Las mujeres en el proyecto de Ley de Memoria Democrática

Vamos descubriendo cómo en este país se reprimió tanto, de forma tan extensa e intensa que parece de una inmoralidad  pretender que se olvide en aras de una manipulada concepción de la reconciliación.

Por Eduardo Montagut

El proyecto de Ley de Memoria Democrática, que aparece en el Boletín Oficial de las Cortes Generales de 30 de agosto de 2021, dedica el artículo 11 de su Título II al reconocimiento de la memoria democrática de las mujeres.

En el punto primero del artículo se establece que las Administraciones públicas tendrán que tomar las medidas y actuaciones necesarias para el reconocimiento del papel activo de las mujeres en la vida intelectual y política, en la promoción, avance y defensa de los valores democráticos y los derechos fundamentales en nuestro país. El segundo punto del artículo ordenaría a las Administraciones a difundir y dar a conocer las limitaciones y discriminaciones educativas, económicas, sociales y culturales que las mujeres soportaron durante la guerra y la dictadura, y para reconocer a aquellas que las padecieron.

Por fin, el punto tercero, y el más extenso del artículo mencionado, plantea la adopción de medidas necesarias para la reparación de aquellas mujeres que fueron reprimidas o sufrieron violencia como consecuencia de su actividad pública, política, sindical o intelectual, durante la guerra y la dictadura, o como madres, compañeras o hijas de represaliados o asesinados. En este apartado también se recoge la necesidad del reconocimiento y la reparación de las mujeres que durante la guerra y la dictadura sufrieron privación de libertad u otras penas como consecuencia de los delitos de adulterio e interrupción voluntaria del embarazo.

En este artículo queremos centrarnos en un aspecto, que recoge este artículo, y que no parece que haya importado mucho, seguramente por dos cuestiones. En primer lugar, no cabe duda de que existe una cuestión claramente de género, es decir, relacionada con el hecho de la ya tan conocida, como también cuestionada, invisibilidad de la mujer en la Historia, y dentro de un fenómeno histórico, como el de la represión franquista, que afectó a tantos y diversos colectivos de españoles, y que puede desbordar a historiadores y memoralistas, a pesar de los intentos de minimizar la realidad o de jugar a la falsa equidistancia de los amantes del olvido. Pero también es cierto que en este artículo no tratamos sobre las mujeres que directamente sufrieron represión por sus ideas, militancias, acciones o por cometer los delitos antes mencionados, sino acerca de las que fueron víctimas de las consecuencias de la persecución padecida por los hombres con los que mantuvieron una relación personal o de parentesco. Pero, es que, en realidad, como expresamos, también fueron víctimas, aunque hasta ahora nadie hubiera reparado en esta realidad.

Así pues, estaríamos hablando de las compañeras, esposas, madres, hermanas, e hijas de los represaliados, esas mujeres de todas las edades que iban a las cárceles y cuarteles a interesarse sobre la suerte de los hombres de sus familias, y que hasta viajaban cuando los presos eran trasladados a causa de la sofisticada forma de tortura del franquismo que supuso el llamado “turismo penitenciario”, es decir, el intento de la dictadura de desarraigar a los presos para castigarles doblemente. Eran las mujeres que intentaban llevar algo de comida, seguramente adquirida en el estraperlo, para que aquellos presos no se murieran de hambre, o para proporcionarles alguna medicina, una prenda de abrigo, y siempre un poco o un mucho de aliento.

Pero también estaríamos hablando de las mujeres que se quedaron sin marido, sin hijos, o sin hermanos porque marcharon al exilio, fueron asesinados o ejecutados. Tuvieron que salir adelante solas en una España sin oportunidades, y menos para familias castigadas, y entre el hambre persistente, sacando familias con hijos, trabajando duramente dentro y fuera de casa.

Todas merecen un homenaje por su sacrificio. Merecen el reconocimiento de este país porque, aunque no defendieron con armas la República, ni se empeñaron en modernizar la educación, ni fueron intelectuales o artistas, ni militaron en sindicatos ni partidos, o si lo hicieron no se significaron mucho, sobre ellas cayó el inflexible castigo del rencor franquista. Y merecen su inclusión en el proyecto de ley porque, en realidad, muchos de nosotros no estaríamos aquí sino hubiera sido por sus desvelos para sacar adelante a nuestros padres y madres.

Así pues, vamos descubriendo cómo en este país se reprimió tanto, de forma tan extensa e intensa a tan variados grupos, colectivos, personas, y hasta territorios que parece de una inmoralidad mayúscula negarlo o pretender que se olvide en aras de una manipulada concepción de la reconciliación basada, precisamente, en olvidar, en no mirar, en no sentir el dolor de los demás, en no reflexionar, en no asumir pasados tan vergonzosos en una guerra atroz y en casi cuarenta años de persecuciones sistemáticas. Y las mujeres aludidas en este artículo padecieron y mucho. Este país debe a estas mujeres reconocimiento y reparación, porque ya en los ámbitos de nuestras vidas privadas lo hemos venido haciendo, a pesar de que, generalmente, callaron mucho hasta en tiempos de recuperada democracia. No fueron pocas, ni mucho menos, fueron una parte sustancial de este país.

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