Bachelet, a lo largo de tristísimo papel como comisionada, le han pasado en muchas oportunidades varios perros peleando entre sus piernas y nunca los ha notado, pero eso sí, no se le ha escapado una pulga a la hora de denunciar los crímenes que si occidente le interesaba descubrir.
Por Guadi Calvo / Línea Internacional
Las sangrientas intervenciones norteamericanas, no importa a qué país, siempre, absolutamente siempre, apuntan a empeorar la situación, por mala que fuera en su origen. Los ejemplos abundan, y solo con ponernos un límite podríamos nombrar Somalia, Afganistán, Irak y Libia, aunque la lista podría extenderse en el mapamundi, como un tsunami de sangre.
En estas últimas horas, dos de estos ejemplos han saltado a las primeras planas: combates callejeros en las calles de Trípoli, la capital libia o lo que quede de ella, y las revueltas chiitas de Bagdad, la trágica capital de Irak.
Aunque así como ganaron esas primeras planas, rápidamente la atención de la prensa internacional, como si nunca hubieran sucedido, ninguna de estas crisis han sido abandonadas hasta la orfandad, para pasarse a ocupar del genocidio que “habría” cometido el gobierno chino contra la minoría musulmana Uigur en la región autónoma de Xinjiang. Con un oportuno informe publicado por Naciones Unidas (ONU) y firmado por su comisionada de Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien afortunadamente en estos días abandona el cargo, en el que no se le podrá recordar por sus logros, al igual que en las dos presidencias de su país, al que dejó preparado para el retorno de la ultraderecha pinochetista encarnada por Sebastián Piñera. Bachelet, a lo largo de tristísimo papel como comisionada, le han pasado en muchas oportunidades varios perros peleando entre sus piernas y nunca los ha notado, pero eso sí, no se le ha escapado una pulga a la hora de denunciar los crímenes que si occidente le interesaba descubrir.
Entre aquellos muchos perros, que a la Bachelet le han pasado entre las piernas, se encuentra Libia, se encuentra Irak, Yemen, Palestina, la República Democrática del Congo (RDC), República Árabe Democrática Saharaui (RADS), Chad, los musulmanes de India, los Rohingyas de Birmania o el asesinato por un dron norteamericano del general iraní Qasem Soleimani. Y tantísimos otros galgos de la que la hercúlea funcionaria, no ha logrado enterarse.
En Irak, uno de los tantos países destruidos para siempre por los anhelos democratizadores de los Estados Unidos, que lo invadido en dos oportunidades 1991 y 2003, nada ha quedado en pie del país que con puño de hierro y extrema crueldad rigió Saddam Husein y el partido Baaz, durante casi un cuarto de siglo. Con todas las críticas que se le podrían hacer a Sadam, que son muchas, que son infinitas, Irak era un país, mientras que hoy, tras el experimento norteamericano, de reinventar un país a su imagen y semejanza, ha fracasado de manera rotunda, ya que lo sucedido esta semana deja bien claro que es ingobernable. Más allá de los males de la guerra, que no cesan, dando lugar a matanzas y atentados, que se continuaron con la aparición de distintas facciones. Librándose distintas batallas, en diferentes niveles que van desde lo estrictamente armado, a lo político, étnico y religioso, a lo que no se le puede dejar de sumar sus extremadamente ricas reservas petroleras, siempre tan codiciadas por occidente.
En este marco de situación es que desde las elecciones de octubre del año pasado, el país se encuentra sometido a un estancamiento político del que no puede salir, bloqueando el surgimiento de un nuevo gobierno.
El protagonista principal de esta situación es el poderoso e influyente líder religioso chií, sheikh Muqtada al-Sadr, que consiguió la mayoría de los escaños en disputa, en las últimas elecciones, tras lo que su organización, el Movimiento Nacionalista Saeroun, no ha conseguido legitimar su victoria dado el estancamiento político, ya que se ha negado a negociar con las otras fuerzas a las que venció en el último octubre, que se convirtieron en la de más baja participación del electorado llegando apenas al 41 por ciento de los habilitados para votar. La inestabilidad producida por el vacío de poder que está generando la irresolución de las elecciones y las disputas de al-Sadr, con los otros espacio electorales como el de Mohammed al-Sudani, del grupo Marco Coordinador, por considerarlo muy cercano a Teherán, al igual que la Alianza Fatah, liderada por Hadi al-Ameri vinculada a las Fuerzas de Movilización Popular, un grupo de milicias chiítas pro iraní.
Tras las protestas del mes de julio, que terminaron con la toma del parlamento por parte de los seguidores del sheik al-Sadr, rememorando la toma del Capitolio norteamericano el seis de enero del 2021, a quien el ex primer ministro Nouri Maliki, acusa de haber sido antes un colaborador de Teherán y ahora reconvertido en un agente de Londres, se inicia un movimiento que se conoce como la revolución de Muharran, por el primer mes del año musulmán, y particularmente sensible para la comunidad chií, ya que al décimo día del Muharran, Ashura de 680, se conmemora el martirio de Ali, nieto del Profeta, muerto en la batalla de Kerbala, el punto fundacional del chiismo, (causa común o partido) de los seguidores de Ali. Versión del islam que es mayoritaria en Irak, con algo más del sesenta por ciento de la población, frente al sunismo con poco más del treinta por ciento.
La crisis acallada.
Dada esa parálisis institucional, Sadr, llamó a conformar un “gobierno de mayoría nacional” convocando al Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y los bloques sunitas.
Mientras los seguidores del sheik los días 27 de julio invadieron el Parlamento, con la intención de bloquear la decisión del Marco de Coordinación, de convocar a una sesión parlamentaria para el día treinta, en la que se elegiría un presidente y un vicepresidente.
Los manifestantes abandonaron el recinto tras la orden de Sadr por medio de un tuit en el que decía: “Su mensaje ha sido entregado. Regrese a casa de manera segura”.
Tres días después, en el momento de la convocatoria del Marco de Coordinación, los sadristas, volvieron a ocupar el Parlamento, alentados por su líder, quien calificó la situación como una “revolución” y una “oportunidad de oro”, para cambiar la constitución y el sistema político de Irak.
Sin poderse destrabar la situación política en la que juegan fundamentalmente los intereses de Sadr y Maliki, enemigos jurados, la alternativa sería que el actual Primer Ministro, Mustafa al-Kadhimi, continúe en el cargo, hasta que la situación se destrabe y se vuelva a llamar a una nueva elección.
Lo que los sadristas no aceptaron, iniciándose más protestas no solo en Bagdad, sino también en las principales ciudades del país, en importantes choques con las fuerzas de seguridad que provocaron 34 muertos y más de cien heridos. Por lo que el gobierno de al-Kadhimi, decretó el toque de queda en todo el país, lo que no ha impedido que fueran lanzados cuatro misiles el pasado martes treinta, contra la Zona Verde de Bagdad, el área más protegida del país, que contiene edificios gubernamentales, embajadas, organismos y mucha empresas internacionales, y que durante la ocupación norteamericana se instalaron funcionarios civiles y altos mandos de las fuerzas estadounidenses. Dada la gravedad de la situación, Irán ha suspendido los vuelos y cierre de las fronteras con Irak, mientras que Kuwait y los Países Bajos instaron a sus ciudadanos y funcionarios de la embajada a abandonar el país.
Si bien en las últimas horas la situación aparenta ser más calma, después de los intentos fallidos de formar un gobierno, Sadr anunció el retiro de toda actividad política y el cierre de todas las instituciones sadristas. Recurso al que ha apelado una media docena de oportunidades. Aunque en este caso, podría ser definitivo, ya que su líder espiritual, el ayatolá Kadhim al-Haeri, de manera sorpresiva lo conminó a que volviera a alinearse con Irán.
Aunque todavía al-Sadr, todavía cuenta con el apoyo de unos siete millones de seguidores en todo el país y con acceso a importantes arsenales, lo que le permitiría a iniciar una nueva guerra civil no solo desafiando al poder político de Irak, sino también de Irán, un conflicto del que no hay que ser un experto para entender que tiene el sello de made in USA.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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