España sí es racista

El racismo, como la más profunda estupidez humana, no se trata de un asunto propio del fútbol.

Por Daniel Seixo

Existen asuntos prioritarios para una sociedad a los que, sin embargo, la mayoría de sus miembros deciden darle incomprensiblemente la espalda. Existen males intrínsecos al ser humano, escondidos en la parte más recóndita de nuestras sociedades, que se repiten generación tras generación, sin que el silencio social logre acallar los gritos de aquellos que sufren en sus carnes el constante peso de la desigualdad. El racismo, como la más profunda estupidez humana, no se trata de un asunto propio del fútbol. Aunque de forma lamentable, puede que efectivamente dicha actitud se reproduzca especialmente en sus estadios. Amparados en la particular atracción que el anonimato produce para los especímenes más cobardes del Homo sapiens, los gritos racistas, las consignas segregacionistas o los sonidos evocando a un pariente animal –en cierta forma, moralmente más evolucionado que gran parte de nuestros congéneres– se reproducen como muestra del profundo desprecio que estos miserables se sienten por el que considerando diferente. Los racistas siempre ven en el otro a un enemigo, a alguien que no merece el mismo respeto y consideración que ellos mismos exigen.

En muchas ocasiones, tratar de razonar con aquellos que apoyan la discriminación, la segregación o incluso el exterminio de sus semejantes humanos, extremamente en ideas acientíficas o religiosas, es en gran medida absurdo. La historia nos muestra claramente cómo el racismo ha sido utilizado por los Estados para desviar el descontento social, justificar el fracaso de una gran parte de la población y convertirse en el objeto de la ira de aquellos que no se atreven a buscar al verdadero culpable. La barbarie nazi, la segregación y persecución racial en Estados Unidos, el régimen del apartheid en Sudáfrica o el profundo racismo contra los indígenas, presente en mayor o menor medida en toda América Latina, son ejemplos claros de esto.

La única cura posible para el racismo es la educación. Uno puede viajar a lugares diferentes y seguir siendo un racista intolerante que mira con desprecio a los trabajadores locales. Uno puede trabajar junto a compañeros de diferentes razas o etnias y seguir tratándolos como inferiores. Pero cuando uno crece y se desarrolla en una sociedad que fomenta la igualdad y no ve la discriminación en los apellidos, en el barrio donde vive, en el color de su piel o en su lugar de origen, entonces es más probable que aprenda a tratar a los demás como iguales. La educación es la clave para erradicar el racismo, un modelo social justo e igualitario es la mejor vacuna contra la intolerancia. Es importante que la sociedad fomente la igualdad y enseñe a las personas a valorar y respetar a todos, independientemente de su raza, género, etnia o religión. Solo así podremos construir una sociedad más justa y equitativa para todos.

El racismo es un problema que se origina principalmente por el odio, la frustración, la falta de educación y la cobardía. Muchas personas buscan sentirse superiores o especiales utilizando cualquier motivo, como el color de la piel, los rasgos, la raza, entre otros detalles insignificantes. Sin embargo, estos detalles nunca podrán explicar la honradez de Mandela, la valentía de Thomas Sankara, el enorme talento de Ray Charles, la rebeldía de Rosa Parks, la rapidez de Jesse Owens, la pegada de Muhammad Ali, el talento de Ha Jin, la poesía de Angélica Ortiz o la visión de Albert Namatjira. No podrán explicarlo, porque pretenden estructurar divisiones en una humanidad que camina de forma conjunta en la base de su trabajo y talento.

En la actualidad, el fútbol es un fenómeno de masas que mueve miles de millones de euros cada año y es conocido como el deporte rey en nuestro país. Atrae a cientos de miles de personas a los estadios cada semana, proporciona audiencias televisivas impresionantes y monopoliza los sueños de miles de niños y adultos que lo ven como un referente para seguir.

Los futbolistas son hoy en día auténticos referentes sociales para gran parte de nuestra población y muchos niños quieren seguir sus pasos. Sin embargo, Allan Nyom, Diakhaby, Eto’o, Umtiti, Kameni, Ronaldo, Wilfred Agbonavbare, Iñaki Williams, Paulao, Marcelo, Vinicius… Todos ellos han sufrido en sus propias carnes el racismo por parte de unos espectadores y una sociedad que considera que los comportamientos discriminatorios son un derecho adquirido con su entrada. En el fútbol español, comparar a un jugador con un mono, llamar al compañero o rival negro de mierda o incluso los cánticos y símbolos racistas, nunca han supuesto un motivo lo suficientemente importante como para que el espectáculo se detuviese por un instante. El balón debe seguir rodando pase lo que pase, y quienes intenten impedirlo son considerados locos, a pesar de haber soportado insultos racistas por parte de gran parte del estadio, como le sucedió a Samuel Eto’o en La Romareda.

Es importante que tomemos medidas para acabar con el racismo en el fútbol y en la sociedad en general. Debemos ser conscientes de que el racismo no tiene cabida en el deporte y que debemos trabajar juntos para erradicarlo. Los jugadores, los espectadores y los organizadores del fútbol tienen una responsabilidad en este sentido. Debemos trabajar juntos para educar a las personas y fomentar la igualdad y el respeto hacia todas las personas, independientemente de su raza, género, etnia o religión.

Es crucial que se tomen medidas efectivas para prevenir y sancionar los actos de racismo en el fútbol, ​​incluyendo la suspensión del partido si es necesario. Además, los jugadores y los clubes deben tomar una posición clara contra el racismo y ser modelos a seguir para los fans. Es importante que los espectadores comprendan que el racismo en el fútbol no es aceptable y que deben respetar a todos los jugadores, independientemente de su origen o color de piel.

Pero esto no resultará posible mientras se legitimen posiciones políticas de ultraderecha, se financien a grupos ultranacionalistas en el extranjero, se permita la entrada a los estadios de hinchadas neonazis y se mire para otro lado ante el genocidio en el Mediterráneo y esos campos de concentración llamados CIE’s. El racismo en el estado, los insultos racistas contra el jugador del Real Madrid, Vinicius Junior, suponen la cara más visible de una sociedad profundamente racista. Pero por debajo de esa superficie mediáticamente analizada, se esconde el racismo diario, el sufrimiento de amplias minorías y un problema al que urge buscarle solución.

La actitud valiente y decidida de Vinicius Junior, debe suponer un punto y aparte en nuestra forma de encarar el racismo en el estado español. No sirven las excusas, ni los actos cínicos y oportunistas que no aportan soluciones a la raíz del problema. Hoy necesitamos una actitud activa y antirracista, el resto es ponerse del lado del odio, ponerse del lado de los racistas. Supondrá seguir ocultando las actitudes racistas y, por tanto, seguir siendo una sociedad racistas. Porque pese a que a muchos les pueda molestar: España es hoy un país racista.

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