Dubái se muestra al mundo occidental como un exótico destino de lujo en el que su población vive supuestamente con un alto nivel de vida y comodidades.
Por Oriol Sabata
Sin embargo, la realidad de la clase trabajadora en Emiratos Árabes Unidos dista mucho de este relato idílico: ausencia de derechos laborales, largas jornadas, pésimas condiciones y un alto grado de explotación.
Buen ejemplo de ello son los repartidores de comida, que iniciaron desde este lunes 9 de mayo una huelga (ilegal) para exigir mejoras salariales. Y sí, hablamos de «huelga ilegal» porque en Emiratos Árabes no existe el derecho a huelga, a negociación colectiva ni a sindicarse.
La legislación laboral de Emiratos Árabes prohíbe expresamente la huelga y la acción sindical, que pueden constituir un delito según los códigos penales del país. En la práctica, la sanción para los empleados que dirigen o participan en huelgas generalmente equivale a la suspensión temporal de sus funciones. En el caso de trabajadores inmigrantes puede conllevar hasta su deportación al país de origen.
De acuerdo con el Artículo 40 de la ‘Ley Laboral de los EAU’ , el empleado puede ser suspendido del trabajo temporalmente si se imputa al trabajador la comisión deliberada de un delito contra la vida, los bienes, el honor, la honradez o la realización de una huelga. El empleado no tendrá derecho a su salario durante el período de suspensión.
Los repartidores de comida, hartos de esta situación, se lanzan por segunda vez a la huelga. Y es que la precariedad a la que ya estaban sometidos y los gastos derivados del mantenimiento de las motos o los gastos sanitarios, se suma ahora el incremento en el precio del combustible, un hecho que afecta, todavía más, al poder adquisitivo de los trabajadores. Un coste que las empresas de reparto de alimentos no están dispuestas a asumir.
Para hacernos una idea del panorama laboral que sufre este sector, los repartidores cobran entre 2 y 2,79 dólares por entrega realizada dependiendo de la compañía. Como media, los empleados de delivery suelen trabajar unas 15 horas al día.
Esta es una realidad que no se muestra en los grandes medios de comunicación ni en la propaganda del régimen. Una realidad que se extrapola al conjunto de la clase trabajadora del país.
El sector de la construcción es otra muestra de ello. Los hoteles de lujo y los enormes centros comerciales de Dubái son levantados por obreros bajo condiciones de explotación, abusos y malos tratos. Hablamos de jornadas de más de 12 horas. Los trabajadores denuncian que a menudo no regresan a sus casas sino que pernoctan en el lugar de la obra, en parte por presiones de la empresa y también para evitar gastos de transporte que tampoco son cubiertos por la compañía.
Emiratos Árabes, y en general los países del Golfo Pérsico, se encuentran bajo la mira de los grupos de derechos humanos que han denunciado en reiteradas ocasiones las condiciones laborales de los trabajadores.
Un panorama muy distinto al relato oficial que muestra como tras el lujo de una minoría que controla la dictadura emiratí se esconde la miseria de la clase trabajadora. Una fachada que se resquebraja a medida que el movimiento obrero reclama sus derechos y pelea por su dignidad.
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