La importancia de la jornada de reflexión

Por Luis Aneiros


(Modo irónico on)

¿Quién no disfruta de esta jornada de reflexión como disfruta un niño de la mañana de Navidad y los regalos de Papá Noel? ¿No es quizás este día el punto culminante de cada campaña electoral? ¿No está usted, dubitativo lector, exprimiendo cada minuto de este sábado glorioso y celebrando la fiesta de la democracia?

Nuestro sistema electoral nos regala 24 horas de concentración, en las que se nos permite repasar cada día de la campaña, cada mensaje, cada slogan, cada noticia de los desinteresados medios de comunicación. Es una jornada completa que, sin ninguna duda, todos ustedes, como yo, dedican a meditar el sentido de su voto en el día de mañana. Se rompe toda comunicación con el resto de los mortales, nos aislamos de todo aquello que pueda distraernos o resultarnos una mala influencia… Y las normas electorales nos ayudan con la inestimable prohibición de todo tipo de propaganda política que pueda dañar nuestra capacidad de decisión. Hemos tenido quince días completos para recibir la información necesaria, los partidos han tenido la oportunidad de enviarnos sus mensajes por todos los medios posibles, y cualquier información sesgada que nos llegue hoy trastocaría dramáticamente nuestra voluntad y nos llevaría a la equivocación sin remedio. La jornada de reflexión hace que ese cartel que cuelga de la farola que usted tiene delante de su casa, en la que un candidato sonríe tentadoramente, se diluya y desaparezca de su vista. Todos los muros empapelados de la ciudad se borran en el día de hoy cuando usted pasa por delante de ellos.

El pensador. Musée Rodin

La jornada de reflexión previa al día de la votación decisiva cumple un papel imprescindible en todo el proceso electoral, porque nuestras pobres cabecitas sin ideología ni intereses previos precisan de un tiempo para digerir tanto y tanto dato, tantos y tantos compromisos adquiridos. Durante los trece días previos a hoy sábado, las mentes de los españoles se vacían de todo contenido anterior, y van asimilando la nueva información de una manera virginal e ingenua. Las promesas incumplidas por los últimos gobiernos, los casos de corrupción que los partidos más veteranos acumulan en sus historiales, el tufo totalitario y fascista de alguno de los nuevos, las continuas contradicciones de idea y de acción de otros… Todo eso pierde peso e importancia en nuestros recuerdos, porque somos conscientes de que nuestra decisión de mañana sólo puede depender de lo que hemos visto y oído en estos días de campaña. Es esencial lo que pensemos hoy, sólo hoy y nada más que hoy. Así, mañana votaremos con criterio y responsabilidad.

Y no deje de ver los informativos de todas las cadenas de televisión. No habrá ningún tipo de publicidad electoral, pero podrá ver como pasan el día todos los candidatos, pasados por el filtro neutral de sus medios nada afines. Y si detecta que en Antena 3 Pablo Casado sale en unas imágenes más favorecedoras que, pongamos por caso, Pablo Iglesias, no tenga el mal pensamiento de que intentan manipularlo, porque le Ley Electoral lo prohíbe. Es información, nada más. Y disfrute de la magia de Internet, que automáticamente desconecta de la Red todo aquello que pueda influirle en el voto. Las redes sociales borran por sí mismas todos aquellos posts en los que se alaben o se critiquen las posturas de partidos y candidatos. No se precisa ningún cambio en la legislación en este sentido, porque ya en 1985 previeron lo que podría suponer Internet y su posible papel en este tema. Todo en orden, que nadie toque nada, que cuando algo no es necesario, pues no es necesario y punto.

A los que más admiro son a aquellos que, tras pasar el día de hoy reflexionando como adictos a la reflexión, no deciden a quién votar hasta mañana mismo, frente a las distintas papeletas. Estos son los que hacen útil este día, porque mantienen la pureza del espíritu democrático. Demuestran la gravedad del momento al reconocer que ni en un día entero pueden decidir. Un voto sereno y valioso es aquél que se decide cuando se tienen físicamente ante sí a las distintas opciones en forma de papeleta. Se revisan los logos, se leen las listas, se recuerdan los programas y las promesas de cada uno de ellos, y entonces algo estalla en sus mentes como una super nova ideológica. “¡Al carajo con todo aquello que he pensado durante los últimos cuarenta años de mi vida! ¡Por fin he visto la luz democrática!”

Así pues, bienvenido a la fantástica jornada de reflexión. Aproveche el día como un buen español y calle todas aquellas bocas que pretendan apartarle de la sagrada meditación. Repase la historia de nuestra joven democracia y podrá comprobar que, sin este sábado de iluminación, nada habría sido lo mismo.

(Modo irónico off)

Y mañana… sentidiño, por favor.

Es mi opinión.

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