentro de la caja se encontraban los restos de Margarita Xirgu, que regresaba a su tierra natal casi cincuenta años después de haber sido desterrada a perpetuidad por el Tribunal de Responsabilidades Políticas de la dictadura franquista.

La que sin duda fue la mejor actriz trágica del siglo XX salió de España desde el puerto de Santander con destino a La Habana el 31 de enero de 1936 a bordo del Orinoco para participar en una gira teatral en Latinoamérica. Jamás regresó, pasando a engrosar la interminable lista de los exiliados que dejó victoria de los sublevados.

Tras la derrota republicana, el Juzgado Civil Especial del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Barcelona inició la instrucción del expediente 1044 contra Margarita Xirgu Subirá. La acusación no tiene desperdicio: «Ser persona de izquierda, figurando afiliada en Izquierda Republicana. En octubre de 1934 Tuvo oculto en apoyo casa a Manuel Azaña, del que era íntima amiga, así como de Marcelino Domingo [Ministro de Instrucción Pública]. Le cogió el Movimiento Nacional en el Extranjero, no Habiendo regresado a apoyo patria, dedicándose a realizar propaganda roja en festivales, representaciones teatrales y gira. Protege a los Elementos marxistas en una finca que ha adquirido en Chile «. En julio de 1941 se dictó sentencia imponiendo a la actriz a perpetuidad la incautación de todos sus bienes, la inhabilitación para cualquier cargo y el destierro, además de multa de diez mil pesetas. Así castigaba la justicia franquista a los perdedores, sin importar si estaban en España o en el exilio, vivos o muertos. Había que ajustar cuentas.

El nombre de Margarita Xirgu se hizo desaparecer de cualquier sitio a excepción del papel de los tribunales franquistas. La sentencia llegó a conocimiento de la actriz a través de la prensa varios meses después. Interpuso recurso al Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Barcelona y el 25 de febrero de 1952, la Comisión Liquidadora de Responsabilidades Políticas de Madrid dictó una nueva sentencia que revocaba la anterior, reconociendo únicamente como sancionable el hecho de «haber permanecido en el Extranjero el 18 de julio de 1936, sin reintegrarse al territorio nacional en un Plazo máximo de dos meses comprendido en el apartadas del artículo 4º de la Ley de 9 de febrero de 1939  y que merece la calificación de leve, dado el sexo de la inculpada». La multa se redujo a dos mil pesetas y hubo de esperar doce años para que la devolvieran los bienes incautados.

En 1949 se hicieron intentos para su regreso a España, pero la memoria rencorosa de los vencedores y concretamente de César González Ruano no lo hicieron posible.

Margarita nunca estuvo afiliada a ERC, pero era republicana por convicción.  El 15 de abril de 1931 escribe a su hermano Miguel:  «Ya Tenemos República. ¿Sabrán los hombres defenderla?». La mujer que recibió de manos de Manuel Azaña la encomienda de la Orden de la República en 1932 quiso interrumpir su gira y regresar a España en febrero de 1937, pero el Consejo Central de Teatro, presidido por José Renau, aconsejó que continuara su campaña teatral: «Nos parece útil señalarle con qué placer la veríamos actuando entre nosotros: pero el Consejo entiende que su incorporación a las actividades teatrales de nuestro país, por importante que sea, no lo es tanto como la labor artística y política que puede desarrollar en Sudamérica. Sus éxitos tienen, por su valor artístico, además de su importancia intrínseca, la extraordinaria de ser usted a manera de representante de la España que lucha por su integridad». Ella acató la decisión, pero tuvo que lidiar con la irritación que causaba su presencia en los sectores más conservadores de América del Sur y contra la campaña que se desató en su contra. En cierta ocasión fue interrogada por la policía de Buenos Aires y a la pregunta de «si es partidaria del gobierno comunista de Valencia que preside el general Azaña», ella responde: «El señor Azaña no preside ningún gobierno. Es el jefe del Estado, el presidente de la República y no es general porque en mi país no es necesario ser general para presidir la República. En fin, para que estén ustedes tranquilos, les diré que Margarita Xirgu es muy poco, pero que lo poco que es, está siempre al servicio del mejor; ahora con el gobierno de la República, porque representa dignamente al pueblo. Y nada más».

Su compromiso con la República y con Cataluña, no sufrió ninguna fisura durante la Guerra y sus largos años de exilio. No dudó en firmar el manifiesto de adhesión al gobierno español en 1938, participó en todas las campañas de solidaridad a favor del pueblo español y en 1959, aceptó ostentar la representación del gobierno catalán en la República Oriental de Uruguay por disposición de Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat de Catalunya en el exilio.

Desarraigada de su tierra, nunca pensó que la muerte la encontraría fuera de ésta, el 25 de abril de 1969.

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