La reforma electoral de Gladstone

Por Eduardo Montagut

 

Una parte fundamental de la historia política británica de la época victoriana tiene que ver con las reformas electorales encaminadas a ir, paulatinamente, ensanchando la base electoral del sistema. La historiografía más clásica ha visto en este proceso un modelo pacífico para llegar a la democracia sin los vaivenes y las violencias que se produjeron en la Europa continental, pero conviene matizar esta cuestión porque sí hubo violencia, especialmente, al principio, como lo demostraría la masacre de Peterloo (1819) y el camino fue muy lento, de un siglo, aproximadamente.

El sistema político británico llegó al siglo XIX bajo la premisa de estar controlado por los grandes propietarios rurales y las altas dignidades de la Iglesia que ocupaban la Cámara de los Lores y poseían la mayoría en la Cámara de los Comunes. Esta Cámara era electiva pero no reflejaba la realidad social británica porque no se elegía por sufragio universal. Pero, además, las circunscripciones electorales resultaban anacrónicas. Había distritos, conocidos como “burgos podridos” con muy poca población que elegían muchos diputados, mientras que las grandes ciudades estaban muy poco representadas o ni tan siquiera eran consideradas como burgos.

La reforma de 1832 fue bastante moderada, aunque dobló el número de electores. Se exigía el pago de una renta para tener derecho al voto. Por otro lado, una parte de los “burgos podridos” perdieron sus escaños, y otra vieron reducida su representación, mientras que se concedieron escaños a algunas ciudades. Esta reforma consiguió terminar con el monopolio de los propietarios y del mundo rural para permitir la presencia de los representantes de las ciudades y de la industria.

Con la reforma liberal podrían ejercer el derecho al voto todos los varones que tuvieran residencia fija, con la excepción de la servidumbre

En 1867, Disraeli sacó adelante, enfrentándose a gran parte del Partido Conservador y con el apoyo de los liberales, una nueva ley electoral. Se amplió el derecho de voto a quienes tuvieran una casa o pagaran un alquiler, por lo que, los obreros cualificados pudieron votar, consiguiendo, de ese modo, que el conservadurismo calara entre algunos sectores populares. Por otro lado, se siguieron potenciando las circunscripciones electorales urbanas frente a las rurales, potenciándose las grandes ciudades, como Birmingham, Liverpool y Manchester.

La reforma electoral del gran líder liberal, Gladstone, se produjo en 1884-1885, y supuso el culmen de este proceso que hemos visto. Esta reforma supuso de hecho el reconocimiento del sufragio universal masculino, porque hubo que esperar al esfuerzo sufragista y a la Gran Guerra para que las mujeres pudieran votar. Se da la circunstancia que en los dominios británicos -Nueva Zelanda y Australia- las mujeres vieron reconocido su derecho mucho antes que en la metrópoli. Con la reforma liberal podrían ejercer el derecho al voto todos los varones que tuvieran residencia fija (domicilio) con la excepción de la servidumbre, grupo social relativamente importante en Gran Bretaña, y los hijos que residiesen en el hogar de sus padres. Ahora se adecuaron las circunscripciones electorales al número de votantes. Un escaño equivalía a cincuenta mil electores, lo que supuso un evidente avance democrático.

 

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