Lenin murió, pero sus ideas están más vivas que nunca

Vladímir Ilich Lenin, el principal dirigente de la Revolución de Octubre en Rusia y del primer Estado de obreros y campesinos en el mundo, murió un 21 de enero de 1924, pero sus ideas y aportes a la teoría revolucionaria están hoy más vivas que nunca.

Por Pedro Rioseco

El revolucionario ruso y líder bolchevique fue autor de una obra teórica y práctica basada en el marxismo, y al unirse su obra a las teorías de Karl Marx y Friederich Engels formaron el cuerpo teórico conocido como Marxismo-Leninismo.

Aunque internacionalmente fue conocido como Lenin, su verdadero nombre era Vladimir Ilich Ulianov y nació en Simbirsk el 22 de abril de 1870, en el seno de una familia rusa consagrada a la educación popular y la difusión de la cultura. Fue el cuarto hijo y el primogénito de la familia fue ejecutado cuando el futuro Lenin era un adolescente, por su vinculación con los preparativos de un atentado contra el Zar Alejandro III.

En 1887 Volodia (como llaman en Rusia a los de nombre Vladimir) ingresó en la Universidad de Kazán para estudiar Derecho tras haber finalizado con los máximos honores sus estudios de bachillerato, y pronto fue expulsado de la casa de altos estudios por sus actividades anti-zaristas.

Se licenció en la Universidad de San Petersburgo, siempre vinculado con los círculos marxistas y el incipiente movimiento proletario de esta ciudad. Publicó en 1894 una argumentada crítica a los populistas y fue detenido por su participación en la recién fundada Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera.

En la cárcel, Lenin escribió el libro que luego publicaría en 1889 bajo el título de “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, utilizando como mensajeras a su hermana Ana y a Nadezhda Krúpskaya, quien luego fue también detenida y ambos se reunieron en el destierro en Siberia donde se casaron en 1898.

Quienes lo conocieron lo describían como de baja estatura, con una gran vivacidad, mirada ardiente y penetrante, los pómulos salientes, ojos un tanto oblicuos y un verbo encendido. El cabello se le cayó siendo aún muy joven y mostraba una frente amplia, por lo cual a sus 20 años le llamaban “el viejo”.

A los 30 años se exilió por primera vez en Suiza, donde puso en marcha un viejo proyecto: la publicación de Iskra (La Chispa), un periódico socialdemócrata de alcance nacional. En diciembre de 1901 comenzó a firmar como Lenin, en lugar de su nombre o los seudónimos de K. Tulin o V.Ilin.

La aparición del libro “¿Qué hacer?”, una de sus obras más importantes, en marzo de 1902, lo identificó como el líder de los marxistas rusos. Lenin reclamaba la necesidad de una organización de revolucionarios y defendía la idea del Partido como vanguardia de la clase obrera.

Esa obra desató la polémica dentro del Segundo Congreso de los socialdemócratas rusos en torno a cómo estructurar el Partido, lo cual consumó la ruptura definitiva entre los seguidores de Lenin, llamados bolcheviques (mayoritarios) frente a los mencheviques (minoría).

Lenin regresó a Rusia en 1905 para incorporarse a una espontánea revuelta. Tras la derrota de las masas populares se vio obligado a exilarse de nuevo. En esos años de auge de la reacción, reunió y reforzó las filas de los bolcheviques en su empeño por forjar un partido revolucionario marxista.

En 1916 publicó “Imperialismo, fase superior del capitalismo”, donde analiza este sistema en sus características modernas y argumenta, refutando otras tesis, que la revolución socialista era posible, incluso, en países atrasados como Rusia.

Volvió a su patria en abril de 1917. Un amplio movimiento popular había derrocado al zarismo y existía una dualidad de poderes entre el Gobierno provisional burgués y los soviets de obreros, campesinos y soldados organizados por toda la nación. Lenin se sumió en la clandestinidad, pues existía una orden de arresto contra su persona, y el 23 de octubre (día 10, según el calendario ruso de entonces), el Comité Central del Partido Bolchevique adoptó su propuesta de insurrección.

Una vez conquistado el poder, Lenin y los bolcheviques promulgaron tres decretos: el de la Tierra, que prescribía la propiedad terrateniente y entregaba la tierra a los campesinos; el de la Paz, mediante el cual Rusia salía de la guerra imperialista iniciada en 1914; y el de las Nacionalidades, por el cual se otorgaba a las antiguas naciones subyugadas por el zarismo la opción de la independencia o integrar la República Socialista Federativa Soviética de Rusia.

Durante años, especialmente entre 1918 y 1920, fuerzas contrarrevolucionarias intentaron derrocar al naciente Estado Soviético con apoyo de potencias occidentales, especialmente Francia y Estados Unidos. Al ejército de la contrarrevolución, comandado por antiguos generales zaristas, lo derrotó el Ejército Rojo integrado por campesinos y obreros. El país quedó devastado, la economía maltrecha y el hambre se extendió a grandes regiones. El reto más grande de la Revolución pasó a ser entonces la reconstrucción económica de Rusia, tarea que Lenin encaró de inmediato.

La idea central de su plan era reorganizar las pequeñas economías campesinas individuales transformándolas en grandes haciendas colectivas mecanizadas, y potenciar el papel del Estado en la construcción de la nueva sociedad socialista. Las condiciones más importantes para situar la pequeña economía campesina sobre vías socialistas de cooperación eran la victoria de la revolución socialista y la instauración del poder de los trabajadores, la alianza de la clase obrera con los campesinos bajo la dirección de la primera, el papel rector de la propiedad de todo el pueblo y desarrollar la industria pesada.

Lenin entendía que el Estado de la dictadura del proletariado debía dirigir la cooperación, prestar toda clase de ayuda al campo, incluidas la ayuda técnica, financiera, cultural, y concedía gran importancia a las organizaciones de patrocinio formadas por obreros de fábricas y plantas industriales.

Sus ideas acerca del paso de las masas trabajadoras campesinas a las formas colectivas de organización del trabajo en la agricultura ejercieron también un influjo revolucionario sobre los trabajadores de los países capitalistas, sobre todo en los países en desarrollo.

El 30 de agosto de 1918 fue objeto de un atentado ejecutado por Fanny Roid Kaplan, socialista moderada, lo cual originó un amplio movimiento de depuración dentro de las filas revolucionarias.

Pese a las dificultades de la guerra civil, Lenin no relegó sus principios internacionalistas, y el 2 de marzo de 1919, en Moscú, inauguró el Primer Congreso de la III Internacional, en solidaridad con los movimientos obreros, comunistas y de liberación nacional en Asia. Con la finalidad de integrar las diferentes nacionalidades del territorio ruso, Lenin proclamó, el 30 de diciembre de 1922, la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

En marzo de 1922 asistió por última vez a un congreso del Partido. Un mes después le intervenían quirúrgicamente para extraerle las balas que continuaban alojadas en su cuerpo desde el atentado sufrido en 1918 y le habían ocasionado graves secuelas. Desde entonces sólo tuvo pequeñas etapas en que mejoró parcialmente. Aun así, tuvo la fuerza de dictar su llamado “testamento” donde expresó su gran temor sobre la lucha por el poder entablada entre León Trotsky y Iósif Stalin en el seno del partido.

El 21 de enero de 1924, a los 54 años, una hemorragia cerebral acabó con su vida. El hombre que detestaba el culto a la personalidad fue embalsamado y expuesto en un solemne mausoleo de la Plaza Roja de Moscú, al pie de las murallas del Kremlin. Más de 10 millones de personas pasaron frente a su féretro para rendirle tributo entre 1924 y 1972.

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