Dolor y Solidaridad

Debemos encontrar solidaridad en estar unidos en manifestaciones y encontrar apoyo en lo cotidiano con las amigas.

Por Isabel Ginés | 30/05/2024

Vivimos en un mundo cada vez más hostil, donde los problemas personales y globales nos agobian hasta el punto de afectar nuestra capacidad de producción y bienestar. Las masacres, como la que ocurre en Palestina, nos impactan profundamente, especialmente al saber que estos horrores suceden tan cerca de nosotros, intensificando la sensación de inseguridad y desesperanza.

Nos encontramos en una era en la que nos tratan como máquinas de producir, sin espacio para respirar ni tiempo para procesar el dolor que nos rodea. Este mundo de guerras y genocidio, entrelazado con nuestras propias dificultades personales, nos hace mella, erosionando nuestra resiliencia y capacidad de avanzar.

La constante exposición a la violencia y la injusticia global nos deja exhaustos, convirtiendo cada día en una lucha para mantener la esperanza y la productividad.

Te levantas a trabajar tus ocho horas, sin contar el trayecto, o tus ocho horas desde casa sin una separación clara entre lo personal y lo laboral. Trabajas produciendo en horarios inviables, sin tiempo para descanso u ocio, y solo descansas el fin de semana, que pasa como un suspiro. Al llegar el fin de semana, solo quieres descansar porque la semana te ha dejado exhausto. Los lunes marcan el comienzo de una semana que nunca parece terminar.

Si te tomas un descanso o tiempo para ti, te sientes culpable. Sientes que no haces nada, que no produces, y te consideras vago mientras los demás parecen estar en constante actividad. No sabemos frenar; llenamos nuestra agenda con mil eventos y prolongamos ese cansancio vital. A veces, es necesario frenar. No queremos morir y que nuestro único legado haya sido producir sin descanso. Es fundamental cuidarnos, pensar en nuestra mente y cuerpo, y tomarnos tiempo para descansar. No hacer nada está bien.

Vamos a trabajar sabiendo que nuestro sueldo es una miseria, que el cambio climático nos afecta con fenómenos meteorológicos extremos y la degradación del medio ambiente, y que la crisis económica impide que podamos adquirir viviendas dignas, dejándonos vulnerables a ser desalojados de nuestros barrios por la masificación de pisos turísticos. Muchos no pueden llegar a fin de mes, y las colas del hambre crecen, al igual que la pobreza infantil. Quedas con amigos solo los fines de semana porque entre semana llegas tan cansado que no te apetece nada.

Tu salud mental se resiente: la ansiedad se convierte en una constante compañera, alimentada por la incertidumbre del futuro y las dudas sobre lo que será de ti. Todo hace mella y te encoge el corazón.

Luego, vas a las redes sociales y encuentras odio, hostilidad y ataques constantes. También ves en las redes o en la televisión la masacre de Palestina, donde un genocidio se desarrolla ante los ojos del mundo. Soldados riéndose mientras asesinan, niños decapitados, niños sin esperanza, niños asesinados cruelmente, un genocidio en directo que te deja con el corazón encogido, el alma dolida, pensando en esos niños decapitados, en los huérfanos, en los padres que han perdido a sus hijos.

A pesar de todo, tienes que seguir en la rueda productiva, aunque estés profundamente afectado. Participas en manifestaciones, apoyas causas justas, pero no puedes hacer mucho más que sufrir viendo tanta injusticia. Esta mezcla de problemas personales y globales nos abruma y dificulta avanzar, pero es crucial encontrar maneras de resistir y cuidar de nosotros mismos en medio de tanto dolor y adversidad.

No podemos hacer más que ir a una manifestación; debes ir, debes compartir la masacre en redes, mostrar solidaridad con el pueblo palestino y hacer su lucha nuestra.

Debemos encontrar solidaridad en estar unidos en manifestaciones y encontrar apoyo en lo cotidiano con las amigas.

Escuchar ese podcast de tu amiga que necesita contarte que su jefe explotador la amarga, esa amiga que te manda muchos textos porque la ansiedad la abruma y, al tenerte ahí, se calma. La otra que desaparece un día porque la tristeza la venció, pero tú le mandas un WhatsApp para preguntar.

La red de solidaridad entre amigas es necesaria: un sábado tomando algo y riendo para olvidar todo, ese podcast que le compartes porque te animó y sabes que el gustará, ese evento al que vais para relajaros, ese café para hablar de la vida, esa foto al amanecer porque madrugar es malo, pero ver salir el sol y que te recuerde a alguien es bonito.

Pero también tomarte tiempo contigo misma. Buscar un momento para ver una serie y apagar el móvil, leer en silencio y disfrutar de un libro, irte a dar una vuelta tú sola, hacer una siesta, sentarte a tomar un té mientras ves YouTube… Momentos pequeños del día a día que hacen bien a tu mente y corazón. Saber que, pese que el mundo no para, podemos frenar.

Saber que una amiga te escuchará, sacará tiempo para quedar, te mandará algo que le recuerde a ti. Son momentos que hacen todo menos pesado. Una amiga que vaya contigo a una manifestación, comparta las causas, el dolor del genocidio, habléis de ello, tengáis charlas profundas y reflexivas.

El mundo es un no parar, parece que todo sea rápido, sin poder detenerse, y solo el oasis de las amigas nos hace tomar conciencia de que debemos parar, que merecemos cuidarnos y darnos tiempo.

Y seguiremos viendo imágenes de dolor, asesinato y angustia que te pinzarán el corazón, te harán llorar, sufrirás, irás todo el día con esas imágenes en la mente. No podemos cambiar el mundo, pero sí intentar que el mundo sea menos malo, más amable.

Un mundo hostil donde la solidaridad con el pueblo palestino nos una.

Un mundo hostil y cruel donde una amiga sea el oasis.

El mundo de producir, miseria y ansiedad está ahí, las imágenes del dolor están ahí, pero el mundo de saber reflexionar, ayudar y tener amigas es el que, en el fondo, nos ayuda a salvarnos un poco.

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