Se ha estimado que alrededor de algo más de 130.000 mujeres traspasaron el umbral de la puerta de entrada a ese Infierno. También se cree que la procedencia de las mismas sería de unos 40 países diferentes.
Por Pepe Sedano | 21/01/2024
XXX.- LOS SUPERVIVIENTES NOS CUENTAN… (III)
Continuamos, en esta ocasión, hablando de los supervivientes a los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Hemos visto en el capítulo anterior cómo relatábamos las peripecias de dos paisanos míos que habían sobrevivido al apocalíptico mundo concentracionario. Uno en Dachau (Alemania), otro en Mauthausen (Austria). Hoy nos vamos a detener en ese campo que se levantó exclusivamente para contener deportadas, sí, solo mujeres aunque –paradojas de la vida-, en alguna ocasión también albergó a hombres tras sus muros. Me estoy refiriendo al campo de Ravensbrück. Ya su nombre –la traducción al castellano sería “Puente de los cuervos”-, a primera vista, nos está indicando algo que nos llena de intranquilidad por la connotación que conlleva el nombre de estas aves córvidas omnívoras que entre su dieta también se contempla la carroña. Parece, pues, que nos está anunciando algo desagradable a pesar de no haber visto nada aún sobre el particular. Las prisioneras que tuvieron la desdicha de estar en su interior no dejaron de escuchar los insolentes graznidos de esos pájaros negruzcos que –seguramente- revoloteaban, día tras día, alrededor del campo atraídos –estoy seguro-, por el olor que desprendía el humo que salía por las chimeneas del campo, ese olor característico, en todo campo de concentración nazi, a carne quemada que salía como consecuencia del funcionamiento de sus cuatro hornos crematorios.
Al norte de la ciudad de Berlín, alrededor de unos 100 km. las autoridades nazis levantaron este campo en la propia ciudad que le dio nombre en el mismo año en el que comenzó la guerra, es decir, en 1939. Se ha estimado que alrededor de algo más de 130.000 mujeres traspasaron el umbral de la puerta de entrada a ese Infierno. También se cree que la procedencia de las mismas sería de unos 40 países diferentes. Todas y cada una de ellas no escaparon a las miles de humillaciones y atrocidades que contemplaban o sufrían en sus propias carnes, a diario, durante el tiempo que permanecían en el mismo. Afortunadamente para ellas, después de transcurrido un tiempo prudencial para los responsables SS, eran trasladadas a otros campos –sabemos que hay mujeres en Auschwitz, en Bergen-Belsen, en Sobibor, en Mauthausen…-; Se han dado cifras -en cuanto a la mortandad de mujeres en Ravensbrück- que, como en tantas ocasiones, en esta ocasión también hay que hablar de miles de víctimas. Por un lado se ha hablado que 50.000 prisioneras perecieron en ese lugar como consecuencia de las durísimas y penosísimas condiciones en las que fueron humilladas y oprimidas. Igualmente se habla que también perdieron la vida 2.200 mujeres que fueron asesinadas en sus cámaras de gas. Lo cierto es que sea una cantidad, sea otra, son cifras que espantan, no hay capacidad mental para asimilar ese ingente número de muertes, un día tras otro. Perecían unas centenas, al día siguiente llegaba un convoy con más “materia prima” para sustituir la deficiencia del día anterior. Y así un día, y otro, y otro… El número exacto de muertes, en todos los campos, jamás se podrá saber. Seguro que es incalculable pero, de haberse podido, sería un número con muchas, muchas cifras. Hemos sabido que por ese campo también pasaron españolas, alrededor de unas 400. Hoy vamos a escribir sobre ellas. «Aquellas mujeres fueron capturadas tras luchar en España contra el fascismo y huir principalmente a Francia para participar en la Resistencia como miembros destacados. Su función fue fundamental para que sus camaradas masculinos pudieran operar (…). En su lucha no les hizo falta empuñar un arma, pero sí saber combinar una vida cotidiana que les permitiera pasar desapercibidas con la complejidad de trabajar en la Resistencia (…). Usaron el sabotaje. Reducían la producción de material armamentístico que tenían que fabricar diariamente y hacían de todo para adulterar la calidad de la pólvora. Sabían que ese material sería usado contra los aliados y que, si evitaban que esas armas funcionasen, estaban salvando las vidas de los suyos. Era una forma muy inteligente de combatir al enemigo desde dentro».
De entre esas 400 españolas me voy a centrar en tres de ellas. Dos catalanas: Neus Catalá Pallejà y Mercedes Núñez Targa, y una jiennense: María Antonia Benítez Luque porque son las mujeres que más he estudiado en relación con la deportación femenina. Neus fue la primera de la que tuve conocimiento y sus libros fueron los primeros que llegaron a mis manos. Mercedes Núñez Targa llegó después pero entró en mi vida muy de lleno como más adelante veremos y, por último, María Antonia porque es la única –creo no equivocarme- andaluza que pasó por Ravensbrück. Y precisamente voy a empezar por ella.
No tengo ningún testimonio –ni oral, ni escrito-, sobre ella. No obstante, hasta donde hemos podido investigar hemos sabido que había nacido en la localidad de La Carolina (Jaén) el 25 de febrero de 1921, hija de Manuel Benítez Ruíz (de La Carolina) y de María Antonia Luque Almunia (de Andújar). Tenía 20 años cuando aparece su rastro en Francia. No tenemos constancia del momento de su detención pero ésta tiene lugar en la localidad gala de Romainville (Departamento de Seine-Saint Denis) en la Îlle de France, extramuros de la ciudad de París, donde residía con su marido Renè Cha. Igual que no sabemos cuándo fue detenida, tampoco sabemos ni cúando, ni cómo llegó a París ni el motivo de su detención aunque, quizá pudiéramos achacarlo a supuestas actividades atribuibles a su marido –quizá formara parte de la Resistencia francesa contra el invasor teutón-.
Sí conocemos que desde la localidad de Romainville, donde fue detenida, es deportada. Primero pasó por Neue Bremm –éste era un campo de tortura a disposición de la Gestapo (Policía Secreta del Estado) situado en Saarbrücken (Alemania), muy próximo a la frontera francesa-, a donde llega el 14 de junio de 1944. Este lugar se trataba, en realidad, de un campo de tránsito donde estaban recluidos unos días antes de ser enviados a un campo de concentración como tal lo conocemos. El 25 de junio de 1944 es trasladada al campo de Ravensbrück, campo exclusivo de mujeres –como hemos visto-, asignándole el número de matrícula 43.218. Allí permanecería padeciendo todo tipo de vejaciones, humillaciones y sufrimientos inimaginables, hasta el día de la liberación del campo, el 30 de abril de 1945, por el Ejército Rojo. Precisamente el día que Hitler se quitó la vida en el búnker de Berlín. Casualidades de la vida.
Las historias de Neus y Mercedes abultan más que la de María Antonia. De Neus Catalá sabemos que en el año 1937, durante la guerra de España, ya es Diplomada en Enfermería y forma parte del JSU – Juventudes Socialistas Unificadas, en este caso en Cataluña. Sabemos que había tenido lugar la fusión, en una única sigla, entre las Juventudes Socialistas y las Comunistas-. Había nacido en una localidad tarraconense y cuando comenzó la guerra, en 1936, se trasladó a Barcelona. Como tantos cientos de miles, Neus cruzará la frontera francesa. Y lo hizo con 182 niños huérfanos que había en la colonia Negrín, ubicada en Premiá de Dalt, que estaban bajo su custodia. Una vez en el país galo, Neus colaborará en las actividades de la Resistencia francesa. En su casa se había centralizado la recogida la transmisión de mensajes, de armas, así como de documentación. Fue en el año 1943 cuando alguien la denunció a las autoridades de ocupación. Fue recluida, vejada, maltratada y vilipendiada en la prisión de Limoges.
Sería en 1944 cuando fue deportada hacia el campo de Ravensbrück. Después de pasar un tiempo en este campo y participar, como algunas de sus compañeras, en atentados contra los productos que se fabricaban en kommandos dependientes de Ravensbrïck, consistentes en la malformación de aparatos o municiones con destino al frente, es deportada nuevamente. En esta ocasión será hacia el campo de Flossenburg –donde Enric Marco, el impostor, decía que había estado sufriendo su deportación cuando en realidad lo que había hecho era trabajar a favor del Reich en la fabricación de armamento para la Whermacht-, y allí deberá trabajar para la industria armamentística alemana. Cuando la liberaron volvió a Francia y allí continuó su lucha clandestina contra el franquismo. Fue militante del PCC y de EUIA. Fue Presidenta de la Amical de Ravensbrück desde su fundación en 2005. Recibió la Medalla de Oro al Mérito Civil del Ayuntamiento de Barcelona, la Cruz de San Jordi y Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña. Publicó varios libros contando su experiencia en el campo de Ravensbrück.
Mercedes Núñez Targa no se queda atrás de Neus. “Mercedes sufrió la guerra, la cárcel, el exilio y la deportación. Mujer rebelde y valiente, consideró que tras la derrota republicana su lucha debía continuar y que tras la ocupación nazi de Francia su deber no era aceptarla, sino combatirla. Se enfrentó al fascismo en España, Francia y Alemania, sobrevivió al horror nazi con coraje y dignidad hasta la liberación del campo donde fue deportada y cuando por su falta de salud solo era una destinada al crematorio. Una mujer a la que el dolor tatuó cada pliegue de su Memoria, que convirtió ese dolor en resistencia y vivió con la imperiosa necesidad de transmitir su testimonio, porque siempre creyó en un mundo de justicia, sin guerras, sin hambre, en un mundo libre”.
De Mercedes conservo una extensa carta que recibí, de su puño y letra, y aún conservo en la que me explicaba todo su calvario de Ravensbrück. Esa carta se publicó en Memoria e Sentimiento, cuaderno de opinión que edita Levada libre –colectivo cultural y de opinión tudense (de Tuy, Pontevedra), abierto para todos aquellos que aman las causas justas-, bajo el título de “Historia de una carta”, gracias al buen hacer de María Torres, documentalista e historiadora afincada en Vigo. Fue María, igualmente, quien escribió sobre Mercedes Núñez Targa en este mismo medio, o sea, en esta revista NR. Y lo hizo con fecha 26 de enero de 2021, hablando tanto de Mercedes como de esa carta, en un magnífico artículo titulado Mercedes Núñez Targa y la historia de una carta, en la que se me cita como titular de esa epistola a la que nos estamos refiriendo. Esa carta está publicada en mi primer libro “El Infierno y sus puertas. Mauthausen, Treblinka, Sachsenhausen y Ravensbrück. Mis conversaciones con el deportado Amadeo Sinca y Dante Alighieri” –que por cierto ya se ha agotado la cuarta edición-, porque está basado en cuatro testimonios de otros tantos deportados de diferentes campos de concentración, entre ellos, el de Mercedes. Pero mi relación con Mercedes también va más allá. Una vez publicado mi primer libro, María Torres hizo lo imposible para que se presentara en Vigo. Y lo consiguió. Fue en la sala cultural de “El Faro de Vigo”, en febrero de 2018. María me presentó al público asistente en dicho auditorio. Entre María y yo estuvo presente durante todo el acto, dentro de un marco acristalado que había llevado su hijo Pablo Iglesias Núñez a este acto, el triángulo rojo de prisionera política que había llevado su madre, o sea, Mercedes Núñez Targa, en el campo de concentración de Ravensbrück. Nunca podré agradecérselo del todo a ambos. De Mercedes se podría hablar mucho y bueno. Su historia es increíble. Solo hay que leer sus publicaciones para darse cuenta. Leedlas, por favor.
Para la redacción de este artículo se han consultado, tanto la bibliografía como las páginas web que siguen:
SEDANO MORENO, Pepe. “El Infierno y sus puertas. Mauthausen, Treblinka, Sachsenhausen y Ravensbrück. Mis conversaciones con el deportado Amadeo Sinca y Dante Alighieri. Almería: Editorial Círculo Rojo. 2017.
https://nuevarevolucion.es/mercedes-nunez-targa-y-la-historia-de-una-carta/
(Publicado en NR el 26/01/2021).
http://www.heroinas.net/2019/08/mercedes-nunez-targa-luchadora.html
Se el primero en comentar