De los 26 millones de fusilables del ex general Beca a los 40 millones de violados de Rodríguez Ibarra

Sólo los números de las loterías sin trampas son inocentes. Todos los demás significan algo y, si los escuchamos en voces como las de los protagonistas de esta reflexión, nos conviene, en defensa propia, buscar sus razones, por si las moscas ya estuvieran pensando en cadáveres.

Por Domingo Sanz

Los tiempos de inestabilidad política que transcurren en periodos de libertad de expresión relativa, pues Valtonyc es un exiliado y Hasel un encarcelado, tienen la virtud de que los peligrosos se confían y los bocazas hablan más que nunca, proclamando unos sus peores intenciones y enseñando los otros sus escalas de valores.

Sólo los números de las loterías sin trampas son inocentes. Todos los demás significan algo y, si los escuchamos en voces como las de los protagonistas de esta reflexión, nos conviene, en defensa propia, buscar sus razones, por si las moscas ya estuvieran pensando en cadáveres.

Cuando en diciembre de 2020 el ex general Beca compartió con personas de su confianza el deseo de “fusilar a 26 millones” sabía que la población española superaba los 47,5 y, por tanto, reconocía que él y los suyos eran solo 21,5. No constando, hasta la fecha, su renuncia expresa a proponer de nuevo tal exterminio de la mayoría por parte de la minoría, no debería extrañarnos que estuviera esperando a contar con apoyo externo suficiente, tal como hizo otro exterminador nato, su admirado Francisco Franco.

Por su parte, cuando Rodríguez Ibarra afirma hoy mismo que la amnistía significa “que se viole a 40 millones de españoles” sabe que en Catalunya viven 8 y en el resto de España 40 por lo que, siendo imposible que cada catalán amnistiado, pongamos 4.000, pueda violar a 10.000 españoles, sí está afirmando que cada catalán de cualquier tendencia tendría la potencia suficiente para violar a cinco españoles, algo que sí sería perfectamente posible. Por tanto, esta debe ser la explicación.

Antes de hacer estos cálculos he considerado que Ibarra se podría estar refiriendo solo a violados y violadores mayores de edad, pero las cifras se alejan de los 40 millones que ha mencionado, y no tengo derecho a pensar que todo un ex presidente de Extremadura se equivoque tanto.

Tampoco me cabe en la cabeza, por mucho que él mismo haya caído en la tentación de parecerlo, que se haya atrevido a comparar el sufrimiento bestial, traumatizante y tantas veces irreversible de una violación sexual, con lo que pueda molestar, por mucho que sea, el desacuerdo con una decisión política como sería la de la amnistía que, como todo en la vida, también tendría un lado muy bueno, al implicar un importante ahorro de dinero público y una descarga de trabajo en muchos juzgados, lo que agradecerán miles de personas que, ellas sí, acuden a los tribunales porque no tienen otra manera de resolver los conflictos.

Pero si hay algo que se deduce de las palabras de los Beca, Ibarra, Guerra, González y de tantos ex como están exponiendo en los medios sus metáforas cutres para arrogarse la representación de “millones” y destilar odios parecidos, es la confirmación definitiva de la ínfima categoría de muchas de las personas que han ocupado los poderes institucionales, armadas o no, desde que comenzó esta monarquía con urnas que siguió a la dictadura franquista.

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