Juan Gabriel Rodrigo Knafo, otra víctima olvidada de la Transición

Las cargas duraron unas cinco horas. Una de ellas sorprendió al joven Juan Gabriel Rodrigo Knafo, que corrió a buscar refugio en un portal de la calle Unió. Como le perseguían dos policías, subió a la azotea desde donde poco después cayó a la calle, quedando muy malherido. 

Por Sàpiens.cat

El 5 de marzo, los trabajadores del complejo petroquímico de Tarragona decidieron hacer una huelga y una manifestación en protesta por la matanza de Vitoria (Álava). Antes del mediodía, una columna de entre mil y dos mil trabajadores marchó ocho kilómetros desde La Pobla de Mafumet hasta Tarragona al grito de «¡Vitoria hermano, nosotros no olvidamos!». Entre los manifestantes estaban Juan Gabriel Rodrigo Knafo y su cuñado.

Antes de entrar en la ciudad, la manifestación se encontró con un amplio despliegue de fuerzas antidisturbios, que dispararon botes de gas lacrimógeno y balas de goma. Entonces se produjeron las primeras cargas y carreras y los manifestantes se dispersaron. Unos 800 trabajadores consiguieron llegar hasta el centro de la ciudad, donde las cargas fueron más intensas. Los manifestantes respondieron levantando barricadas con coches y materiales procedentes de algunas obras. La policía disparó balas de goma y botes de humo lacrimógeno y cerró las calles con sus vehículos, impidiendo así que los manifestantes pudieran escapar.

Las cargas duraron unas cinco horas. Una de ellas sorprendió al joven Juan Gabriel Rodrigo Knafo, que corrió a buscar refugio en un portal de la calle Unió. Como le perseguían dos policías, subió a la azotea desde donde poco después cayó a la calle, quedando muy malherido. Muy probablemente la muerte se produjo en el instante de la caída. El cuerpo quedó una hora tendido en el suelo hasta que la propia policía le trasladó al Hospital de Sant Pau y Santa Tecla.

La versión policial mencionó a unos manifestantes que arrojaban piedras desde las azoteas contra los policías, entre ellos Juan Gabriel y que éste, al ser descubierto, se precipitó al vacío cuando intentaba huir saltando al edificio de al lado.

La versión oficial, la única que se publicó en los diferentes medios de comunicación, estuvo llena de falsedades, contradicciones y manipulaciones, con una clara voluntad de desinformar. Una vez trasladado al centro sanitario, donde según la nota oficial Juan Gabriel había sido ingresado en una situación de extrema gravedad a las nueve y media de la tarde, se hizo público un parte médico donde se diagnosticaba un «coma cerebral profundo postraumático». La nota de la policía también hablaba de «posible fractura de base de cráneo» y «polifracturas en extremidades inferiores». Igualmente  se hizo mención a que había sido operado y se le había practicado una arteriografía cerebral. Para añadir que, a pesar de todas estas atenciones, Juan Gabriel había muerto a las tres de la madrugada del día 6.

En cuanto a la sospechosa operación a la que fue sometido, sólo hay una posible y cruda explicación: se aprovechó el cuerpo para extraer algunos órganos. Por lo menos, los ojos. La pareja de Juan Gabriel, trabajaba en el hospital y, pese a no estar de servicio esa noche, fue informada al respecto por sus compañeros de trabajo. Cuando, finalmente, el padre fue autorizado el domingo día 7 a ver el cuerpo de su hijo gritó «Hijos de puta, le habéis quitado los ojos», según el testimonio del cuñado de la víctima.

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