Las drogas desempeñan un papel dentro del mantenimiento del capitalismo, ya que son ofrecidas como una evasión ante la desigualdad y la explotación que se ejerce sobre la clase obrera.
Por David Martínez Tenza | Unidad y Lucha
El consumo de sustancias tóxicas legales o ilegales como una forma de ocio o de evasión ha ido evolucionando al igual que la percepción que se tiene de ellas en estas últimas décadas. Incluso ha ido perdiendo su parte transgresora y reivindicativa con el paso de los años y la información de sus efectos nocivos.
Aunque en el caso del cannabis, existe una tendencia en los adolescentes a percibirlo cada vez menos como una sustancia nociva. Además de ser la droga ilegal más consumida en el mundo.
Actualmente la prevalencia de consumo de cannabis diario en España se sitúa alrededor de un 3 %, estando los trastornos mentales como la esquizofrenia, la depresión o la ansiedad entre un 3 % – 4 %, sumando el hecho de que el cannabis es un factor de riesgo con mayor o menor causalidad con estas enfermedades.
Después tenemos al fentanilo que, pese a ser un opiáceo cuyo uso clínico es el tratamiento analgésico, su consumo fuera de este marco es una realidad muy patente en: Estados Unidos, Canadá y, aunque en menor medida, en España comienza a ser un problema de salud pública por el gran riesgo de consumo abusivo y generar dependencia.
Además, las muertes por consumo de opioides como fentanilo han aumentado drásticamente en EEUU, Canadá, Europa y Australia, ya que solo con una pequeña cantidad se provoca una sobredosis, esto supone un riesgo inconsciente tanto en su consumo, como en no tener en cuenta su presencia en el consumo de otras drogas.
Para paliar esta problemática hay numerosos planes de acción contra la drogadicción, la cuestión es, si están dotados de los recursos materiales y humanos necesarios para la magnitud del problema. Pues no se realiza una prevención suficiente en colegios, centros de salud, medios de comunicación etc…
También vemos una permisividad hacia el tráfico de drogas, que, pese a que se hagan redadas casi de forma testimonial, siendo en algunos casos contra pequeños puntos de venta, la realidad es que es demasiado sencillo el acceso a la compra de sustancias tóxicas ilegales. Cuando en nuestra sociedad las drogas además de un problema de salud pública también crean marginalidad y delincuencia.
Sí se puede combatir el consumo de drogas. Pero si las políticas siempre se quedan a medias es porque las drogas desempeñan un papel dentro del mantenimiento del capitalismo, porque es una solución que este da ante la desigualdad y explotación que ejerce sobre la clase obrera y popular. La droga responde a la necesidad de evadirse de una vida que no te permite aspirar a nada más que asegurar unas condiciones cada vez más mínimas con las que subsistir.
Ante una realidad tan cruda, la opción de poder alejar las preocupaciones durante el tiempo que dura un porro, una raya o una dosis no parece tan descabellada. Es en ese momento cuando estas empiezan a desviar la atención de lo colectivo a lo individual y a hacer a la persona más dócil.
Un ejemplo claro de esta situación se puede ver en Euskadi en los años 80 con el aumento del consumo de heroína, siendo los propios cuerpos de seguridad del Estado los que la metían en los barrios para frenar la lucha de la juventud obrera. Esto produjo muertes y destrozó a personas, familias y barrios obreros y populares, pero también afectó a los movimientos sindicales y sociales.
En definitiva, en la lucha de clases el capitalismo usa las drogas como forma de alejar a las personas de la organización y de la lucha que acabe con un sistema que vemos que va a utilizar todas las armas para superarse.
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