Es imprescindible entender la influencia de Ferdinand Lassalle, que se encargaría de formar el programa para el partido que se quería fundar.
Por Eduardo Montagut
La Asociación General de Trabajadores de Alemania (ADAV) es una organización fundamental en la historia del movimiento obrero. Estaríamos hablando del primer partido socialista con el objetivo de representar a la clase trabajadora como tal. Fue fundado en Leipzig en mayo de 1863, y en cuya creación tuvo un especial protagonismo Ferdinand Lassalle.
En el seno del movimiento obrero alemán comenzó a cuajar la idea de la necesidad de crear una organización obrera política independiente de los partidos considerados burgueses, especialmente del Nationalverein o Asociación Nacional Alemana de tendencia liberal-democrática. Algunos de los que abogaban por este objetivo habían pertenecido a la Liga de los Comunistas o a la Fraternidad Obrera Alemana de Stephan Born, tan activa en 1848 y 1849. El conocimiento que tuvieron de la experiencia sindical británica, la más avanzada de toda Europa, les influyó también en la idea de potenciar el concepto de organización. Así pues, las Sociedades Obreras alemanas, tan activas en 1848, y que renacieron una década después, llegaron al acuerdo de organizar un Congreso obrero en Berlín para 1863. En este contexto es imprescindible entender la influencia de Ferdinand Lassalle, que se encargaría de formar el programa para el partido que se quería fundar.
El intelectual de Breslau partió de la idea fundamental y que no era otra de la necesidad de contar con un partido obrero independiente totalmente de la burguesía, aunque ésta fuera liberal y democrática. Este sería un principio fundamental para el resto de Partidos Socialistas que se irían fundado posteriormente, incluido el PSOE. El objetivo sería conquistar el poder, para poner en marcha una especie de “dictadura de la inteligencia”, concepto que no es igual al de la dictadura del proletariado, porque la dictadura propuesta por Lassalle debía poner en marcha cooperativas de cooperación que, al tener éxito, harían desaparecer las fábricas y empresas privadas. Este sería el programa del nuevo Partido que, como hemos expresado al principio, nacería el 23 de mayo en Leipzig.
En el texto fundacional se decía que se partía de la convicción de que sólo por medio del sufragio universal podía conseguirse una representación suficiente de los intereses de los trabajadores alemanes, y la eliminación progresiva de las oposiciones de clase en la sociedad. La Asociación perseguía como objetivo que se implantase el sufragio universal por medios legales y pacíficos, es decir, no revolucionarios, trabajando para conseguir el convencimiento general a este principio.
La formación tenía una organización muy centralizada, al gusto de la forma autoritaria de ejercer el liderazgo de Lassalle, y que generó no pocas tensiones internas. Por clara influencia del líder el Partido no defendía ni apoyaba las huelgas por considerarlas un instrumento inútil. También fue inflexible en la idea de que no se podía pactar con ninguna otra fuerza obrera bajo ningún concepto. A pesar de su fuerte autoritarismo, es cierto que el Partido y su figura fueron adquiriendo un evidente protagonismo entre la pujante clase obrera alemana. Lassalle siempre fue una figura polémica en el seno del socialismo, además de por su talante autoritario, por sus ideas en favor de Prusia y de Bismarck en el proceso unificador, pero es innegable que supo conectar con los trabajadores alemanes por el empleo de un lenguaje que entendían. Su temprana muerte consagró aún más su fama.
Así es, en 1864 murió Lassalle en un duelo, dejando un Partido con ya una militancia relativamente importante, presencia en la Renania y en Hamburgo, y con varios periódicos como órganos de expresión.
Pero el Partido vivía momentos difíciles. En diciembre de ese año se celebraría el primer Congreso. En ese momento se produjo el definitivo divorcio de Marx con el Partido, ya que éste decidió no entrar en la Primera Internacional. Además, ese apoyo a Bismarck, que había impulsado el fallecido Lassalle, siguió generando polémicas. Marx siempre fue muy crítico con la Asociación, como con los seguidores de Lassalle. Consideraba que las ayudas del gobierno prusiano a las cooperativas eran una forma de corromper a los trabajadores para destruir el movimiento obrero. No se podía establecer ningún tipo de alianza o acuerdo entre la Monarquía prusiana o Bismarck y la clase trabajadora para combatir a la burguesía. Además, Marx criticó la idea de Lassalle sobre los salarios. Anteriormente, habíamos hablado de cómo Lassalle consideraba inútil emprender huelgas, y lo sería porque los esfuerzos para conseguir mejores salarios eran inútiles también, y lo único que había que hacer era conquistar el poder político. Pero Marx consideraba que esa lucha era necesaria mientras durase el capitalismo, y debían emprenderla todos los sindicatos, además porque en su lucha, estaban creando, aunque no se lo propusieran explícitamente, una dinámica organizativa fundamental para los trabajadores.
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