De mucha de esta gente aprendimos a trabajar en silencio para hacer ruido, a defender la justicia sin temor
Por Isabel Ginés y Carlos Gonga
Se oían disparos en el tranquilo pueblo. Todo el mundo, encerrado en casa, sabía de dónde venían esos disparos: de la tapia del cementerio. Sobraban hombres en España, los que no querían vivir en un país gobernado por un genocida. Miles de personas con diferentes ideales, hombres buenos que anhelaban la libertad. Los disparos rompían el silencio y su siniestro sonido llegaba a todos los habitantes del pueblo. La oscuridad se apoderó del lugar mientras decenas de hombres y algunas mujeres eran víctimas del odio fascista en esas tapias. Sus cuerpos, ya inertes, arrojados a fosas comunes. Su lucha nos ha enseñado a no ser cobardes, a no tener miedo.
De mucha de esta gente aprendimos a trabajar en silencio para hacer ruido, a defender la justicia sin temor. Por eso, ahora que derecha y ultraderecha intentan eliminar las políticas de memoria democrática, debemos recordar que la memoria somos todas, somos todos. Somos la unión de miles de personas que no se conocen luchando por lo que es justo. Trabajamos generando mucho ruido, aunque también en silencio. Seguiremos luchando por desenterrar víctimas, por dar conferencias, por organizar exposiciones, por publicar libros o artículos, por concentrarnos y manifestarnos. Lucharemos defendiendo la necesidad de la memoria histórica, somos el reparo del que carece el fascismo para repetir la historia.
Les molesta la memoria democrática porque muestra sus actos, porque demuestra su complicidad con violadores, torturadores y asesinos. La memoria histórica revela cómo algunos de esos fascistas que aún hoy se mueven por España con total libertad perpetraron estas atrocidades. Les recuerda lo malvados que fueron en el pasado. A ningún criminal le agrada que le señalen y hagan saber al pueblo quién fue, quién es. Tuvieron el poder y el control del relato en su momento, pero, ahora que las voces silenciadas hablan, los silenciadores ya no pueden imponer su versión. Algunas de sus propias víctimas y las familias de muchas otras siguen luchando incansablemente, miles de activistas trabajan para revelar innumerables historias y recuperar restos. Arqueólogas y arqueólogos se enfrentan al calor y a las inclemencias para recuperar a sus seres queridos. La memoria democrática molesta ahora a los fascistas porque gracias a ella descubrimos quiénes fueron y son en realidad.
Provenimos de aquella gente a quien le quitaron la vida frente al paredón, levantando el puño por la libertad; de aquella mujer que, tras ser violada por varios soldados, gritó “¡Viva la República!”. Provenimos de miles de personas honestas, trabajadoras e inocentes que fueron asesinadas injustamente. ¿Cómo podríamos tener miedo? Debemos tener cautela, ser conscientes y prever posibles peligros pero no con temor sino de forma racional. Debemos tener precaución porque conocemos, gracias a la memoria democrática, las atrocidades cometidas por el fascismo en el pasado. Sabemos de lo que son capaces, de su intención obsesiva de ir en contra de las minorías, de negar derechos fundamentales, de violar los derechos humanos, de imponer su versión distorsionada de la historia, de señalar a la gente oprimida y diferente. Lo hemos visto en el municipio valenciano de Náquera, donde no solo rechazan sino que han prohibido las banderas LGTBI en balcones y fachadas de instalaciones municipales. Avergüenza esta involución social, aunque no nos sorprende: el fascismo del siglo pasado no solo mató personas, también muchos derechos.
Somos testigos de cómo los adeptos del fascismo actual quieren destruir la política en torno a la memoria histórica, de cómo señalan a inmigrantes y a menas, de cómo inventan acusaciones sobre las ocupaciones. Observamos cómo van en contra de los más socialmente débiles, de los oprimidos, de los derechos fundamentales y de aquella gente que les recuerda lo perversos que fueron, pero lo seguimos haciendo. Seguimos revelando cómo disfrutaron obrando con maldad y alevosía. No tenemos ni tendremos miedo, aunque no nos debe faltar cautela: debemos conocer quiénes son, sus movimientos y sus tácticas. Debemos tener precaución con estas personas pero jamás tenerles miedo. Nunca les tendremos miedo porque somos antifascistas y actuamos en contra del fascismo y de sus políticas, en contra de cualquier tipo de discriminación, en favor de la democracia y en contra de la supresión de derechos y de libertades.
No tuvimos miedo en el pasado, no lo tenemos ahora ni lo tendremos en el futuro: afrontaremos esta situación con calma, con paciencia, con unión y con determinación. Trabajaremos en este oscuro presente porque sabemos que el futuro es nuestro.
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