Entrevista a Pablo Sánchez: «El racismo y la xenofobia son utilizadas contra los más vulnerables para justificar más vallas, más armas y más gasto»

Líbano es el país que más refugiados per cápita tiene del mundo: el gobierno sitúa la cifra en 1.5 millones de personas refugiadas en un país de 6 millones de habitantes.

Por Ricard Jiménez

En un artículo reciente, Alaaddine Azzouzi, recordaba que ahora hace 36 años que el PSOE de Felipe González aprobó la primera ley de extranjería en el estado español. 36 años y las cosas continúan cargadas de carencias, injusticias y tropelías, además de un desconocimiento mayúsculo. Tan cerca y tan desconocido… Tanto que es un caladero de votos para la ultraderecha, a base de bulos, obviamente.

Independientemente nunca está de más bajar la mirada y retrotraerse, viaje atrás, para conocer y reconocer la travesía inhóspita que termina conduciendo, de forma remediable, a las costas mediterráneas de la Europa del sud.

Para tratar el tema nos adentramos en el Líbano de la mano de Pablo Sánchez, Cofundador y coordinador de equipo de The Health Impact, una organización afincada en las entrañas del Líbano.

  • ¿Cuál es la situación actual en el Líbano?

La respuesta a esta pregunta es especialmente complicada. Una crisis de carácter multidimensional asola a un país que da bandazos en un túnel que parece no tener final.

Yendo a lo concreto, y sin adentrarnos en un análisis lo suficientemente denso como para elaborar una tesis doctoral, podríamos distinguir, grosso modo, varias crisis interconectadas entre sí cuyo origen radica no sólo en la corrupción del país como tanto se explicita. De hecho, achacar los males del país a esto mismo es no ser capaz de discernir los diferentes actores intervinientes en Líbano y Oriente Medio que precisamente provocan que el país se encuentre en esta situación.

Por un lado, encontramos que Líbano ha tenido que hacer frente a una crisis migratoria que ya cumple diez años sin una solución a la vista capaz de incorporar la inclusión de los refugiados en el país o su vuelta a Siria. Las políticas aplicadas por el gobierno libanés en este área se componen —principalmente y dentro un marco solidario que no encontramos en Europa— por restricciones continuas en todos los ámbitos que podamos imaginar (laboral, de movilidad…), que también se aplican a aquellas organizaciones no pertenecientes al gobierno y que de una u otra forma intervienen en la vida de las personas refugiadas, como las de carácter humanitario.

Por otro lado, las protestas iniciadas en 2019 y que todavía perduran en algunas zonas del territorio libanés, aunque de forma más residual, trajeron varias dimisiones dentro del gobierno, las cuales culminaron con la explosión en el puerto de Beirut meses más tarde. Éstas apuntan contra toda una clase política incapaz de hacer frente a las necesidades de sus ciudadanos y residentes en el país, y contra cualquier elemento partícipe en la erosión de sus derechos más básicos.

Por último, además del colapso del sistema sanitario libanés que la COVID-19 ha ocasionado, en el último año los libaneses han experimentado la devaluación de la moneda en un 100%, lo que ha provocado la pérdida de poder adquisitivo entre las clases más bajas y aquellos que reciben su salario en moneda nacional (90 de cada 100). La población situada bajo el umbral de la pobreza se ha disparado hasta el 77% según la ONU, a lo que hay que añadir la falta de alimentos, electricidad, medicinas y gasolina.

  • Tras las últimas catástrofes en el país, ¿se han aplicado medidas políticas para afrontar la crisis?

Medidas para afrontar la crisis ha habido, pero el país, hasta hace dos semanas, había pasado más de un año sin gobierno, por lo que las diferentes políticas y medidas enfocadas a amortiguar los efectos de lo relatado en la anterior pregunta todavía tardan en llegar, y las pocas que se han puesto en marcha no se han materializado en una mejoría del nivel de vida de la población. Esto no quiere decir que la voluntad falte, tanto dentro como fuera de sus fronteras. De hecho, son varios programas internacionales los que parecen estar a la espera del cumplimiento de específicas condiciones por parte del país para aliviar la tensión social y el hambre entre la población. Habrá que ver en qué quedan.

  • Uno de los problemas del país es el que se vive con la migración, ¿cómo están los campos de refugiados?

Líbano es el país que más refugiados per cápita tiene del mundo. El gobierno sitúa la cifra en 1.5 millones de personas refugiadas en un país de 6 millones de habitantes. La gran mayoría de las estimaciones ubican este número entre el 15% y 25% de la población.

Teniendo esto presente, las medidas que el gobierno libanés aplicó desde que se vio afectado por el conflicto en el país vecino han tenido una repercusión directa en la forma de vida de las personas refugiadas. Los asentamientos en los que viven son informales, no están administrados por el Estado, y entre las limitaciones que establece el gobierno para las familias refugiadas encontramos que no tienen permitida la construcción de viviendas, por lo que llevan años viviendo en tiendas de campaña hechas con lonas de plástico y madera que arden con facilidad por el tendido eléctrico que colocan ellas mismas. Además, en invierno son especialmente frías por no poder conservar el calor y en verano se convierten en un horno.

La insolidaridad de Occidente, sin entrar en cuál es el causante último del problema que encara el país levantino, ha provocado que éste mismo tenga que hacer frente a una crisis migratoria que ha desembocado en una crisis humanitaria. Nosotros, desde The Health Impact, encontramos que en cada casa entran de media cuarenta dólares, por lo que os podéis hacer una idea del nivel de vida que tienen.

  •  ¿Cuál es el origen mayoritario de estos migrantes, por qué y cómo llegan al Líbano?

La gran mayoría de las personas refugiadas llegan al Líbano huyendo de la guerra en Siria; muchas de ellas también escapan del servicio militar obligatorio. Cruzan la frontera y dependiendo de la política migratoria de Líbano, lo hacen de una forma u otra. También ilegalmente.

El grueso de la población refugiada residente en Líbano vino a comienzos de la década pasada, cuando Europa, algo más tarde, también vivió los vergonzosos episodios por la falta de políticas de acogida y militarización de sus fronteras.

  • ¿Tiene algo que ver la política migratoria de la UE? ¿Qué relaciones guarda la unión europea con el Líbano?

Existe una relación directa con la situación de los refugiados en el país y el no acogimiento por parte de Occidente. Esto es, la falta de apoyo en la reubicación de personas refugiadas con los países vecinos que acogieron el grueso cuando la guerra civil siria comenzó. Y no sólo la falta de apoyo, si no la política migratoria europea que a través de la externalización de las fronteras mantiene a las personas refugiadas atrapadas en un país externo sin una posibilidad de reubicación real.

A través del ingreso de ingestas cantidades de dinero, los países limítrofes mantienen a las personas refugiadas y migrantes dentro de las fronteras europeas y, aunque el Líbano no queda especialmente cerca, también sirve a la UE como herramienta de contención de miles de personas refugiadas. El ejemplo más claro de esto lo podemos ver en Turquía, especialmente con las maniobras de Erdogan al utilizar a las personas refugiadas como peones y elementos de presión en su estrategia política.

  • ¿Qué trabajo o qué aplicaciones se deberían /podrían hacer para soliviantar el problema?

Para acabar con el problema habría que poner el foco en aquello que lo produce. En los próximos años, a no ser que algún mal mayor fuerce a los residentes en el país a huir, no parece que la situación en la que se encuentran las miles de personas refugiadas viviendo en Líbano vaya a cambiar. Evidentemente, son muchos los escenarios los que podríamos plantear como posibles para que las familias refugiadas dejaran de vivir en las condiciones en las que se encuentran, pero muy pocos o ninguno parecen estar cerca de producirse.

Si queremos ver un trabajo real capaz de aliviar el problema hemos de centrarnos en cómo las actuales organizaciones humanitarias están desarrollando su trabajo. Hablo de aquellas que tienen capacidad de hacerlo de forma que repercuta en la vida de las personas refugiadas y no sirvan como una herramienta más del Estado, distractora, conductora de la rabia social o alternativa a un cambio de sistema que a través del imperialismo y la colonización produce los problemas que Oriente Medio padece actualmente. Porque para que esto no se reproduzca por diferentes puntos del planeta de forma periódica no basta con pedir a ACNUR que se encargue de los desastres que Occidente causa.

  • ¿Qué intereses existen para que políticas de este calado no se estén llevando a cabo?

El negocio que hacen muchos de los que presuntamente han de dictar políticas para la mejora del bien común es a través de la militarización. Abrir las fronteras y que el estado respete los derechos básicos de las personas migrantes y refugiadas no sale rentable. El racismo y la xenofobia, en este caso, son utilizadas como armas arrojadizas contra los más vulnerables para justificar más vallas, más armas y, en definitiva, más gasto.

Ahora bien, estas contrataciones, adjudicaciones y demás desvíos de dinero para obtener las cámaras de última generación o las armas más precisas del mercado van a parar a empresas que todos hemos oído alguna vez. A fin de cuentas, lo que aquí vemos es la relación entre un sistema capaz de hacer negocio con el sufrimiento del más pobre y la permisividad de un Estado cómplice que también se beneficia del dolor de quien tan sólo quiere una vida.

 

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