De los nuevos estadios de la sociedad capitalista

Por Puertos

Sartre dijo que el hombre está condenado a la libertad, sin embargo, posteriormente la filosofía daría un giro hacia la negación del sujeto, es decir, hacia la estructura controladora. El hecho de que esta estructura exista —Una guerra entre capital y trabajo, entre burguesía y proletariado— no puede negar la libertad inherente al hombre. En mayo del 68, en el contexto del momento, nos encontramos con una Unión Soviética delicada tanto económica como ideológicamente. Los “antisistema” de la época, lejos de generar unas ideas necesarias, decidieron dar un nuevo giro —alejándose del original— a los pensamientos marxistas. En este giro rechazaban la economía como génesis de la dominación — cosa que ni Nietzsche se atrevió a negar en La genealogía de la moral—. Tirando de argumentos economicistas — ahora que la no-economía están todas partes— podemos encontrar una explicación a este declive, a este devenir.

Antes de entrar en la explicación podemos ver, debemos ver, en las ideas una respuesta —para presentar lo material de las ideas se puede coger como ejemplo una frase de Stalin bastante conocida, la cual dice: “las ideas son más poderosas que las armas. Nosotros manejamos que nuestros enemigos tengan armas, ¿por qué dejaríamos que tuvieran ideas?” —. En la frase del líder soviético nos encontramos con dos nociones que nos interesan especialmente para el desarrollo de la tesis del texto:

1.       Como ya he dicho la idea como un hecho material, es decir, con sus implicaciones en la vida diaria y sus efectos en las condiciones de los sujetos. Si aquí se presentan poco desconectada del principio del texto, más adelante intentaré argumentar ese nexo el cual anula la posibilidad de sujeto pasivo —que por cierto el propio Foucault no llegaría cerrar nunca—.

2.     La otra noción importante que podemos sacar de ahí, es la noción de guerra. Antes he dicho que se podrían tirar de argumentos economicistas, para explicar ese devenir; la competencia en el mundo de las ideas puede ser un argumento de esos. La competencia como motor que mejora el marco en el que se encuentra.

Si al principio hablaba de un hombre libre, de cómo Sartre lo definió y como sus posteriores lo negaron. Hay que explicar a qué se debe esa negación — no he mencionado antes a Foucault de manera azarosa, el filósofo francés tiene una frase célebre la cual dice: “el hombre ha muerto”— ¿Por qué? Esta afirmación no se da sin más, aparece bajo una idea de una estructura controladora, es decir, de un sujeto que no puede ser libre. No me atrevería a afirmar que dicha estructura no exista, lo que sí que puedo afirmar es el papel activo del sujeto —el cual no digo que no pueda estar en estado de alienación—. Podemos transformar un poco la frase y decir: “el hombre se ha dormido”.

El problema no está en si existe o no dicha estructura — Marx, Engels y sus herederos nunca negarían— el problema está en las características de la misma. Cuando Foucault más tarde argumenta sus ideas a raíz del sexo reprimido, la sexualidad escondida, en realidad no está equivocado. Al hacer eso, él mismo señala una contradicción más de la clase dominante; la lucha constante dentro de la propia clase — lucha que abre todos los espacios posibles en busca de mantener la tasa rentabilidad, es decir, el sistema a salvo—. Si algo permite el desarrollo de la sociedad son las contradicciones internas, si algo permite la permanencia de la burguesía en su estamento es su competencia que perfecciona la dominación. Contradicciones que los sujetos alienados absorben y hacen suyas, permitiendo el avance perfeccionador del capitalismo —El capitalismo no entiende de estados—.

¿Qué es la estructura? Podemos entender que esa estructura —bioestructura— no es más que el medio a través del cual la clase que domina lleva sus contradicciones al proletariado —el ejemplo lingüístico reside en cómo se origina la diferencia entre lo “bueno” y lo “malo”, por volver a hacer una referencia a Nietzsche—. La confrontación entre los marxistas y los estructuralistas puede estar en que los primeros han entendido que la economía es el motor y el medio de la explotación; los segundos aceptan diferentes nociones y caminos que expliquen qué ocurre —especialmente el lenguaje tras el giro lingüístico— Cuando los bolcheviques, herederos de Marx, escriben sobre el ataque a las relaciones económicas para poder acabar con el Estado burgués, señalan que no existe la posibilidad de reforma —Simone Weil nunca entendería esto—.

Y no es que Marx o Engels no le dieran importancia al lenguaje —el segundo llegó a hablar y escribir en multitud de idiomas— es que para ellos el lenguaje era secundario. Una de las grandes diferencias entre ambas corrientes se puede ver no en las ideas sino en la biografía de estos dos pensadores. Ambos obligados a la circular por toda Europa, obligados a enfrentarse tanto estados como a rivales filosóficos y políticos — conocido son sus enfrentamientos con Bakunin, Proudhon…— esta biografía difícilmente puede ser real bajo la tesis de un sujeto pasivo, de un sujeto que nace y muere sin haber elegido nada.  Si consiguieron llevar a cabo su revolución — revolución que no reside en el hecho de que existan un estado socialista— fue a partir de la actividad de los sujetos, de la organización de los mismos; Foucault se quedaría sin palabras frente a la revolución iraní que le tocó observar. Un grave problema en el devenir de la filosofía marxista-estructuralista está en el intento de modificación, reinterpretación, del único libro que ha sido capaz de explicar el funcionamiento de la sociedad capitalistas desde su más profunda raíz —huelga decir que me refiero a El capital—. Tras esta reinterpretación se abre la idea de los nuevos estadios de la sociedad capitalista que, lejos de ayudar a su superación como, en teoría, pretenden los estructuralistas, impiden el desarrollo de la ideología socialista.

Si al principio hablaba de un hombre libre, de cómo Sartre lo definió y como sus posteriores lo negaron, ahora podemos transformar un poco la frase y decir: “el hombre se ha dormido”.»

Recientemente, en una de las conferencias a las que he ido, alguien del público dijo: “se ha realizado un experimento, donde a través de escáneres se consigue prever la respuesta del hombre ¿qué libertad tengo?” otro añadió: “en la nueva sociedad de los algoritmos, del big data, se va a poder prever, en base a comportamientos pasados, cualquier decisión que tomemos ¿dónde está la libertad?”. Sin embargo, ninguna de las dos intervenciones excluye la acción libre del hombre. La primera intervención nos ayuda a definir la libertad como un acto de posibilidad, que el hombre ejerce hasta el último momento: nuestra libertad no está en la acción sino en la posibilidad de actuar de otra manera en cualquier momento previo a la acción. Para la segunda intervención la respuesta es más simple; el hombre no es siempre racional —Foucault que hablaba de un sujeto pasivo, llegó a decir “el hombre es imprevisible”—.

La estructura, la cual ha ido perfeccionándose, lo único que puede hacer — y ya es mucho— es mantener el estado de alienación en la clase dominada, pero nunca puede impedir que dicha clase se rebele sobre ella. La libertad no puede ejercerse, aunque siempre es posible. La estructura influye sobre el sujeto —incluso en el lenguaje— ¿entonces, por qué no pueden ir juntos? Por esa condena con la que he empezado.

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