La emigración desde la perspectiva de género

Por Libertad Gallardo y María Perles

El pasado 22 y 23 de junio se celebraron en la ciudad alemana de Leipzig las “I Jornadas sobre feminismo y migración”, organizadas por las compañeras del Círculo Feminista de Podemos en Leipzig.

En ellas uno de los principales puntos que se puso de manifiesto es la necesidad de incluir la perspectiva de género cuando se habla de las migraciones. Citando a Amparo Carretero Palacios, en su estudio sobre “Migraciones y género. La feminización de la migración transnacional”, hablar sobre las migraciones desde una perspectiva de género es hablar de la influencia de las relaciones de poder entre hombres y mujeres en la conformación y en las características de los flujos migratorios.

El factor de género impregna instituciones y prácticas sociales, económicas y culturales. Guarda relación con la manera en que las personas migran, e influye en las relaciones de género que se establecen desde que se gesta el proyecto migratorio hasta su desarrollo.

Las mujeres migrantes sufrimos, como mínimo, dos tipos de discriminación: por ser mujer y por ser migrante. Nos enfrentamos a dificultades debido a nuestro género que se agravan ante nuestra condición de expatriadas en el nuevo país. Las condiciones legales específicas de cada país pueden limitar nuestros derechos básicos, ya que las mujeres migrantes nos enfrentamos muchas veces a dificultades específicas de nuestro género, particularmente en el ámbito de la salud materna, la salud sexual y reproductiva, la violencia, maltrato físico y psicológico, el acceso al aborto en condiciones seguras, la planificación familiar, etc. Pero, incluso en los casos en los que la llegada se produce a países en teoría más avanzadosen cuanto a los derechos de la mujer se refiere, es habitual que estos derechos no nos sean aplicados. En una de las exposiciones, “Duelo migratorio y retorno”, se comentó cómo en Alemania las mujeres inmigrantes extracomunitarias son “obligadas” a registrarse tan pronto como les sea posible en los cursos de integración (cursos de idiomas y orientación), ante la amenaza de denegarles el permiso de residencia, imposición de multas o reducción de prestaciones sociales. Mientras que el permiso de maternidad/paternidad alemán es de hasta 14 meses a repartir entre la pareja, en estos “Cursos de Integración”, exclusivos para mujeres, las madres deben separarse de bebés de pocas semanas y dejarlos en guarderías con personal no cualificado y salas inadecuadas.

Otro ejemplo es el de las mujeres migrantes que acompañan a sus cónyuges y se encargan de las tareas del hogar y de los cuidados en su propia casa, trabajo que ha sido históricamente invisibilizado, pero que es imprescindible para el desarrollo de nuestra sociedad. En estos casos las mujeres dependen económicamente de sus parejas en un entorno en el que no cuentan con las redes de apoyo con las que podrían contar en sus países de origen. Nuevamente, otra compañera nos contaba cómo los folletos de información sobre violencia de género que ofrecía la Oficina Precaria de Berlín en español, tenían que ser renovados cada semana. Otro ejemplo lo daba una compañera que trabaja en una oficina de abogados y comentaba cómo ya habían recibido en dos ocasiones la llamada de mujeres a las que sus maridos les habían echado de casa y no tenían dónde ir.

A todo esto hay que añadir la llamada feminización de la pobreza. Como bien apunta Amparo Carretero, hay una evidencia social en la cual las desigualdades basadas en las construcciones sociales y culturales entre hombres y mujeres han dado pie, en la mayoría de países, con independencia de su grado de desarrollo, a un creciente porcentaje de mujeres entre los colectivos más pobres. Actualmente el 70% de la población mundial viviendo en pobreza son mujeres.

La tasa de pobreza de las personas extranjeras que residen en España es sistemáticamente más alta que la de las personas con nacionalidad española, con una evolución al alza para las personas extracomunitarias, que representan el 70% de la inmigración española. Sin embargo, en la estrategia nacional de prevención y lucha contra la pobreza y la exclusión social no se analiza el perfil de género. Como explica Genoveva Roldan, las mujeres migrantes se incorporan a los mercados laborales peor remunerados, donde afrontan los riesgos de abusos y discriminación y las dificultades de regularizar su situación. Un ejemplo de este tipo de mercado laboral es el sector doméstico en tareas de limpieza y de cuidados:En España, el 80,1% de las personas empleadas del hogar son mujeres, de las cuales el 73,4% son mujeres migrantes. Estos trabajos se realizan en muchos casos en condiciones irregulares (el 57% de las empleadas del hogar no tienen una jornada laboral limitada) pero incluso en los casos en los que son registradas como empleadas del hogar en la Seguridad Social española, no se les reconoce el derecho a paro, derecho que se incluyó en el acuerdo presupuestario entre Unidas Podemos y el PSOE el pasado año.

El porcentaje de mujeres migrantes ha aumentado en 3 puntos entre 1960 y 2010, suponiendo en la actualidad el 49,7% de las personas migrantes del mundo. Este aumento no parece significativo, sin embargo, el neoliberalismo y el capitalismo han contribuido al aumento de las desigualdades mundiales, y un colectivo tan vulnerable como el de las mujeres migrantes no ha escapado a ello. En las tres últimas décadas, las condiciones de la mujer migrante han evolucionado desde el papel de acompañantes de los hombres a una creciente incorporación a la población activa. En ciertas condiciones la migración femenina se produce sin acompañamiento y es la que, más tarde, promueve la migración del resto de familiares. En la exposición “La filosofía política en el marco de una experiencia personal” se habló de las trabas burocráticas por las que estaba pasando una madre soltera para poder optar por la reagrupación familiar.

El cambio climático está agravando esta situación. Como se puede apreciar en la imagen, hay relaciones claras entre el cambio climático y los desplazamientos migratorios, así como seguridad alimentaria y pobreza.  El cambio climático no afecta a todas las personas por igual, sino que sus efectos se agravan en los sectores más desfavorecidos. La pérdida de biodiversidad y el difícil acceso a los recursos naturales están amplificando la desigualdad ya existente entre hombres y mujeres, y se estima que el 80% de las personas desplazadas por el clima son mujeres.

Ante estas nuevas perspectivas es apremiante incluir la perspectiva de género no sólo en los planes sobre migración, sino también en los planes de adaptación y mitigación al cambio climático.

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