Las heridas de la guerra civil y la posterior represión no pueden permanecer cerradas mientras las fosas y cunetas que esconden a miles de víctimas estén llenas.
Por Isabel Ginés | 25/10/2024
La voz de los fusilados por la represión franquista fue silenciada con los asesinatos, e intentaron acallar, sin saber que su ejemplo y lucha va de generación en generación, sus herederos se han convertido en ejemplos y referentes que, tras estudiar e informarse, conocen su historia. Hoy, estos portavoces defienden la memoria de aquellos que sufrieron el horror de una dictadura cruel y genocida, dando su voz para que toda la sociedad conozca la historia de dolor e injusticia se su historia.
La necesidad de justicia es inaplazable. Se debe juzgar a los culpables que perpetraron crímenes de lesa humanidad durante el franquismo. Las heridas de la guerra civil y la posterior represión no pueden permanecer cerradas mientras las fosas y cunetas que esconden a miles de víctimas estén llenas. Es urgente vaciar estos lugares de tragedia y dolor para dar un cierre digno a las familias que aún buscan a sus seres queridos. La memoria es un derecho, y es responsabilidad del Estado garantizarlo.
Además, el revisionismo histórico debe ser combatido con dureza. También mostrar banderas o material franquista en espacios públicos no solo es un acto de nostalgia por un régimen que causó sufrimiento y opresión, sino que también es un insulto a la memoria de aquellos que lucharon y murieron por una España libre y democrática. Debería ser imputable y sancionado duramente, no mirar a otro lado como siempre. Quienes levantan el brazo para parar taxis no solo ignoran la historia, sino que la distorsionan para defender una ideología basada en la violencia y el totalitarismo. Los brazos en alto, en un saludo que evoca tiempos de terror y represión, deben ser detenidos y llevados a juicio. No se puede permitir que se glorifique a quienes defendieron una causa que se sustentaba en la violación de derechos humanos. Asesinar y odiar no debe tener cabida en esta sociedad.
Es importante señalar que esta nostalgia del pasado es defendida por aquellos que, al final, no ganaron nada. Quienes miran hacia atrás lo hacen desde una posición de ignorancia o, peor aún, de complicidad con el horror. Muchos de ellos no saben qué es lo que defienden, y los que sí lo saben deben dan asco y miedo, que perpetúan la violación de derechos, el asesinato y la falta de libertad. Este hecho es particularmente alarmante en un contexto donde la polarización y el odio se están convirtiendo en herramientas de manipulación política y social.
No pararemos hasta dar voz a todas las personas que sufrieron la represión y el silencio impuesto por el franquismo. Es imperativo hilar sus historias para que recorran el mundo y se sepa que nuestros ancestros murieron injustamente, anhelando una patria donde imperara la libertad. En nuestra España, todos deben caber; sin embargo, hay quienes buscan polarizar, mentir y separar, sembrando el odio en un contexto donde el entendimiento y la reconciliación deberían prevalecer.
La historia no se puede reescribir ni esconder; es un legado que debemos enfrentar. La lucha por la verdad y la memoria es un deber moral que nos incumbe a todos. A través de la educación y la información, podemos construir un futuro en el que la historia se reconozca en su totalidad, sin omisiones ni distorsiones. Solo así podremos honrar a aquellos que dieron su vida por un ideal de justicia y libertad, asegurando que su sacrificio no haya sido en vano. La memoria de las víctimas del franquismo debe ser parte de nuestra identidad colectiva, y su voz, aunque silenciada por tanto tiempo, debe resonar con fuerza en la sociedad actual.
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