Guerra en Ucrania: Levantar la bandera de la paz

nuestro país debería suscribir, como reclaman las asociaciones pacifistas y de derechos humanos, el tratado de prohibición de armas nucleares promovido por la ONU, lo que implicaría, una vez suscrito, la prohibición absoluta de existencia de armas nucleares en nuestro territorio

Por Antonio Gómez Movellán

Todo conflicto entre países tiene orígenes y motivaciones diversas, pero ninguna justifica la ocupación de países, el asesinato masivo de miles de personas o la imposición de Estados excepcionales de guerra. Las ultimas invasiones militares desde Afganistán hasta Siria pasando por Libia o Irak demuestran a las claras que esas ocupaciones no se pueden justificar en una supuesta PAX imperial ya que las consecuencias de las guerras suelen ser mucho peores que la paz que se quiera imponer por la fuerza.

Las estrategias de la OTAN, las amenazas de guerra termonuclear por parte de Rusia, el incremento de la producción y trasiego de armas y el incremento de los presupuestos de guerra de casi todos los países no apuntan en favor de la resolución pacífica de los conflictos internacionales. Tanto en Rusia como en Ucrania, sus gobiernos ceban la bomba de la guerra y se inflaman los discursos ultranacionalistas y las iglesias ortodoxas de cada país animan a los jóvenes a su enrolamiento en los ejércitos mientras se impide la objeción de conciencia. En las iglesias cristianas ucranianas y rusas, sus popes ya no rezan por la paz, sino por la victoria, y los gobiernos decretan medidas de leva obligatoria, para unos jóvenes que están muriendo masivamente en el frente: se estiman en 70.000 los soldados y cerca de 50.000 los civiles que ya han muerto en un año de guerra.

En nuestro país es inquietante el uso que se pueda estar dando a la base de EEUU en Rota, donde se sospecha del trasiego de armas y submarinos nucleares, con lo que ello significa de inseguridad en un contexto bélico de amenaza nuclear, y por ello, en la senda que trazaron Albert Einstein o Bertrand Russell, nuestro país debería suscribir, como reclaman las asociaciones pacifistas y de derechos humanos, el tratado de prohibición de armas nucleares promovido por la ONU, lo que implicaría, una vez suscrito, la prohibición absoluta de existencia de armas nucleares en nuestro territorio; pero el belicismo es la propaganda y la doctrina oficial de los gobiernos europeos en esta guerra y donde los conceptos de no alienación o neutralidad, que han sido conceptos que han contribuido, históricamente, a la paz, son ahora denostados en nombre de la “guerra justa “y otros conceptos similares de claro origen religioso.

Además, todo este clima deriva en un deterioro de la información plural ya que se decreta una especie de estado de propaganda, donde la censura de guerra vuelve a parecer sometiendo a las personas a verdaderos bombardeos de propaganda belicista. En los países en guerra, como hemos vistos en Rusia, las movilizaciones pacifistas son reprimidas y la objeción de conciencia se limita de tal manera que pierde todo su sentido. La democracia y las libertades de las personas pierden en los periodos bélicos y así vemos que la participación de nuestro país en esta guerra ni siquiera se ha llegado a discutir en el Parlamento y medidas tan importantes, para nuestra seguridad, como el envío de armamento ofensivo a Ucrania no se ha votado ni siquiera en el Congreso.

En el contexto de la amenaza nuclear es conveniente traer a colación una carta que dirigió Albert Einstein a unos estudiantes: “el aumento constante de la carrera de armamento de los países indica con toda claridad que solo se preparan para una guerra. Estoy convencido de que el remedio solo puede provenir de los pueblos. Son ellos quienes, si quieren sacarse de encima la esclavitud del servicio militar, tienen que decidirse por un desarme total, en otro caso cada conflicto los llevará a la guerra. Un pacifismo que no ataque activamente el armamentismo de los Estados no podrá conseguir nada”.

En nuestro país, desgraciadamente, la bandera de la paz está en el fondo del armario y nadie parece estar dispuesto al levantarla.

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