lo cierto es que desde que Abiy Ahmed desató la ofensiva militar contra Tigray, en noviembre de 2020, no han parado de desatarse nuevos incendios a lo largo y ancho de todo el estado, el segundo más poblado de África
Por Angelo Nero
A menudo me preguntan porque ponemos tanto el foco en este lejano país del Cuerno de África, cuando lo que toca es hablar de Ucrania. Quizás esa sea la razón más poderosa, la de poner el foco donde otros mantienen una zona de sombra perpetua, porque en Etiopía también está muriendo gente todos los días, aunque no tengan el mismo color de piel que nosotros. Tampoco es que hayamos esquivado la cuestión ucraniana, pero en esta hay una sobre exposición informativa, un ruido mediático que, a veces, es tan unidireccional que te puede arrastrar hacia el pensamiento único. Y aquí queremos evitarlo. Así que volvemos al corazón de las tinieblas, a ese extremo del continente africano desolado por los conflictos étnicos, las sequías y la hambruna.
El mes pasado se iniciaba con un nuevo conato de incendio en el estado etíope, esta vez en el oeste del país, en el kililoch de Benishangul-Gumuz, donde se habían producido decenas de muertos en los enfrentamientos entre tropas gubernamentales y guerrilleros, así como medio centenar de civiles a manos, presuntamente, del ejército federal. Un poco más al sur, en el kililoch de Gambella, a mediados de mes, se han producido violentos enfrentamientos en la capital de la región, entre las tropas etíopes y milicianos del Ejército de Liberación Oromo (OLA) y al Frente de Liberación de Gambela (GLF), causando cientos de muertos. En la Oromía también se han producido masacres de civiles, cerca de 350, que el gobierno ha atribuido al OLA, en la localidad de Tole Kebele, habitado mayoritariamente por amharas, aunque el portavoz de la milicia oromo, Odaa Tarbii, ha rechazado las acusaciones: “Los asesinatos y la destrucción de propiedades el Tole, en el distrito de Gimbi, fueron cometidos por la milicia Gaachana Sirna, creada por el estado de Oromía.”
«No queremos guerra con nadie», ha manifestado Abiy Ahmed, primer ministro etíope, que ha defendido que «el interés de Etiopía es evitar el conflicto», anunciando un comité para mantener conversaciones de paz con el Frente Popular para la Liberación de Tigray (TPLF), pero lo cierto es que desde que desató la ofensiva militar contra Tigray, en noviembre de 2020, no han parado de desatarse nuevos incendios a lo largo y ancho de todo el estado, el segundo más poblado de África, con una población estimada de más de cien millones de personas, y con más de 80 grupos étnicos, de los que los oromo, amhara, somalí y tigray forman más de las tres cuartas partes de la población.
Por su parte, el líder tigriño, Debretsion Gebremichael, ha manifestado en un comunicado su disposición a entablar un dialogo de paz, con la mediación del presidente de Kenya, Uhuru Kenyatta: “La posición del Gobierno de Tigray permanece inalterada. Participamos en un proceso de paz creíble e imparcial que involucre a todas las partes en una forma seria a inclusiva. Del mismo modo, estamos dispuestos a enviar una delegación de alto nivel con un mandato claro y unas instrucciones precisas a las conversaciones organizadas por el Gobierno de Kenia.”
Mientras no se producen las conversaciones de paz, en las fronteras exteriores de Etiopía también se reproducen las tensiones, especialmente en el límite de la región sudanesa de Al Fashqa, donde Sudan acusa al ejército etíope de capturar y ejecutar a siete soldados sudaneses. Y aunque “El Gobierno de Etiopía cree que el incidente fue provocado de forma deliberada para socavar las profundamente arraigadas relaciones entre los pueblos de Etiopía y Sudán”, ha acusado a las tropas armadas de Sudan de apoyar a los milicianos tigriños: “El incidente tuvo lugar en territorio etíope tras una incursión de una unidad del Ejército regular sudanés, apoyados por elementos terroristas del Frente Popular para la Liberación de Tigray (TPLF)”. Hace solo unos días, el 26 de junio pasado, Sudán lanzó una ofensiva sobre Al Fashqa retomando los asentamientos de Kala-Leban y Barkhat y las colinas de Tesfai Adaw, destruyendo una gran cantidad de vehículos militares etíopes. El conflicto, pese a los llamamientos a la contención por parte de la Unidad Africana, parece inevitable, habida cuenta de que Jartum también tiene un contencioso con Adis Abeba por la construcción de la Gran Presa del Renacimiento.
Por otra parte, la organización Médicos sin Fronteras (MSF) ha conmemorado este viernes el aniversario del asesinato de la cooperante española y a sus dos compañeros, Tedros Gabremariam Gebremichael y Yohannes Halefom Reda: “Tenemos la certeza de que los tres trabajadores humanitarios fueron asesinados intencionadamente y, sin embargo, nadie ha reivindicado aún la autoría de este atroz ataque contra ellos. Este hecho acentúa nuestra indignación, tristeza y firme decisión de seguir buscando la verdad.” MSF lamenta la falta de avances en la investigación gubernamental y lamenta la falta de garantías de seguridad que imposibilitan a la ONG para desarrollar su labor humanitaria en Tigray: “La negativa de las autoridades a ofrecer un relato respetuoso y honesto de lo sucedido ese día añade un dolor innecesario al inmenso desgarro de los familiares, amigos y colegas. Nunca los olvidaremos; ni a ellos, ni a su entrega por mejorar la vida de las personas. El paso del tiempo no nos detendrá. Seguiremos siendo implacables en nuestra búsqueda de la verdad sobre lo que les ocurrió”.
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