Javier H. Rodríguez: “La línea que separa a los medios tradicionales de los gabinetes de comunicación de las administraciones y de las empresas es cada vez más difusa”

El tema del interés del lector es peligroso a veces. Si sometiésemos los criterios de elección solo a las estadísticas y a lo que dicen los números, nos dedicaríamos a hacer contenidos virales.

Por Redacción NR

La intención de esta conversación es analizar las relaciones entre prensa escrita y memoria histórica en España. Aunque tu ámbito de trabajo es variado, te has ocupado de escribir sobre trabajos de producción histórica, has realizado presentaciones de libros de esta temática y denunciado incumplimientos memorialisticos en tus artículos.

Me gustaría empezar con una pregunta resultante de una consideración sobre una frase de Hugh Thomas : “antes de leer al historiador lean su vida” Creo que esta frase también se puede aplicar a los periodistas. ¿Hay en tu biografía algún elemento de vivencia personal que te lleve a interesarte por la memoria histórica?

Comparto totalmente esa idea de Thomas y creo que es bueno plantearse esa reflexión sobre todas las personas cuya profesión influye en mayor o menor medida en la opinión pública. Que yo sepa y hasta donde he conseguido investigar, no tengo represaliados directos en mi árbol genealógico. Pero los dos lados de mi familia son de O Calvario (Vigo, Pontevedra), uno de los barrios obreros por antonomasia en Galicia y reducto antifascista durante el golpe de Estado del 36. Le llamaban la Rusia Chiquita y, no en balde, sufrió bastante represión. Y aunque ha venido a menos con el declive del asociacionismo, crecí con ese imaginario en la cabeza desde pequeño. En casa, en la escuela y en la calle.

En la triada comunicadora: historiadores, activistas, periodistas (dejamos de lado a las fuerzas políticas) ¿qué función desempeñáis los periodistas?

En teoría, fiscalizar al Poder para conseguir más justicia social. Pero la realidad es que la mayor parte de lo que podemos leer, escuchar y ver está impregnado de cinismo. Cada vez se está volviendo más obvio que los medios de comunicación tradicionales son una suerte de altavoz de los intereses de las élites económicas. O a mí me lo parece, al menos. Y eso tiene sus cosas buenas. Va creciendo la demanda social de nuevos espacios de información independiente que dependan más de la gente que los lee y no tanto de las empresas que los financian. Eso cambia el paradigma. Pasamos a trabajar para nuestros lectores y no para los gobiernos o las marcas que se anuncian en nuestros medios. No soy ningún experto, pero parece que la línea que separa a los medios tradicionales de los gabinetes de comunicación de las administraciones y de las empresas es cada vez más difusa. Veremos en que acaba.

Y en relación a la relación concreta con historiadores y activistas, creo que el trabajo está en contrastar y divulgar las investigaciones con un relato veraz y accesible para el mayor número de gente. Adecuar el lenguaje que desde la Academia muchas veces se vuelve poco accesible para la mayoría.

El relato histórico y el relato periodístico se encuentran y complementan, se relacionan en un juego de interacciones y dependencias mutuas. El periodismo se encarga de elegir qué parte de ese relato histórico coincide con los intereses actuales de la opinión pública ¿Podrías decir cómo gestionas este proceso selectivo? ¿En qué aspectos te fijas para decidir qué información puede estimular el interés de los lectores?

Como bien dices, en la mayoría de diarios, el gran criterio para hacer el primer cribado de asuntos es el de la actualidad. A partir de ahí, se abre el abanico de posibles temas que dependen, en gran medida, de las propuestas de los y las periodistas. De sus sesgos, de sus especialidades y de sus intereses también. En el caso de la memoria histórica, es fundamental el trabajo que hacen los profesionales. Semanalmente hay nuevas investigaciones, prospecciones, documentación, enfoques… Es decir, argumentos que sostienen la necesidad de mantener el relato histórico en la agenda. Creo que es totalmente necesario que desde la investigación se sigan aportando todos estos trabajos que nos den pie a los periodistas a llevarlos a la prensa.

El tema del interés del lector es peligroso a veces. Si sometiésemos los criterios de elección solo a las estadísticas y a lo que dicen los números, nos dedicaríamos a hacer contenidos virales. Tampoco hay que despreciarlos, pero si buscar un equilibrio. Encontrar un buen gancho, pero siendo honesto y veraz. Las personas que yo admiro en la profesión consiguen hacer eso. Escribir piezas interesantes y digeribles de temas que muchas veces parecen complejos o tediosos al verlos en bruto. Creo que hay que esforzarse en crear un buen relato que sea lo que estimule el interés. En ese sentido y según para que audiencias, las historias humanas creo que consiguen generar empatía.

Los medios de comunicación desempeñan una labor fundamental en la recuperación de la memoria. El periodista sirve para construir eso que el historiador británico Thompson llamaba “historicidad mediática”. La prensa es necesaria para crear en la opinión pública interés por el activismo memorialístico. ¿Ese interés, en qué medida está basado en la información sobre datos y realidades desconocidos del pasado, y en qué medida sobre la activación emocional en el lector de un sentimiento ético de rechazo a la injusticia? ¿Alguno de estos 2 aspectos pesa más que el otro?

Es una pregunta interesante y compleja. Creo que la activación emocional no debería ser buscada como tal y que, si acaso, fuese una consecuencia. Apelar a la emoción no debería ser un eje sobre el que construir una narrativa periodística, aunque sea para, como bien dices, despertar un sentimiento ético. Creo que a esas conclusiones debe llegar la persona que lee por sí sola. El ejercicio de quien escribe debería ser presentarle de la forma más veraz y plural los hechos. Sin tibieza ni equidistancia disfrazada de objetividad, ojo. Así que, respondiendo a tu pregunta, entre esos dos, pesa aportar luz a realidades desconocidas.

Los debates sobre la memoria en España han tenido desde hace más de 20 años un sesgo marcadamente político, nos gustaría que nos hablases de la función que desempeñan los medios en ese marco de politización de los debates memorialisticos. ¿Van detrás de las fuerzas políticas, convirtiéndose en sus correas de transmisión, o por el contrario tienen capacidad para crear un marco de actualidad que influya en las tomas de postura políticas?

Pues depende del medio en el que te fijes. Aunque la capacidad de crear el marco de actualidad es inherente a todos ellos, sea cual sea el aliciente y el resultado. Creo que sí que acontece eso que propones de medios que se limitan a transmitir argumentarios, pero también creo que hay muchos medios y profesionales independientes que hacen un gran trabajo en ese sentido. Desde luego que influyen en la toma de posiciones políticas, pero creo que el trabajo más meritorio en ese sentido es el de las asociaciones memorialísticas y el de las personas que se dedican a la investigación histórica. Sin ese trabajo, no se podrían crear nuevos marcos de pensamiento.

Es común entre los activistas e historiadores señalar la lentitud en el proceso de construcción memorialistico en España. Al margen de las causas políticas ¿cuáles crees que son en tu ámbito de trabajo los elementos que contribuyen en esta lentificacion, llamémoslo así?

Pues en muchos medios de comunicación no son temas especialmente leídos. Y si quién maneja el barco se fía por criterios estrictamente económicos, pues estos temas no generan muchas lecturas. Pero por suerte no pasa ni en todos los medios, ni en todas las audiencias. Luego creo que hay mucha responsabilidad en las decisiones individuales de todas las personas en la jerarquía de las redacciones. Desde quien redacta hasta quien dirige. A nivel de memoria histórica, en los periódicos por los que yo he pasado no hay una máquina de la censura para estos temas. Imagino que en otros que incluso muestran su descontento por las leyes de memoria hasta en sus editoriales sí la habrá, pero no lo sé a ciencia cierta.

Has trabajado para varios medios, ¿en cuál te has encontrado más cómodo y has observado una receptividad más positiva para ocuparse de contenidos relativas a la memoria?

Si te soy sincero, nunca he tenido problemas a la hora de publicar ningún tema de memoria histórica en ningún lugar donde los he propuesto. De hecho, he podido abordar temas más locales en unos y temas con una base territorial más amplia en otros.

¿Cuáles crees que son las peculiaridades que caracterizan la prensa gallega en la cuestión memorialistica ¿Dónde crees que radica el carácter que la diferencia de los medios de otras comunidades?

No domino al detalle cómo trabaja la prensa de otras comunidades en temas de memoria histórica. Pero sí que veo que en lugares donde hubo más resistencia durante la Guerra Civil y la represión posterior, también hay ahora más periodismo abordando estos temas. Pero es una apreciación personal que no puedo documentar. Y en el caso de Galicia, pues bueno, aquí sabes mejor que yo que no hubo guerra, sino represión y genocidio. Supongo que esa es una herencia que también llega a nuestros días. Veo bastante desinterés por la memoria en general en la prensa gallega, también equidistancia. Pero hay honrosas excepciones de periodistas y medios que no aceptan esa tesis de la pelea entre abuelos.

Para terminar, una pregunta que puede parecer comprometida y en realidad lo es. ¿Podrías hacer una lista de tus periodistas preferidos en cuestiones de memoria, aquellos cuyos textos te hayan resultado más fecundos a la hora de sentarte a escribir?

Te digo las dos primeras que se me vienen a la cabeza, pero seguro que dejo fuera a gente injustamente. Leo mucho a Marta Borraz, del elDiario.es y a Natalia Junquera de El País.

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