Entrevista a Betty Arslanian (1ªparte): “El de Artsakh es un pueblo convencido de que no tiene otro lugar en el mundo que vivir que no sea en esas tierras”

En Armenia veo una clara división social entre quienes colocan a la seguridad nacional como prioridad y quienes no desean bajo ninguna circunstancia volver a los gobiernos anteriores.

Por Angelo Nero

Betty Arslanian es una joven periodista argentina, nacida en Córdoba, que reside desde hace unos años en la capital armenia, Yerevan, donde lleva la corresponsalía de France24 en español, el medio argentino Diario Armenia, y la radio uruguaya Audición Gomidas, en la que hace reportes semanales, todos los domingos, además de escribir en la Revista Late, “constituida por periodistas que están simultáneamente en Chile, Argentina, Cuba, Ecuador, Colombia y México, además de plumas provenientes de todos los países de la región dispersos en todo el globo.”

Gracias a sus reportajes y artículos pudimos seguir el conflicto desatado en el Cáucaso, en la pequeña República de Artsakh, cuando esta fue invadida por orden del dictador azerí Ilham Aliyev, con la bendición y el apoyo, logístico y militar, del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan. Betty Arslanian fue, junto al también periodista argentino Leo Moumdjian, una de las pocas voces que, en español, nos mostraron los efectos devastadores de la guerra, de una guerra que, pese a la firma de un alto el fuego, entre Armenia y Azerbaiyán, sigue con un goteo incesante de muertos.

Nos pusimos en contacto con ella, para que nos pusiera al día de la lo que está pasando ahora mismo, en Stepanakert, en Martuni o en Yerevan, y nos prestara sus valiosos análisis sobre la actualidad armenia. La periodista cordobesa enseguida se prestó a responder a las cuestiones que le planteábamos desde la redacción de Nueva Revolución.

La agresión turco-azerí iniciada en septiembre de 2020 a la República de Artsakh ha traído graves consecuencias, no solo para el territorio de Nagorno Karabakh, sino para toda la nación armenia. ¿Cómo vivió el conflicto el pueblo común de Armenia, tanto el que sufrió los bombardeos en Shushi o Stepanakert, como el que se movilizó en Yerevan?

La guerra fue catastrófica para ambas poblaciones –Nagorno Karabakh y Armenia- pero a cada una le ha tocado una porción del mal que acarrea un conflicto armado. Los habitantes de Nagorno Karabakh sufrieron la guerra propiamente dicha. Amanecieron el 27 de septiembre de 2020 con el ruido de la artillería impactando en la ciudad de Stepanakert y fueron quienes tuvieron que desalojar sus viviendas. Muchos de ellos se trasladaron hacia Yerevan sin saber que no volverían más, porque su pueblo había sido tomado. Otros regresaron con los días contados para recoger sus pertenencias, ya que sus viviendas estaban ubicadas en zonas entregadas de acuerdo al pacto tripartito de fin de la guerra.

Al momento de la guerra, hubo una división etaria y de género que atravesó a la población para definir el accionar de cada uno. Las mujeres, niños y mayores de edad debían trasladarse a Armenia como refugiados –aunque parte de la población de Nagorno Karabakh no quiso abandonar sus hogares/sótanos-; mientras los varones de 18 a 55 años debían pelear en el campo de batalla, o al menos no salir del país y estar atentos al llamado de las reservas.

Por su parte, en Yerevan, la población se mantuvo activa recibiendo a los refugiados, organizando colectas de alimentos y elementos de higiene para los desalojados, y otros productos para los soldados.

Más allá de que la población en Armenia no padeció directamente el ataque mediante armamentos, ya que las ofensivas tuvieron lugar en la línea de contacto y pueblos de Artsakh, sufrió la pérdida de soldados enrolados en el Ejército de Defensa de Armenia como jóvenes del servicio obligatorio, profesionales, reservistas y voluntarios. Este hecho significó una lesión muy grande en conciencia de la sociedad.

El armisticio firmado por el gobierno de Nikol Pashinyan, auspiciado por Rusia, que significó la pérdida de casi tres cuartas partes del territorio de Artsakh, desató una crisis política sin precedentes en Armenia, con la toma del Parlamento y de la sede de gobierno. ¿Cómo logró Pashinyan conservar el poder, pese a la fuerza mostrada por la oposición en las calles, y, más aún, como consiguió revalidar su mayoría en las elecciones parlamentarias de 2021?

Sin lugar a dudas, el fin de la guerra –o, mejor dicho, el modo en la que concluyó – generó un significativo descontento social. Gran parte de la sociedad tildó al Primer Ministro como traidor y vendepatria.

La noticia sobre la firma del acuerdo de fin de la guerra fue anunciada en la madrugada del 9 de noviembre de 2020 y para muchos significó un total desconcierto, porque las condiciones del documento firmado y las desventajas para la parte armenia no coincidían con el discurso oficial sobre el día a día del conflicto.

La oposición se unió y lideró el “Movimiento de Salvación de la Patria”, que aglutinó a gran parte de la población disconforme. La consigna era la renuncia inmediata de Nikol Pashinyan y en cierto punto, instauraron en el discurso la esperanza de que, si lograban la dimisión del Primer Ministro y llegar al gobierno, las consecuencias de la guerra se amortiguarían y reiniciarían nuevas negociaciones con Azerbaiyán y Rusia. Fueron meses de concentraciones durante el invierno (dato que no es menor, cuando se trata de movilizar gente), pero sin éxito.

Pronto llegó el anuncio de las elecciones parlamentarias anticipadas. Los partidos y alianzas se prepararon y llevaron adelante sus campañas. En ese contexto, tres partidos políticos conformaron la Alianza Armenia bajo el liderazgo del ex presidente Robert Kocharyan, quien se perfilaba como el único capaz de hacer frente a la candidatura de Nikol Pashinyan. Para sorpresa de muchos, el resultado de las elecciones demostró que la mayoría de la población empadronada optó por la continuidad del Primer Ministro.

Es importante tener en cuenta que las elecciones en Armenia no son de carácter obligatorio y que participó alrededor del 45% de la población votante.

Según mi parecer, la sociedad armenia ha atravesado tal polarización, que se ha resguardado bajo los dos discursos principales: “Nikol Pashinyan traicionó a su pueblo entregando tierras y no es capaz de sentarse a negociar a favor de los intereses armenios”, por un lado, y “los gobiernos anteriores fueron corruptos y la negociación de tierras viene desde hace 30 años y estalló ahora”. De este modo, veo una clara división social entre quienes colocan a la seguridad nacional como prioridad y quienes no desean bajo ninguna circunstancia volver a los gobiernos anteriores. Los hechos demostraron, más allá de que si hubo fraude o cualquier acción que haya desviado los resultados, que este segundo grupo prevaleció.

Como nos has mostrado en tus crónicas para Diario Armenia, desde el corazón de Nagorno Karabakh, los incumplimientos del alto el fuego, por parte azerí, son constantes, hostigando a la población civil, para que abandonen sus pueblos. ¿Esto se está produciendo en todo lo largo de las nuevas fronteras establecidas en el armisticio, o los ataques se vienen realizando en puntos concretos de Artsakh?

Las violaciones al alto al fuego ocurren en diferentes puntos, no sólo en Artsakh, sino también en Armenia. Esta semana la situación se intensificó con ataques que, en la mayoría de las ocasiones, fueron dirigidos a la región de Askeran. Sin embargo, también Martuni es un foco de ataque para Azerbaiyán.

En cuanto a Armenia, los bordes con el país vecino se extendieron a partir de la última guerra, por lo que la seguridad nacional y la integridad territorial se encuentran en riesgo constante en las regiones de Gegharkunik –noreste-, Syunik -sur-, Tavush –norte- y Ararat –oeste-.

Según mi opinión, las violaciones al alto al fuego responden a diferentes intereses de Azerbaiyán que, en general, tienen que ver con su anhelo de construir la carretera del sur que conecte Bakú con el enclave Najichevan y Turquía.

Otras de las transgresiones son las dirigidas a la población de las aldeas y tienen el único objetivo de intimidarlos y generar una atmósfera de pánico, para así lograr el desalojo de la población.

A los problemas derivados de la perdida de territorio, los habitantes de Nagorno Karabakh tienen problemas de falta de agua, en el desarrollo de su ganadería y agricultura, y en general en todos los campos de su economía. ¿Puede tener, en estas condiciones, viabilidad la continuidad de la República de Artsakh?

Es difícil. Demasiado. Pero el espíritu de la población permanece firme.

La provisión de los servicios vitales, considerados un derecho de la población, no ha vuelto a funcionar normalmente desde la guerra y existen varios motivos. En primer término, incrementó la densidad demográfica de la ciudad capital de Artsakh, Stepanakert, debido al asentamiento de la población desalojada del 70% del territorio perdido. Se estima que forman una cantidad de 40.000 personas. Esto ha generado una saturación de los servicios básicos y también de las viviendas.

En segundo término, el problema del agua. Gran parte de las fuentes de agua que proveían a toda la población de Artsakh ha quedado bajo el control de Azerbaiyán. A raíz de esto, se han registrado casos de contaminación de agua.

En tercer lugar, el gas. Precisamente en este momento el 100% de la población se encuentra desprovista de este servicio desde hace una semana, debido a que el gasoducto principal que conecta el gas entre Armenia y Artsakh fue dañado en una zona controlada por las tropas de Azerbaiyán. Ellos han declarado que el daño ocurrió accidentalmente; sin embargo, tampoco aceptan ningún tipo de negociación con las fuerzas de mantenimiento de paz rusas para repararlo. Debido al fuerte descenso de la temperatura en Artsakh esta semana, los habitantes no tuvieron otra opción que calefaccionar sus hogares y cocinar mediante artefactos eléctricos. Como consecuencia se registró un exceso en el uso de la electricidad y hubo cortes en varias zonas.

Por otro lado, la provisión de la conexión a internet también supone un problema. En varios puntos, la señal de la red y telefónica está controlada por Azerbaiyán que, en las alturas de Shushi, tiene potentes inhibidores que interrumpen la señal. Las consecuencias más graves las padecen los aldeanos de zonas fronterizas que, ante cualquier situación de emergencia, deben comunicarse con la ciudad y están imposibilitados.

La falta de un normal funcionamiento de todos estos servicios perjudica, por supuesto, a la actividad económica. La economía de Artsakh funciona, principalmente, en base a la ganadería y a la agricultura. El problema en este sentido es que gran parte de los campos cultivados y de pastoreo han pasado a ser parte de las zonas francas entre los postes militares azeríes y los pueblos de Artsakh. Entonces ocurren casos de ataques o amenazas a agricultores, y robo de animales a ganaderos. A modo ilustrativo, algunos meses atrás, un pastor fue secuestrado y asesinado, mientras pastaba a sus ovejas.

Me preguntas si es viable la continuidad de Artsakh en estas condiciones. La población está cansada de la persecución y de estar imposibilitados de vivir en paz en sus tierras. Sin embargo, considero que es un pueblo convencido de que no tiene otro lugar en el mundo que vivir que no sea en esas tierras. Muchos de ellos intentaron rehacer sus vidas en Yerevan u otras regiones de Armenia, pero regresaron a Artsakh con la seguridad de aquél es su lugar. Más allá de las trabas, vuelvo a decirlo, su espíritu es firme.

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