¿La ley de la Memoria Democrática es un cortafuegos?

Si queremos una democracia en España hay que revisar qué ocurrió en el pasado, resarcir a las víctimas, reparar su dolor y procurar con ello un presente.

En España las víctimas nunca deben ser consideradas de primera y de segunda, únicamente víctimas.

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga

Mientras la llama de la reparación se extiende tras permanecer tenue durante décadas, la actualizada ley de Memoria Democrática parece un cortafuegos. Se trata de una ley que cumple algunas expectativas pero que se queda a medio camino en el destino de la eficiencia.

La ley de Memoria Democrática no contempla que los verdugos obtengan una condena completa. No se les condena ni se concede un amparo total a las víctimas de la represión franquista ni de la dictadura franquista, 40 años durante los que se llevaron a cabo numerosas barbaridades y tropelías en contra de los derechos humanos. El franquismo conllevó una violación sistemática de los derechos universales y tanto sus víctimas como las familias de estas fueron estigmatizadas. La problemática de haber sufrido en sus carnes los estragos que causó el régimen franquista a la población debería darles prioridad para que la Justicia les apoye y les resarza.

Estos casi 40 años de dictadura resultaron en un atraso cultural y social inconmensurable que podemos apreciar desde un sencillo paseo por muchos pueblos y ciudades de nuestra geografía, cuyas vías y calles ostentan placas con nombres como “18 de julio”, el día de 1936 en que se produjo el golpe de Estado contra el Gobierno de la Segunda República, elegido democráticamente en las urnas; “Queipo de Llano”, general franquista y criminal de guerra que instaba por la radio a violar a mujeres republicanas y al que se le atribuyen 14.000 asesinatos, o “El Caudillo”, dictador fascista que no necesita presentación.

Pasear por un municipio español y encontrarse con un monumento dedicado a los caídos de un solo bando, más concretamente de quienes se sublevaron en contra de su Gobierno democrático, solo tiene una explicación respecto al presente: no tenemos normalidad democrática. Esta es una actitud hipócrita del Estado democrático actual, que lleva décadas permitiendo el elogio de personalidades e ideologías fascistas que hace más de 80 años destruyeron la armonía social y purgaron la población española de toda aquella persona antifascista o con pensamiento crítico.

Permitiendo que se mantengan estos nombres de hechos o franquistas destacados, como si de gestas o ejemplos a seguir se trataran, estamos propiciando que las víctimas del franquismo sigan siendo víctimas, que sean atropelladas por los derechos fundamentales y que no se les resarza, que no se les repare el daño. No hay una democracia normalizada, una democracia plena en España cuando una mujer que fue violada por franquistas, una persona que fue torturada o una familia que sufrió el estigma de la represión franquista por ser rojo alguno de sus miembros tienen que caminar por un pueblo o por una ciudad marcados con los nombres de dictadores, de asesinos o de detonantes de una Guerra Civil que asoló España.

Todo vestigio franquista, toda señal que pretenda una reminiscencia del régimen fascista que quebró España hace más de 80 años y durante los casi 40 posteriores, debe ser retirado de la vía pública o de los lugares concurridos donde estos se encuentran. Hay que quitar las cruces de los caídos que enaltecen al bando sublevado contra la democracia más allá de cualquier connotación religiosa; los monumentos donde únicamente se dignifica a los caídos del bando sublevado, ya que se negó a las familias la posibilidad de levantarlos en nombre de los caídos del bando republicano, o la nomenclatura de las calles por las que a diario transcurren multitudes: no podemos hablar de democracia plena ni enorgullecernos de la democracia que tiene España cuando las víctimas o sus familias todavía no han sido resarcidas.

España no es lugar para una ley de Memoria Democrática que niegue a las víctimas su derecho a la justicia por los graves crímenes cometidos hacia ellas mismas o hacia sus familias, o incluso hacia ambas partes. El derecho al amparo y a la justicia los debemos tener todas y todos, una ley que no cumpla con este anhelo reiterado en el tiempo es una ley cortafuegos.

Nadie en su sano juicio cuestiona ni debería cuestionar a las víctimas de ETA. Las víctimas de ETA y sus familias merecen ser reparadas como víctimas del terrorismo que son, y lo han sido: han recibido justicia y, sobre todo, han sido dignificadas. Sin embargo, se permite que a las víctimas de la dictadura franquista y de su violencia ideológica se les intente silenciar, que se les cuestione, que sigan en fosas y en cunetas, que no se les aplique la justicia digna de una democracia. Se les sigue negando judicialmente su anhelada reparación.

Muchas de las víctimas mortales de la dictadura franquista murieron o fueron asesinadas por defender la libertad; por tener un padre rojo, un hermano rojo o una hija roja; por ser maestras o maestros republicanos. Fueron asesinadas, arrojadas a fosas, a cunetas y muchas siguen en ellas. Sus familias fueron estigmatizadas, rechazadas y señaladas socialmente con matices de deshonra. Es por eso por lo que hay que otorgar a las víctimas de la dictadura la justicia que necesitan, la dignidad que merecen y dejar de cuestionarles.

Desde no pocas tribunas las familias de las personas represaliadas por el franquismo han sido insutadas y vejadas, han sido llamadas “buscahuesos” desde atriles, les han dedicado la nada empática frase “que se jodan” o se ha dicho respecto a sus familiares asesinados por su ideología que “solo se acuerdan de ellos cuando hay subvenciones”. Cuando una hija, un hijo están sentados a la mesa comiendo, cenando, entra la Policía o la Guardia Civil, detienen a su padre y le pegan dos tiros por dedicar su vida a la enseñanza y por apoyar el Gobierno democrático de la Segunda República se comete una injusticia y hay que repararla en la medida posible. Si estamos en una democracia plena hay que repararla. No podemos permitir que a las víctimas de la dictadura franquista se les considere de segunda categoría, víctimas que no merecen reparación como cualquier otra, que no merecen justicia, que merecen seguir acarreando ese estigma en su lugar. Ya basta de silenciar —o de intentarlo— a las personas que sufrieron tanto en esta reciente dictadura.

A María le arrebataron a su madre porque su padre era rojo. María iba siempre, siempre a la carretera que pasaba por encima de la cuneta donde ocultaron a su madre. No han logrado ella ni sus hijos, que ahora están en la lucha, exhumarla porque es muy difícil. E iba desde un pueblo en que sigue habiendo una plaza dedicada a José Antonio “Primo de Rivera”, primogénito del dictador Miguel Primo de Rivera —que gobernó en España entre 1923 y 1930— y fundador de la Falange Española, partido fascista actualmente vigente. Esto, el hecho de encontrar calles, monumentos, cruces de los caídos sublevados, es una anomalía democrática, una desviación respecto de lo que es una democracia normal. No podemos hablar de democracia plena o real teniendo en nuestras calles esta vergüenza nacional.

Si tratamos de buscar un símil en la historia todas y todos sabemos que el Holocausto fue la mayor agresión, la mayor barbarie de y contra la humanidad. Pero hay un detalle que suele escapar a las personas que ningunean a quienes sufrieron la dictadura, a estas personas fusiladas, a estas personas atentadas y represaliadas a quienes quieren ver silenciadas: en ese Holocausto, por el que tanto encienden velas y ponen lazos, había españoles.

En el Holocausto había españoles republicanos y había españoles que simplemente querían la libertad del pueblo español. Cada vez que enciendan una vela es inherente que recuerden que miles de españoles estuvieron en esos campos de concentración nazis, de los cuales muchos murieron o fueron asesinados y otros pocos sobrevivieron al horror.

Paradójicamente, cada llama prendida como muestra de respeto a las víctimas el Holocausto por quienes niegan la reparación a las víctimas de la dictadura franquista también se enciende por los españoles víctimas de la represión franquista en campos nazis.

Estamos en un momento idóneo parar reparar a las familias de estas víctimas, de dignificarles, de concederles justicia porque la merecen; merecen justicia porque son víctimas. No hay que silenciarles, hay que darles el apoyo que necesitan, hay que tratarles con respeto. Aquí no hay víctimas de primera y víctimas de segunda, son víctimas de una barbarie y de una dictadura que duró 40 años. En España sigue habiendo fosas y muchas cunetas por localizar y por excavar, muchos cuerpos por exhumar. Eso sí es una injusticia. Eso es una anomalía democrática. No lo olvidemos.

Todas esas personas que niegan esto y que siempre que oyen hablar o leen acerca de la nueva ley de Memoria Democrática sacan a relucir las matanzas de Paracuellos o el comunismo deberían pensar antes de comentar nada en pedir perdón a las víctimas y a sus familias. Está muy bien mezclar temas del estilo de “ahora nos tiene que preocupar la luz” como vano argumento. La luz está cara, sí. Y el paro en jóvenes es muy alto. Nos importa el presente y vamos a defender el presente; pero también vamos a superar el pasado y a luchar por que se pida perdón a las víctimas. Siempre que se habla sobre memoria histórica sacamos todo lo que se nos ocurre con tal de no reconocer que en España hubo una dictadura, con tal de negar todo lo que conllevó esa dictadura y alimentar bulos. Hay que aceptarlo.

Hay casos en que las personas divagan cuando oyen hablar de memoria histórica, aludiendo a cuestiones que consideran más actuales y que les afectan personalmente o les preocupan, porque tienen un gran desconocimiento de lo que implica la memoria histórica y de su utilidad. Pero no siempre es así, también hay casos que hemos visto recientemente en que ciertas personas, conociendo bien la historia, aluden al revisionismo histórico en sus discursos —es decir, intentar reescribir la historia del franquismo desde el golpe de Estado del 36 que provocó la Guerra Civil—. ¿Por qué ocurre esto? Esto ocurre porque estas personas son franquistas: les gusta lo que pasó y les encantaría que volviera a pasar.

Las personas que cuando se habla de memoria histórica sacan a colación el comunismo o mencionan todos aspectos actuales que suponen una preocupación para gran parte de la población a modo de contraargumento son franquistas o les gustaría que volviera a pasar el pasado. Una persona con humanidad, con corazón y que quiere vivir en una España democrática no niega los crímenes del franquismo. En este punto no hay debate posible.

Es necesario repensar en profundidad la ley de Amnistía de 1977. Esta ley fue ideada para amnistiar a los presos políticos —quienes podían ser amnistiados, ya que habían sido juzgados y habían recibido sus correspondientes condenas— pero terminó amparando los delitos y las torturas cometidos durante la dictadura. Es decir, mediante esta ley se amnistió —se eximió de su segura condena— a gente que teóricamente no podía ser amnistiada porque no había sido juzgada ni había recibido una condena.

La supuesta prescripción de los delitos también es un obstáculo para juzgar o enjuiciar a asesinos y torturadores del franquismo, a pesar de que en el artículo 131 del Código Penal español se estipula que “Los delitos de lesa humanidad y de genocidio y los delitos contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado, salvo los castigados en el artículo 614, no prescribirán en ningún caso” y de que se calcula que el genocidio ideológico desempeñado por el franquismo resultó en más de 140.000 víctimas.

Hay muchos Ayuntamientos que niegan ayudar a recuperar la memoria histórica o a reparar a las familias de las víctimas y cuando hay que abrir una fosa o una cuneta en sus términos municipales interponen todos los impedimentos posibles. Esto también hay que trabajarlo: no puede ser que un Ayuntamiento se niegue a ayudar a las víctimas a exhumar o a recuperar los documentos de sus familias.

En muchas de estas familias los franquistas fusilaron al padre, que por aquel entonces era quien llevaba el sustento a casa, por lo que abocaron a su familia a la pobreza: los niños no pudieron ir al colegio, algunas niñas se tenían que poner a trabajar con menos de 13 años. De algunos fusilados los franquistas violaron a sus hijas o a sus mujeres, les despojaron de sus propiedades y les dejaron sin recursos.

Es decir, a ti por ser rojo, por tener una ideología republicana, por querer que tu familia sea libre te asesinan. Antes o después violan a tu mujer y a tu hija, después de muerto les quitan tu casa y les abocan a la pobreza. Esto es lo que ha pasado sistemáticamente en este país.

Es muy, muy, muy complicado desprenderse del franquismo hoy en día. Si la persona responsable de una Administración no ayuda a las víctimas es porque no tiene corazón, porque no es una persona empática y porque no quiere la democracia real en España. A las víctimas hay que ayudarles, hay que estar a su lado. Hay que exhumar y trabajar a su lado.

Consentir que un Ayuntamiento no retire sus calles con nomenclatura franquista, sus vestigios franquistas y que además no ayude a los familiares de las víctimas no hace honor a un sistema democrático. Si queremos una democracia en España hay que revisar qué ocurrió en el pasado, resarcir a las víctimas, reparar su dolor y procurar con ello un presente donde estas actitudes sean condenables, donde no haya impunidad para el franquismo y donde se tomen las riendas.

En España las víctimas nunca deben ser consideradas de primera y de segunda, únicamente víctimas. A día de hoy hay muchas personas desaparecidas, muchísimas, y muchas familias conservan ese estigma. Hay que proveerles de un sistema judicial que les ayude. No se le puede negar la justicia a una víctima ni a la familia de una víctima. No podemos ser cómplices.

Nos importa la subida del precio de la luz, nos importa el futuro de los jóvenes y nos importan también estas personas mayores, que tienen a uno o más familiares en una fosa o en una cuneta. Nos importa el pasado para aprender de él, para repararlo y vivir en una democracia plena en el presente. Claro que nos importa la luz, el gas y el futuro. Pero también nos importan las víctimas: ¿Si asesinaran a tu padre te olvidarías del tema? ¿Si violaran a tu madre te olvidarías del tema porque suben la luz? No, lucharías por que resarcieran a tu madre o a ti. Lucharías por vuestra reparación. Te importaría luchar por la bajada de la luz, por el futuro pero también porque fuerais resarcidos.

No olvidemos que la ley de Memoria Democrática es un paso clave para avanzar hacia un país más democrático. Queda mucho por hacer, muchísimo. Queda mucho trabajo de reparación para las víctimas y las personas represaliadas por la dictadura. No hay una plena justicia pero es un paso muy importante que se debe dar para avanzar hacia un país más justo y democrático.

La memoria histórica es muy importante para todas las personas. En España no tenemos un museo donde poder conocer las tropelías que pasaron en la guerra y que se hicieron durante la dictadura como lo hay en otros países, apenas se conoce a nadie del genocidio que tuvo lugar en este país. Aunque esta ley de Memoria Democrática es muy importante y un avance hacia la plena democracia, debemos tener en cuenta que el hecho de contar con un museo, un memorial, un centro de interpretación para que se conozca el genocidio español sería muy importante porque hay un desconocimiento general al respecto.

Muchas veces se ha intentado llevar a cabo una amnesia colectiva, aunque por suerte aquí no puede haberla: hay hijas e hijos que han perdido a sus padres, hay mujeres que han sido vejadas o violadas, hay familias aún estigmatizadas. Es imposible conseguir una amnesia porque hay muchas víctimas y hay que resarcirlas. Lo que aquí estamos recuperando es una memoria colectiva y hay que darla a conocer, ya que en los libros de texto sobre la guerra, el exilio o la dictadura ya vemos que no se hace hincapié. Hay que promover la creación de un Museo de la Memoria y que desde el instituto se estudie y se conozca la Guerra Civil, el exilio y la dictadura franquista porque la memoria histórica y democrática es cosa de todos.

La memoria es cosa de todas y todos. Dejar de permitir los insultos desde tribunas y las vejaciones desde escaños es esencial, lo que se debe hacer es reparar. El camino a la democracia plena pasa por ayudar y resarcir a todas las víctimas. Al futuro se llega mediante la dignificación y la reparación.

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