Etiopía se retira de Tigray ante la amenaza externa

Adis Abeba temé más una acción combinada de los ejércitos sudanés y egipcio, que a las milicias tigriñas

Por Angelo Nero

El conflicto abierto en Etiopía ha dado un nuevo giro de tuerca, en uno de los muchos frentes abiertos desde la llegada al poder del primer ministro Abiy Ahmed, con la firma de un tratado de cooperación entre Sudán y Egipto, a finales de junio, en medio de las fuertes tensiones que unen a ambos países contra la antigua Abisinia, que tiene previsto un segundo llenado de la Gran Presa del Renacimiento entre julio y agosto, aprovechando la estación de las lluvias, algo que les puede reportar graves daños económicos a sus vecinos, por la merma del caudal del Nilo.

No es casualidad que las maniobras militares conjuntas de los ejércitos egipcio y sudanés del mes pasado, fueran nombradas “Protectores del Nilo”, cuando las negociaciones entre los tres países, sobre la polémica presa, se dan por rotas.

Ante el recelo etíope por estos movimientos de sus vecinos, el gobierno de Abiy Ahmed se ha visto forzado a declarar un alto el fuego en Tigray, la región rebelde que invadió hace ocho meses, a sangre y fuego, dejando miles de muertos entre la población tigriña, cien mil refugiados que han cruzado la frontera sudanesa y una crisis humanitaria de incalculable magnitud, en la que se habla de un millón y medio de desplazados internos.

A pesar del argumento del gobierno federal de que el cese de hostilidades se orienta a “permitir a los agricultores labrar sus tierras, y a los grupos de ayuda operar sin ningún tipo de movimiento militar”, en medio del fantasma de la hambruna, causada no solo por la guerra, sino por la sequía, la plaga de la langosta y la pandemia del covid-19, a ningún analista se le escapa que Adis Abeba temé más una acción combinada de los ejércitos sudanés y egipcio, que a las milicias del TPLF, y le urge reforzar sus fronteras. “Hemos completado la retirada de armamento y otras propiedades militares de la región tras la reciente operación. Ahora estamos en buena posición para prepararnos para proteger la soberanía de la nación de cualquier amenaza externa”, ha declarado Abiy.

Todo esto sucede solo una semana después de las elecciones legislativas en las que Abiy Ahmed pretendía refendar su demolición del federalismo étnico, su liderazgo cuestionado tras la guerra de Tigray, y aumentar el respaldo a su Partido de la Prosperidad.

Unos comicios en los que, obviamente, no participaron los tigriños, -el Frente para la Liberación Popular de Tigray (TPLF) fue declarado por el gobierno “organización terrorista” a principios de mayo-, pero tampoco las principales organizaciones del pueblo oromo, -el Ejército de Liberación Oromo (OLA), también recibió la misma calificación por el gobierno federal-, y con las que fueron muy críticos, a pesar de que si concurrieron, el Partido del Pueblo Afar, y el Movimiento Nacional Amhara, que denunciaron varias irregularidades en el proceso.

tigray

A falta de los resultados definitivos de las elecciones, el primer ministro etíope tiene pocos motivos para celebrar, ya que tras el anuncio de alto el fuego y la inmediata retirada del ejército –y de la administración provisional que había sustituido al gobierno regional de Debretsion Gebremichael, que sigue en la clandestinidad-, el TPLF ha recuperado terreno rápidamente y ha anunciado que ya había tomado el control de la capital, Mekelle, apresurándose a pedir la ayuda humanitaria internacional que estaba siendo bloqueada por el gobierno etíope.

La portavoz de exteriores de la Unión Europa, Nabila Massrali, también ha hecho hincapié en esto: “El alto el fuego tiene que materializarse pronto y debe estar acompañado por un acceso humanitario inmediato, y sin restricciones, a todos los afectados por el conflicto en la región, así como por la retirada de las tropas eritreas.”

Confirmada la toma de Mekelle por parte de las Fuerzas de Defensa de Tigray (TDF), que habían lanzado una ofensiva la pasada semana, podrían completar en breve la recuperación de la estratégica ciudad de Shire y el resto de las poblaciones tigriñas, así como las áreas tomadas por las milicias amharas, a pesar de que el gobierno del kililoch Amhara ha advertido: “Queremos asegurarles una y otra vez que si existe el deseo de apoderarse de estas áreas ilegalmente, no hay amhara que no pague el precio por su libertad.”

Los soldados eritreos, acusados de las peores atrocidades de esta guerra, incluyendo violaciones masivas de mujeres y niñas tigriñas, están abandonando las ciudades de Shire, Axum y Adwa, que ocuparon junto al ejército etíope y las milicias amharas, ante el avance imparable de las TDF.

El pasado febrero Amnistía Internacional denunció una masacre en Axum, que dejó 240 víctimas: “La evidencia es contundente y apunta a una conclusión escalofriante. Las tropas etíopes y eritreas llevaron a cabo múltiples crímenes de guerra en su ofensiva para tomar el control de Axum. Más allá de eso, las tropas eritreas hicieron estragos y mataron sistemáticamente a sangre fría a cientos de civiles, lo que parece constituir crímenes de lesa humanidad”, dijo Deprose Muchena, directora de Amnistía Internacional para África Oriental y Meridional. “Esta atrocidad se encuentra entre las peores documentadas hasta ahora en este conflicto. Además del elevado número de muertos, los residentes de Axum se vieron sumidos en días de trauma colectivo en medio de violencia, duelo y entierros masivos”.

Toda la zona es, ahora mismo, un enorme polvorín, ya que a los conflictos internos en Etiopía –el de Tigray no es el único en activo- se le suman las tensiones con Sudán y Egipto, así como las consecuencias de la implicación de Eritrea en la guerra contra el TPLF, donde ya no está tan claro el resultado de la misma.

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