En 1878, a la edad de veintiún años, Zetkin se unió al movimiento socialista en Alemania. Fue el año en que se promulgaron en Alemania las leyes antisocialistas que convirtieron la defensa pública del socialismo en delito y la afiliación al Partido Socialdemócrata (SPD) en un acto ilegal.
Por MIKE TABER | JOHN RIDDELL / Viento Sur
Pocas veces ha habido un término más propagado y, sin embargo, menos comprendido que fascismo. Para muchos, la etiqueta de fascista no es más que un insulto dirigido contra individuos o movimientos particularmente repulsivos y reaccionarios. También se utiliza habitualmente para describir la política de las dictaduras militares de derechas.
El término adquirió un nuevo significado durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, en las que se comparó al vencedor final, Donald Trump, con Benito Mussolini y otros líderes fascistas. “Las comparaciones fascistas no son nuevas en la política estadounidense”, señalaba un artículo publicado el 28 de mayo de 2016 en The New York Times. “Pero con el señor Trump, las comparaciones han traspasado los márgenes y se han integrado en la conversación general tanto en Estados Unidos como en el extranjero”.
Aunque esas comparaciones concretas sean exageradas e imprecisas, toda acusación de fascismo debe examinarse seriamente. La clase obrera y oprimida tiene todos los motivos para temer el racismo endémico, la abolición de los derechos laborales y civiles, la represión brutal y los asesinatos en masa que caracterizan al fascismo.
Aun cuando entre la mayoría de los movimientos y regímenes de derechas se pueden dar semejanzas a cierto nivel, el fascismo es en sí mismo un fenómeno muy específico con rasgos únicos. Comprender las características y la dinámica del fascismo no es sólo un ejercicio académico: hacerlo es esencial para poder combatirlo.
Este pequeño trabajo, que incluye un informe y una resolución de Clara Zetkin presentados en un encuentro de dirigentes de la Internacional Comunista en 1923, muestra un análisis de amplio calado sobre algo que era totalmente nuevo en la escena internacional de aquel momento.
A muchas y muchos lectores les sorprenderá la lucidez y la clarividencia del análisis de Zetkin en un momento en que la emergencia del fascismo era todavía un misterio para la mayoría de observadores. Al revisarla, casi un siglo después, se puede apreciar su capacidad para esbozar en fecha tan temprana una posición marxista coherente sobre la naturaleza del fascismo y cómo combatirlo.
La aparición del fascismo
Los orígenes del fascismo se pueden hallar en la Italia posterior a la Primera Guerra Mundial. Organizados por Benito Mussolini durante la crisis social de 1919, los Fasci Italiani di Combattimento surgieron como reacción al movimiento en alza del proletariado, es decir, de la clase social de quienes dependen de la venta de su fuerza de trabajo para poder sobrevivir.
En esa época, las y los trabajadores italianos, inspirados por la victoria de la Revolución rusa y castigados por la crisis de posguerra del capitalismo italiano, avanzaban en una lucha combativa. En todas las capas de la sociedad italiana se albergaban grandes esperanzas de que el Partido Socialista Italiano –entonces miembro de la Internacional Comunista– estuviera a punto de llegar al poder.
El ascenso proletario alcanzó su punto álgido en septiembre de 1920. Durante ese mes, más de medio millón de obreros y obreras, con las de la metalurgia en cabeza, tomaron las fábricas en toda Italia. Empezaron a organizar la producción bajo la dirección de los consejos de fábrica y, en muchos sitios, formaron Guardias Rojas para defender las fábricas tomadas. Las huelgas se extendieron al ferrocarril y otros centros de trabajo, y un alto número del pequeño campesinado y de trabajadores y trabajadoras agrícolas empobrecidas llevaron adelante ocupaciones de tierras. Se hicieron verdaderos llamamientos a los soldados, en tanto que obreros y compañeros con uniforme, para que se negaran a obedecer cualquier orden de atacar las fábricas. Ante esta ola aparentemente imparable, la clase capitalista y su gobierno se quedaron paralizados por la indecisión y el miedo. Se estaba gestando una situación revolucionaria en cuyo orden del día figuraba la conquista del poder político.
Pero el Partido Socialista Italiano y la principal federación sindical bajo su influencia se negaron a ver este movimiento revolucionario, que duraba ya un mes, como algo más que una simple lucha sindical. Con esa mentalidad, los dirigentes sindicales acabaron ordenando a los trabajadores y trabajadoras que abandonaran las fábricas a cambio de un paquete de promesas tentadoras, pero vacías, por parte de los capitalistas, que por aquel entonces estaban dispuestos a firmar cualquier cosa con tal de recuperar sus fábricas. Las trabajadoras y trabajadores italianos, que esperaban que el fin del orden capitalista estuviera cerca, abandonaron las fábricas desalentados.
El fracaso del movimiento de ocupación de fábricas provocó la desmoralización generalizada de la clase obrera. Los Fasci intensificaron su reclutamiento y llevaron a cabo una ola de ataques contra el movimiento obrero, recibiendo cada vez mayor apoyo financiero de los principales empresarios capitalistas, así como la protección de la policía y otros sectores del Estado italiano. En 1921 y 1922 varios miles de obreros y campesinos fueron asesinados en expediciones punitivas fascistas. Destruyeron cientos de locales y sedes sindicales.
Asumiendo rápidamente el carácter de un movimiento de masas, los fascistas pudieron hacerse con el control del gobierno a finales de octubre de 1922. Mussolini se convirtió en primer ministro. Una vez en el poder, el fascismo procedió a aplastar por completo a los sindicatos y a todas las demás organizaciones obreras independientes.
Alentados por la victoria fascista italiana, surgieron movimientos similares en otros países europeos, el más fuerte en Alemania. También surgieron formaciones de tipo fascista en Polonia, Checoslovaquia, Austria y otros países.
Reconocer un fenómeno nuevo
Como ocurre con la mayoría de los fenómenos sociales nuevos, al inicio no se vio de qué se trataba. Mucha gente incluía al fascismo en otros casos de violencia y terror contrarrevolucionarios. En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial ese terror estaba muy extendido. En Hungría, la revolución derrotada que mantuvo el poder brevemente en 1919 fue seguida de 5 mil ejecuciones y 75 mil encarcelamientos. En Finlandia, tras la guerra civil, el balance fue de 10 mil personas fusiladas y 100 mil enviadas a campos de concentración. En otros países se produjeron casos comparables de lo que se conoció como terror blanco.
Aunque el uso de la violencia contrarrevolucionaria por parte del fascismo italiano era similar, el fenómeno del fascismo implicaba algo más. Desvelar su verdadera naturaleza fue una tarea que correspondió a la Internacional Comunista.
Fundada en 1919 bajo el efecto de la Revolución rusa, la Internacional Comunista (IC) era algo totalmente nuevo: un movimiento dedicado a debatir cómo la clase obrera podía derrocar la dominación capitalista y organizarse para hacerlo. Bajo Lenin, los congresos y reuniones de la IC eran escuelas de política revolucionaria.
La IC celebró su primer debate organizado sobre el fascismo en su IV Congreso de noviembre de 1922, aunque no fue particularmente fructífero. Un informe del comunista italiano Amadeo Bordiga, si bien describía aspectos importantes del movimiento de Mussolini en Italia, no consiguió exponer la naturaleza del fascismo y, en cambio, subrayaba sus similitudes con la democracia burguesa, augurando que el fascismo italiano no duraría mucho. Ni el informe de Bordiga ni el debate posterior prestaron mucha atención a la lucha contra el fascismo1.
Consciente de que aún no se había llegado al fondo de la cuestión, en junio de 1923 la dirección de la IC retomó el asunto. El lugar elegido fue el Tercer Pleno Ampliado del Comité Ejecutivo de la IC. La persona clave en esta iniciativa fue Clara Zetkin, quien presentó el informe en esa reunión y fue la autora de la resolución que se adoptó.
Clara Zetkin
Clara Zetkin, de 66 años en 1923, era una de las luchadoras más veteranas y destacadas de la Internacional Comunista. Fue una figura singular en el movimiento revolucionario internacional.
En 1878, a la edad de veintiún años, Zetkin se unió al movimiento socialista en Alemania. Fue el año en que se promulgaron en Alemania las leyes antisocialistas que convirtieron la defensa pública del socialismo en delito y la afiliación al Partido Socialdemócrata (SPD) en un acto ilegal. Pero Zetkin se negó a dejarse intimidar. Forzada al exilio durante varios años, intensificó su actividad en el movimiento revolucionario y se convirtió en destacada activista del partido. En 1891 empezó a editar Die Gleichheit [La igualdad], el periódico del SPD dirigido a las mujeres.
En 1907 Zetkin era la principal dirigente fundadora del movimiento internacional de mujeres socialistas. Una de las iniciativas más importantes de ese movimiento fue establecer el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, una decisión tomada en la conferencia de 1910.
Colaboradora de Rosa Luxemburg, Zetkin pertenecía al ala izquierda del SPD. En 1914, cuando ese partido traicionó sus principios socialistas al apoyar abiertamente el esfuerzo bélico de Alemania en la Primera Guerra Mundial, Zetkin rompió con la declaración del partido de una paz civil con el capitalismo alemán mientras durase la guerra, y pasó a la oposición activa. Pasó a la clandestinidad revolucionaria organizada en la Liga Espartaco y fue detenida en varias ocasiones por acciones contra la guerra. En 1918 la Liga Espartaco contribuyó a la fundación del Partido Comunista (PC), del que Zetkin se convirtió en dirigente. Tras los asesinatos de Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht y otros a principios de 1919, Zetkin pasó a desempeñar un papel central en la dirección del Partido Comunista al igual que en el conjunto de la Internacional Comunista.
Aunque Zetkin es más conocida por el papel que ejerció durante décadas como figura medular del movimiento de mujeres socialistas y comunistas, abarcó mucho más. Fue una dirigente política integral, capaz de realizar profundos análisis políticos y extraer de ellos conclusiones prácticas, como demostró en su informe de 1923 sobre el fascismo.
Características del fascismo
En dicho informe, Zetkin señalaba algunos de los rasgos clave del fascismo:
- El surgimiento del fascismo está intrincadamente ligado a la crisis económica del capitalismo y al declive de sus instituciones. Esta crisis se caracteriza por la escalada de los ataques contra la clase obrera y por el hecho de que los estratos medios de la sociedad se ven cada vez más presionados y empujados hacia abajo, hacia el proletariado.
“En efecto, el fascismo se enraíza en la disolución de la economía capitalista y del Estado burgués (…). La guerra destruyó la economía capitalista hasta sus cimientos. Ello es evidente no sólo en la terrible depauperación del proletariado, sino también en la proletarización de amplísimas masas pequeñoburguesas y medioburguesas”.
- El ascenso del fascismo se basa en el fracaso del proletariado para resolver la crisis social del capitalismo mediante la toma del poder y la reorganización de la sociedad. Un fracaso de la dirección obrera que engendra desmoralización entre los trabajadores y trabajadoras y entre las fuerzas sociales que habían mirado al proletariado y al socialismo como una salida a la crisis. Estas fuerzas sociales, indicaba Zetkin, esperaban que “el socialismo pudiera provocar un cambio global”. Las expectativas se vieron dolorosamente truncadas (…) Perdieron la fe no sólo en los dirigentes reformistas, sino también en el propio socialismo”.
- El fascismo posee un carácter de masas y cuenta con un atractivo especial entre las capas pequeñoburguesas amenazadas por el declive del orden capitalista. El declive capitalista tiene como resultado “la proletarización de amplísimas masas pequeñoburguesas y de la burguesía media, las calamitosas condiciones entre los pequeños campesinos y campesinas, y el crudo desamparo de la intelligentsia… Lo que pesa sobre ellos, por encima de todo, es la falta de seguridad en la simple existencia”.
- Para ganarse el apoyo de estas capas, el fascismo utiliza la demagogia anticapitalista.
“Millares de personas confluyeron en el fascismo. Se convirtió en un asilo para toda la gente desamparada políticamente, desarraigada socialmente, indigente y desilusionada. (…) En un primer momento, las fuerzas sociales pequeñoburguesas e intermedias vacilan indecisas entre los poderosos campos históricos del proletariado y la burguesía. Son inducidas a simpatizar con el proletariado por los sufrimientos de sus vidas y, en parte, por los nobles anhelos y los elevados ideales de su alma, siempre que sea revolucionario en su conducta y parezca tener perspectivas de victoria. Bajo la presión de las masas y de sus necesidades, e influidos por esta situación, hasta los dirigentes fascistas se ven obligados, cuando menos, a coquetear con el proletariado revolucionario, aunque no simpaticen con él”.
- La ideología fascista eleva la nación y el Estado por encima de todas las contradicciones e intereses de clase.
“Lo que [las masas] ya no esperaban de la clase proletaria revolucionaria y del socialismo, esperaban que lo lograran ahora los elementos más capaces, fuertes, determinados y audaces de cada clase social. Todas estas fuerzas deben juntarse en una comunidad. Y para los fascistas esa comunidad es la nación. (…) El instrumento para alcanzar los ideales fascistas es, para ellos, el Estado. Un Estado fuerte y autoritario que será su propia creación y su obediente herramienta. Un Estado que estará por encima de todas las diferencias de partido y de clase”.
- Los líderes fascistas utilizan la ideología del chovinismo nacional como tapadera para incitar al militarismo y a la guerra imperialista.
“Las fuerzas armadas [de la Italia fascista] debían servir sólo para defender la patria. Ésa era la promesa. Pero el tamaño en expansión del ejército y el enorme alcance del armamento están orientados a las grandes aventuras imperialistas. (…) Se han aprobado cientos de millones de liras para que la industria pesada construya las más modernas máquinas e instrumentos asesinos de muerte”.
- Una característica fundamental del fascismo es el uso de la violencia organizada por tropas de choque antiobreras con el objetivo de aplastar toda actividad proletaria independiente.
En Italia, las fuerzas de Mussolini se dedicaron al “terror directo y sangriento”, señaló Zetkin. Empezando por las zonas agrícolas, los fascistas “arremetieron contra el proletariado rural, cuyas organizaciones devastaron e incendiaron, y a cuyos dirigentes asesinaron”. Después, “el terror fascista se extendió al proletariado de las grandes ciudades”.
- La ideología del racismo y del chivo expiatorio racista es central en el mensaje del fascismo. Aunque este aspecto aún no estaba del todo claro en 1923, Zetkin señala, no obstante, cómo en Alemania “el programa fascista se agota en la frase: Cargad contra los judíos”.
- En un momento dado, importantes sectores de la clase capitalista empezaron a apoyar y a financiar el movimiento fascista considerándolo como una manera de contrarrestar la amenaza de la revolución proletaria.
“La burguesía ya no puede confiar en que los medios de fuerza ordinarios de su Estado aseguren su dominación de clase. Requiere para ello de un instrumento de fuerza extralegal y no estatal. Eso se lo ha ofrecido la variopinta asociación que conforma la mafia fascista”. Los capitalistas “patrocinaron abiertamente el terrorismo fascista apoyándolo con dinero y de otras formas”.
- Una vez en el poder, el fascismo tiende a burocratizarse y se aleja de sus demagógicos llamamientos previos, dando lugar al resurgimiento de las contradicciones de clase y de la lucha de clases.
“Hay una contradicción flagrante entre lo que el fascismo prometió y lo que entregó a las masas. Toda la palabrería sobre cómo el Estado fascista pondría los intereses de la nación por encima de todo, una vez expuesta al viento de la realidad, estalló como una pompa de jabón. La nación se reveló como la burguesía; el Estado fascista ideal se reveló como el Estado burgués de clase, vulgar y sin escrúpulos (…). Las contradicciones de clase son más poderosas que todas las ideologías que niegan su existencia”.
Análisis alternativos
El análisis de Zetkin sobre el fascismo era radicalmente diferente de otros que se postulaban entonces en el movimientos obrero y socialista. Entre ellos, el informe de Zetkin recogía el punto de vista de los socialdemócratas reformistas. “Para ellos el fascismo no es más que terror y violencia”, informó.
“Los reformistas ven el fascismo como una expresión del poder y la fuerza inquebrantables y conquistadores del orden de la clase burguesa. El proletariado no está en condiciones de llevar a cabo la tarea de combatirlo; sería presuntuoso y estaría condenado al fracaso. Por lo tanto, al proletariado solo le queda hacerse a un lado tranquila y modestamente, y no provocar a los tigres y leones del orden de la clase burguesa mediante una lucha por su liberación y su propio orden”.
El análisis de Zetkin también contrasta claramente con el análisis del fascismo que plantearán después los partidos comunistas dirigidos por Stalin en los años y décadas siguientes. Dos fueron los enfoques estalinistas principales, ambos contrapuestos a la perspectiva de Zetkin:
1. El fascismo social, adoptado durante el tercer periodo ultraizquierdista de la Comintern a finales de los años 20 y principios de los 30: el sentido de este punto de vista equiparaba socialdemocracia y fascismo, justificando así el rechazo del Partido Comunista alemán a buscar un frente unido con el poderoso Partido Socialdemócrata en la lucha contra los nazis.
Si se hubiera organizado ese frente unido, habría contado con el apoyo de la inmensa mayoría de la clase trabajadora de Alemania y, casi con toda seguridad, habría sido lo suficientemente poderoso como para contrarrestar a los nazis. Puede decirse, con razón, que la firme negativa a hacerlo por parte de las direcciones del PC y del SPD abrió la puerta a la llegada de Hitler al poder.
2. El frentepopulismo: este punto de vista se presentó por primera vez en su totalidad en un informe de Georgi Dimitrov al VII Congreso de la, entonces, completamente estalinizada IC en 1935. El fascismo, afirmaba Dimitrov, era “la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero”. Actúa “en interés de los imperialistas extremos”, a los que caracterizaba como “los círculos más reaccionarios de la burguesía”2.
Basándose en este análisis, la tarea central era formar bloques –“frentes populares”– con los sectores supuestamente menos reaccionarios, menos chovinistas y menos imperialistas de la burguesía –su “ala antifascista”– y subordinar la lucha y la acción política independiente de la clase obrera a ese objetivo. En la práctica, tal enfoque supuso que, en general, los partidos estalinistas se opusieran a la acción revolucionaria proletaria independiente por considerarla un obstáculo para el proyectado frente popular. Esta perspectiva también se convirtió en la justificación para dar apoyo a políticos capitalistas antifascistas, como Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos, con el pretexto de que su oponente republicano representaba “la principal amenaza del fascismo” 3/.
León Trotsky fue quien tomó la iniciativa de rechazar estas posiciones estalinistas y defender los puntos clave planteados por Zetkin en 1923. Redactados en forma polémica, los escritos de Trotsky de la década de 1930 sobre el ascenso del fascismo en Alemania y las lecciones de la victoria nazi ofrecen algunas de las exposiciones más claras del análisis marxista del fascismo y lo que se requiere para derrotarlo 4/.
Cómo luchar contra el fascismo
Las fuerzas liberales procapitalistas sugieren con frecuencia que si se les ignora, los fascistas desaparecerán. Sin embargo, Zetkin no pensaba así. Para ella había una necesidad a vida o muerte de que la clase obrera y sus aliados movilizaran todo su poder en oposición al fascismo.
Al referirse a la lucha de la clase obrera contra el fascismo, Zetkin hizo hincapié en varios puntos:
- La autodefensa obrera es crucial para hacer frente a la campaña de terror fascista. Sobre todo, esto incluye guardias organizadas de defensa obrera para combatir los ataques fascistas.
“En la actualidad, el proletariado necesita urgentemente la autodefensa contra el fascismo, y esta autoprotección contra el terror fascista no debe descuidarse ni un solo momento. Está en juego la seguridad personal y la propia existencia del proletariado, así como la supervivencia de sus organizaciones. La autodefensa del proletariado es la necesidad del momento. No debemos combatir al fascismo como lo hacían los reformistas en Italia, que les suplicaban dejadnos en paz, y os dejaremos en paz. Al contrario. Hay que enfrentarse a la violencia con violencia. Pero no violencia en forma de terror individual, que seguramente fracasará, sino violencia en tanto poder de la lucha de clases revolucionaria proletaria organizada”.
- Es fundamental una acción de frente único para combatir al fascismo, en la que participen todas las organizaciones y corrientes de la clase obrera, independientemente de las diferencias políticas.
“La lucha y la autodefensa proletaria contra el fascismo requiere el frente único proletario. El fascismo no pregunta si el obrero en la fábrica tiene el alma pintada con los colores blanco y azul de Baviera, los colores negro, rojo y oro de la república burguesa, o la bandera roja con la hoz y el martillo. No pregunta si el trabajador quiere restaurar la dinastía Wittelsbach [de Baviera], si es un entusiasta admirador de [el dirigente del SPD y presidente alemán Friedrich] Ebert, o si preferiría ver a nuestro amigo [el dirigente del PC Heinrich] Brandler como presidente de la República Soviética Alemana. Lo único que le importa al fascismo es toparse con un proletario con conciencia de clase para darle una paliza. Por eso los trabajadores deben unirse en la lucha sin distinciones de partido o afiliación sindical”.
- Además de combatir al fascismo físicamente cuando sea necesario para defenderse, la clase obrera necesita combatir el atractivo de masas del fascismo políticamente, haciendo un esfuerzo especial entre las capas de la clase media.
“El partido [comunista italiano] seguramente también cometió un error político al considerar el fascismo únicamente como un fenómeno militar y pasar por alto su faceta ideológica y política. No olvidemos que antes de golpear al proletariado mediante actos de terror, el fascismo en Italia ya había obtenido una victoria ideológica y política sobre el movimiento obrero que estaba en la raíz de su triunfo. Sería muy peligroso no tener en cuenta la importancia de superar ideológica y políticamente al fascismo”.
- Combatir así al fascismo significa, sobre todo, demostrar la absoluta determinación de la dirección proletaria de luchar para arrebatarle el poder a la burguesía, para resolver la crisis social del capitalismo, y presentar un programa destinado a cimentar las alianzas necesarias para ello.
Zetkin creía que la perspectiva de una lucha revolucionaria por el poder gubernamental, basada en una alianza de las clases sociales explotadas y oprimidas, era fundamental para la victoria sobre el fascismo. Por esta razón, subrayó en su informe que una reivindicación gubernamental que expresara esta perspectiva –la de un gobierno obrero y campesino– “es prácticamente un requisito en la lucha para derrotar al fascismo”.
La amenaza del fascismo hoy
Esforzarse por comprender el fascismo hoy no es meramente una cuestión histórica. Según avanza el siglo XXI, el capitalismo ha entrado en un periodo de crisis social marcado por el incremento de los ataques contra los derechos y las condiciones de vida de los y las trabajadoras y de todas las personas oprimidas, y la agudización de la polarización social. La elección del capitalista multimillonario Donald Trump como presidente de Estados Unidos en noviembre de 2016, tras una campaña marcada por una descarada demagogia derechista y llamamientos abiertamente racistas, fue a la vez un reflejo y una agudización de esta crisis.
Como advirtió Zetkin hace casi un siglo, son precisamente situaciones como esta las que pueden dar lugar a movimientos fascistas en una determinada etapa. Tales movimientos reconocen la crisis social pero pretenden desviar la responsabilidad que tiene en ella el sistema capitalista y, en su lugar, buscan chivos expiatorios: personas inmigrantes, negras, judías, mujeres seguras de sí mismas e independientes, personas LGBT, gitanas y otras. Se elaboran extravagantes teorías conspirativas para desviar la atención del sistema social y económico responsable de la crisis.
Para extender su base social, los movimientos fascistas juegan con el resentimiento. Apelan a los sentimientos racistas, machistas y contra las mujeres que impregnan profundamente la llamada cultura popular del capitalismo.
Habrá que combatir el llamamiento reaccionario de los fascistas a dividir a la clase obrera planteando en su lugar la necesidad de la lucha común de las personas oprimidas y explotadas, independientemente de su nacionalidad, origen étnico o género, para acabar con el orden de los capitalistas y terratenientes y empezar a construir una sociedad más justa y humana.
Pero esta batalla no tendrá lugar sólo en el terreno de las ideas. Cuando la crisis social se agrave y comience a desarrollarse una respuesta entre los y las trabajadoras, un número cada vez mayor de capitalistas y sus siervos recurrirán a medidas legales y extralegales para defender su orden de clase.
A medida que los ataques aumenten tendrán que ser respondidos por la clase trabajadora que lucha por defender sus sindicatos, por quienes combaten el racismo, la brutalidad policial y los asesinatos de la policía, por quienes comparten los derechos de las mujeres que luchan por defender el derecho al aborto; por quienes luchan contra los ataques a los derechos democráticos y defienden las libertades civiles; por quienes se oponen a la destrucción capitalista del medio ambiente; por quienes luchan contra la violencia antiinmigrantes y las deportaciones; en resumen, por todas las personas que luchan por los intereses de las personas oprimidas y explotadas.
Son estos y estas activistas y luchadoras quienes estarán más interesadas en estudiar la naturaleza del fascismo y la historia de la lucha contra él. Muchos encontrarán que la perspectiva marxista que esbozó primero Zetkin y ampliaron posteriormente León Trotsky, Antonio Gramsci y otros, es un arma fundamental para luchar contra la amenaza fascista. En este contexto, un número creciente de gente trabajadora y joven se sentirá atraída a la lucha por un futuro socialista.
Así lo creía firmemente Clara Zetkin. Al referirse al atractivo del fascismo en las y los jóvenes, señaló que
“los mejores de ellos buscan escapar a una profunda angustia del alma. Anhelan nuevos e inquebrantables ideales y una visión del mundo que les permita comprender la naturaleza, la sociedad y su propia vida; una visión del mundo que no sea una fórmula estéril, sino que opere de forma creativa y constructiva. No olvidemos que las bandas fascistas violentas están compuestas en su totalidad de rufianes de guerra, de mercenarios por elección y de lumpen sobornables que disfrutan con los actos de terror. También encontramos entre ellas a las fuerzas más enérgicas de estas capas sociales, a las más capaces de desarrollarse. Debemos dirigirnos a ellas con convicción y comprendiendo su condición y su ardiente anhelo, trabajar entre ellas y mostrarles una salida que no conduzca hacia atrás, sino hacia adelante, hacia el comunismo. La grandeza suprema del comunismo como concepción del mundo nos granjeará sus simpatías”.
A fin de cuentas, sostenía Zetkin, el fascismo es un producto del orden capitalista. La amenaza del fascismo sólo acabará de una vez por todas cuando la clase obrera tome el poder de las manos de las familias multimillonarias capitalistas y comience a construir un mundo nuevo. Firmemente convencida de ello, la inquebrantable confianza de Zetkin en el potencial revolucionario de la clase obrera puede verse en la conclusión de su informe de 1923:
“Cada proletario debe sentirse algo más que un simple esclavo asalariado, un juguete de los vientos y tormentas del capitalismo y de los poderes fácticos. Los proletarios deben sentirse y comprenderse a sí mismos como componentes de la clase revolucionaria, que forjará el viejo Estado de los propietarios en el nuevo Estado del sistema soviético. Sólo cuando despertemos la conciencia de clase revolucionaria en cada trabajador y encendamos la llama de la determinación de clase, podremos conseguir preparar y llevar a cabo militarmente el necesario derrocamiento del fascismo. Por brutal que sea durante un tiempo la ofensiva del capital mundial contra el proletariado mundial, por fuerte que sea su furia, el proletariado se abrirá paso hasta la victoria final”.
El valiente llamamiento de Zetkin a la acción antifascista, publicado menos de un año antes de su muerte, constituye un digno tributo a su vida de lucha revolucionaria y a su legado como faro para las generaciones futuras.
Mike Taber y John Riddell son editores de Communist Publishing Project
Este artículo es la introducción a la antología Fighting Fascism de Clara Zetkin (Haymarket Books, 2017).
Traducción: viento sur
- 11/ El informe de Bordiga puede encontrarse en Riddell, ed., “Toward the United Front: Proceedings of the Fourth Congress of the Communist International, 1922”, Historical Materialism Book Series, Chicago: Haymarket Books, 2012, pp. 402-23.
- 2El informe de Dimitrov puede consultarse en Marxists Internet Archive
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