Al parecer, las censuras o denuncias que aparecían en el periódico sobre las condiciones que padecían los trabajadores no gustaban a muchos patronos, aludiendo, al caso concreto de lo que Arráez mandaba desde Elda a Madrid.
Por Eduardo Montagut
El Socialista a lo largo de su larga andadura dedicó mucha atención a denunciar situaciones concretas que padecían los trabajadores y trabajadoras a través de una sección sobre el “despotismo patronal”, y también en otra sobre “víctimas de la explotación”, para posteriormente plantear estas cuestiones en artículos sobre lo que ocurría en cualquier lugar de la geografía española, a través de los corresponsales, que solían ser miembros de sociedades obreras y/o agrupaciones socialistas locales. El periódico recogía estas denuncias que llegaban para hacerlas públicas porque eso podía ayudar a solucionar los problemas, además de para informar, y con el fin de hacer pedagogía también.
En este sentido, nos parecen sugerentes, porque explican, en parte, el sentido de estas denuncias, las reflexiones que desde Elda realizó en el verano de 1929, Luis Arráez (1895-1940).
Estaríamos hablando de un destacado socialista y sindicalista, originario de Almansa, pero vinculado a Alicante. Arráez fue industrial zapatero, que se trasladó a Elda, colaborando en distintas publicaciones socialistas del Levante, además de ingresar en la Agrupación Socialista de esta localidad, tener un evidente protagonismo en el socialismo levantino, y conseguir ser elegido concejal en la Segunda República y compromisario socialista para la elección del presidente de la República. En la guerra fue nombrado gobernador civil en Málaga. Fue internado en Los Almendros, aunque pudo escapar y esconderse en Elda hasta que fue detenido en su intento de huir a Gibraltar. Sería juzgado, condenado y ejecutado.
Arráez insertó una columna en El Socialista en agosto de 1929 con el significativo título de “Insistiendo”.
Al parecer, las censuras o denuncias que aparecían en el periódico sobre las condiciones que padecían los trabajadores no gustaban a muchos patronos, aludiendo, al caso concreto de lo que Arráez mandaba desde Elda a Madrid. Consideraba nuestro corresponsal que no era su intención generar molestias a personas determinadas, pero ante la insistencia de los patronos en ir empeorando las condiciones de trabajo de los obreros había que hacer públicos todos los hechos considerados censurables de los fabricantes. En este sentido, Arráez quería confirmar que, en verdad, no había animosidad frente a los patronos porque avisaba que le complacería mucho hacer público que los patronos a los que se había venido refiriendo habían modificado su actitud y procuraban mejorar las condiciones de sus obreros.
No valía el argumento, para nuestro corresponsal levantino, sobre que las circunstancias no eran del todo halagüeñas en cuanto a la prosperidad de la industria porque mientras los empresarios no demostrasen prácticamente la ruina de sus negocios, llegando por su parte a sacrificios de carácter personal no se podría silenciar el que se sacrificasen exclusivamente los obreros.
Arráez consideraba que era irritante que se exigiesen esos sacrificios a los obreros cuando los mismos conocían el origen de la mayoría de los industriales y sabían la posición personal que se habían creado. Esa posición se la debían al esfuerzo de los trabajaban para ellos.
Por todo ello, Arráez pedía un poco de compresión para no considerar a los obreros como simples objetos de mercado.
Hemos trabajado con el número 6404 de El Socialista de 17 de agosto de 1929, y con el Diccionario Biográfico del Socialismo Español.
Se el primero en comentar