Cuando Salvador Allende llega a La Moneda, el modelo de economía hacia adentro hacía agua por todos lados y exigía a todas luces ser reemplazado por otra forma de acumular
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| PressenzaUn golpe de Estado y sus analistas
A pocos años de consumada una de las más grandes tragedias de la historia de Chile —el golpe de Estado en contra del gobierno encabezado por el presidente Salvador Allende Gossens—, algunos de los escasos medios de comunicación permitidos (todos proclives a la dictadura) manifestaron, con sorpresa, que ya a esa fecha se habían escrito más de mil libros sobre aquella. Pienso que, en estos años —no tengo estadísticas serias, al respecto—, la cifra debe haberse elevado significativamente. El golpe de Estado perpetrado en contra de la democracia chilena constituyó uno de los sucesos más relevantes de la historia contemporánea.
Aunque los temas más destacados que abordan esos libros dicen relación con los efectos o secuencias que trajo aparejado ese suceso, no faltan quienes se refieren a las posibles ‘causas’ del mismo, circunstancia que no deja de ser interesante. Porque los sucesos no se desencadenan sin la intervención de determinados agentes. Como sucedió con el derrocamiento del gobierno del presidente Allende, acción tan manifiesta, que algunos quisieron definirla con una paráfrasis del título de una de las obras de Gabriel García Márquez: ‘crónica de un derrocamiento largamente anunciado’.
Decir que el golpe de Estado era algo perfectamente previsible nada cuesta, pues se trata de una simple afirmación. Lo interesante es destacar cuáles son esos hechos, cuáles son esas circunstancias porque, para analizar lo sucedido y deducir sus consecuencias (y no repetirlas), es necesario conocerlos y determinarlos a cabalidad. Y es ahí donde las opiniones se dividen. Porque unos prefieren contentarse con el enunciado; otros reducen la problemática a ‘una’ causa, y no faltan quienes desean hablar de un cúmulo de causas sin especificar el peso social que cada una de ellas pudo tener en el desencadenamiento de la tragedia.
La teoría de las causas
No existen sucesos que obedezcan a una causa sino, siempre, son éstas múltiples; algunas, sin embargo, tienen un peso valórico superior a otras y, por ende, pueden tener mayor gravitación en el desencadenamiento de los sucesos. Aristóteles, que estudiara esta materia, pudo clasificar las causas en cuatro, a saber, formal, material, eficiente y final, temática a lo que nos referimos en nuestro libro ‘La revolución chilena de octubre’ [1]. No lo vamos a hacer en esta oportunidad.
Tampoco vamos a hacer una enumeración exhaustiva de las causas que señala la generalidad de los autores. Sería inútil y desvirtuaría nuestro propósito. Nos haría emprender el estudio de otro tema que no deja de ser interesante, por cierto, pero que nos alejaría del objetivo perseguido.
Causas del golpe militar
Las llamadas ‘causas’ del derrocamiento del gobierno del presidente Allende son múltiples y se caracterizan por su escasa consistencia; parecen, más bien, efectos de otras causas más que una aproximación a la realidad. Intentemos referirnos brevemente a ellas a partir de una separación un tanto superficial.
Causas políticas de la caída de la unidad popular
De entre las primeras, se señala la escasa preparación de los personeros del gobierno de la Unidad Popular, descalificación que no debe sorprender: es una de las armas preferidas que emplea la clase conservadora en contra de quienes enarbolan la bandera de los cambios. Esta clase de prejuicios cala profundamente en la mente de las masas ideologizadas, y pone a la ‘especialidad’ en el carácter de sinónimo del saber. El objetivo es convencer que, para opinar sobre el gusto de las papas, toda persona debe poseer el título de ingeniero agrónomo. No debe sorprender que, por esos motivos y desde el principio, se denunciase constantemente la presunta ‘escasa preparación’ de los personeros de gobierno de la Unidad Popular, ni que ciertos periódicos no vacilaran en hacer mofa del ministro de Hacienda, en ese entonces Américo Zorrilla, a quien atribuían pedir sobres redondos para enviar las circulares [2]. El academicismo ha sido, constantemente, el caballo de batalla de la reacción chilena, un tanto atrasada, en comparación a sus pares europeos y de América del Norte [3] y, a la vez, el instrumento que ha permitido la instalación de una tecnocracia al interior del Estado.
Otra de las posibles ‘causas’ de la caída de la Unidad Popular pudo ser la falta de correspondencia de las medidas aplicadas por el gobierno con la política que usualmente se practica. Y es que la dialéctica, contraponiendo conservación y cambio, opera en toda su extensión.
Siempre dentro del plano político, otra de las acusaciones es la de nepotismo, sectarismo (o egoísmo de grupo) y de ocupar cargos sólo para los efectos de obtener un trabajo con el que vivir de manera más holgada.
Toda crítica tiene algo de verdad, pero no siempre esa razón posee relevancia tal que pueda invalidar un acto o una conducta. Aun, reconociéndola como cierta, no puede considerársela como causal para generar un golpe de Estado: si así fuese, todos los gobiernos postdictatoriales pudieron ser objeto de golpes de Estado.
Causas económicas de la caída de la unidad popular
No puede desconocerse que, con posterioridad al boicot decretado por Estados Unidos en contra del gobierno popular, la crisis económica se manifestó en toda su extensión. Nixon lo había dicho en una conversación con Kissinger: la economía chilena debe gritar [4]. Haber recuperado para los sectores dominados la capacidad de adquirir bienes a través de una política fuertemente redistributiva, en tanto se hacía imposible importar bienes para el consumo y repuestos y maquinarias para la producción (por efectos del boicot) creaba el campo propicio para una crisis sin precedentes. El responsable de todos los problemas económicos fue el ministro Pedro Vuskovic a quien se le atribuyeron desaciertos económicos e irresponsabilidad en el uso de los recursos fiscales, acusándose, además, a muchos jefes de servicios públicos de sectarismo y mal manejo de las empresas y reparticiones del Estado.
Pero, ¿fueron esos ‘desaciertos’ económicos la causa del derrocamiento de la Unidad Popular? ¿O fue el boicot? ¿O, lo que es igual, la intervención foránea? ¿O el ‘fracaso’ del socialismo, como lo señala un autor [5]?
Para quienes consideran que fue la Unidad Popular la causante de toda la ruina económica de la nación y a los militares sus salvadores, no deja de ser importante el trabajo realizado por José Luis Valenzuela quien, en una de sus obras, se pregunta qué hubiera sucedido de no haber existido golpe de Estado y de haber terminado su período el régimen de la Unidad Popular.
“La historia tiene otra enseñanza para alimentar nuestra toma de decisiones hoy, al permitir poner las cosas de la historia en su real contexto. Se encuentra al preguntarse ¿Qué hubiese pasado en Chile sin el quiebre de 1970-1973? Para encontrar la respuesta postulemos que sin quiebres y dando una continuidad a las políticas del período 1960-1971 (especialmente al reformismo de Frei Montalva), Chile hubiera continuado creciendo a la tasa media de crecimiento 1960-1971, ya calculada como 2,39% anual para el ingreso per cápita. El gráfico siguiente compara la realidad (lo que efectivamente pasó entre 1971 y 2000), con la ficción (lo que pudo haber sido con la continuidad):
La serie es construida hasta el año 2000 puesto que la fuente de datos llega hasta ese año, y debe guardarse fidelidad en la relación de los datos de ambas curvas.
Al año 2000, la renta per cápita de Chile fue en realidad de $558.361 y hubiese sido de $584.381 si el país hubiese continuado creciendo con la tasa media de crecimiento anual de 2,39% que tuvo realmente entre 1960 y 1971.
El área entre las dos curvas representa la pérdida de recursos de la realidad en comparación con la ficción. La diferencia en el PIB del período 1971-2000 alcanza a 28.055.952 millones de pesos de 1986, equivalentes a 277,8 millones de millones de pesos 2020, que expresados en dólares de hoy, con tasa de cambio de $800 por dólar significa una menor generación de riqueza de 347.000 millones de dólares, monto superior incluso al calculado como valor de la DSR de Chile (257.000 millones de dólares).
Antes se vio que recién en 1988 se pudo superar el ingreso per cápita del año 1971. Ahora se ve que al año 2000 aún no se lograba superar el ingreso per cápita que Chile hubiese tenido si hubiera continuado creciendo como venía haciéndolo entre 1960 y 1971.
Suponiendo que el milagro económico chileno se inició después del año 2000, exactamente cuando lo demolido fue superado por lo reconstruido (situación que ocurre en el año 2004, cuando el PIB per cápita real de Chile alcanza a US$6.195 y supera al PIB per cápita que pudo ser (US$5.838)).
Solo en el año 2010 la realidad habría recuperado los US$ 347.000 millones perdidos frente a la ficción de la continuidad” [6].
Si, como lo asegura José Luis Valenzuela, el crecimiento de Chile hubiere proseguido a un ritmo más o menos similar al de los años anteriores, ¿qué ocurrió, entonces, para que se desencadenara esa tragedia?
El anticomunismo
Una posible causa puede encontrarse en el llamado ‘anticomunismo’, siempre presente en la sociedad chilena. Hoy, más parece una psicopatía puesto que solamente una persona enferma o en extremo ignorante puede suponer el resurgimiento de las condiciones que dieron origen a la vieja Unión Soviética. Pero, en esos años, el anticomunismo era una ideología que creaba psicosis. Baste recordar que, en la campaña a favor de Eduardo Frei Montalva, se confeccionaron afiches que mostraban tanques soviéticos rodeando La Moneda, imagen grotesca, imposible de ocurrir y, no obstante, convincente. Pero así operaba el ‘anticomunismo’, no solamente en la población sino en las filas de las FFAA, bajo el imperio de la Doctrina de la Seguridad Nacional.
El anticomunismo pudo ser una causa importante para desencadenar el golpe, pero otros hechos inducen a suponer otros motivos.
Los preparativos del golpe
Es sabido que el golpe militar no se decidió el 11 de septiembre de 1973 sino mucho antes. Puede, incluso, estimarse que fue con el triunfo de la Unidad Popular, en 1970, pues era algo presente en la mente de los sectores dominantes; especialmente, del estamento militar. Más específicamente, en la Marina. Y, particularmente, en un sujeto que fue, probablemente, el vicealmirante José Toribio Merino Castro.
Nos explicamos: el golpe mismo no era algo que preocupara a la alta oficialidad de la Marina representada en la persona de ese individuo. Había algo más importante que acaparaba su atención. El oficial aquel no ignoraba que sobre la base económica de la sociedad se levanta su superestructura jurídico/política y determinadas formas de conciencia social. No por algo, ese sujeto, a mediados de 1972, llamó a Roberto Tomás Kelly Vásquez, un ex oficial de la Marina, a fin de solicitarle, a nombre de todos ellos, la preparación de un plan económico a aplicar luego de producido el golpe. De acuerdo con un analista, ello se hacía porque “[…] botar a Allende no cuesta nada. Lo importante es tener un plan económico” [7]
En efecto. La realización de un golpe de Estado no es algo que requiera de un sesudo estudio. Las fuerzas armadas constituyen la única estructura social capaz de cubrir territorialmente, en cualquier momento, a una nación: porque esa es, precisamente su labor. Pero controlar un país es una cosa; resolver su crisis económica, otra; más directamente, el agotamiento de la forma de acumular vigente. Materia que guarda estrecha relación con ese axioma de la teoría general de los sistemas según el cual es el todo el que hace a la parte y no lo contrario.
La crisis del sistema capitalista
El sistema capitalista enfrenta crisis en forma periódica. Las crisis forman parte de su estructura. Son, en consecuencia, parte de su esencia; de su propia naturaleza, que necesita de personas obligadas a vender su energía física para subsistir y de otras que puedan comprarla para aumentar su riqueza. Pero esa operación debe realizarse de un modo específico. De otra manera, no hay acumulación. El sistema capitalista, para perseverar, debe estar inventando constantemente formas que le permitan realizar esa acumulación. E, históricamente, esa labor se ha realizado a través de aumentar o disminuir el rol del Estado en la economía en épocas que han sido conocidas como ‘de Estado interventor’ y ‘de Estado gendarme’, según haya existido mayor o menor intervención del Estado en la vida económica de la sociedad.
Las formas de realizar la acumulación son llamadas, normalmente, ‘modelos’. Cuando el ‘modelo’ está saturado, cuando ya no cumple con su función, cuando se agota en la realización de su cometido, debe cambiarse por otro. En ese momento, el sistema capitalista entra en crisis.
La posibilidad de descubrir cuándo ese fenómeno tiene lugar nos lo indica lo sucedido el 11 de septiembre de 1973, en Chile. Si bien el anticomunismo, y las otras ‘causas’ ya anotadas de esa tragedia, pudieron ser la chispa que encendió la pradera, el pasto que aventó el fuego de ese voraz incendio fue el agotamiento de la forma de acumular vigente y la necesidad inmediata de reemplazarla por otra nueva que pudiese revertir la inminente caída de la cuota de ganancia.
Las ondas de Kondratiev
El desarrollo de esta hipótesis se funda en los estudios de Nicolai Kondratiev según el cual, en la evolución del sistema capitalista, a lo largo de su historia, es posible distinguir la presencia de ‘ciclos’ (u ‘ondas’) causados por crisis que advienen, constantemente, en determinados períodos. Dichos períodos pueden, en ciertas ocasiones, ser breves y extenderse desde los cinco a los diez años, en cuyo caso se trataría de ‘ondas cortas’; y de ciclos más prolongados que pueden abarcar de los 30 a los 50 años, pasando a denominarse, por ello, ‘ondas largas’ [8].
Kondratiev fue un estadístico; su trabajo se limitó a establecer una realidad que revelaron los diversos gráficos y mapas usados para verificar sus investigaciones, y con los que intentó demostrar su tesis que hoy defienden no pocas personas [9].
Lo interesante en la teoría de las ondas cortas y largas de Kondratiev es que las crisis del sistema capitalista, a lo largo de la historia, han coincidido con las fases de ‘Estado interventor’ y ‘Estado gendarme’.
Nuestra tesis sobre el golpe militar
Nuestra tesis sobre el golpe militar es que, si bien las causas enumeradas por los analistas tuvieron incidencia en el desencadenamiento de la tragedia, no tomaron en consideración el agotamiento de la forma de acumular, manifiesto ya desde el gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez y que, bajo el de Frei, aparece disfrazado de Alianza Para el Progreso, buscando revertir la caída tendencial de la cuota de ganancia.
Así, pues, cuando Salvador Allende llega a La Moneda, el modelo de economía hacia adentro hacía agua por todos lados y exigía a todas luces ser reemplazado por otra forma de acumular. No debe extrañar que muchas personas expresen hoy que el gobierno de Allende fue un gobierno ‘a contra marcha’, es decir, un gobierno que iba en contra de la historia y del desarrollo mismo del SKM [10]. Así, el golpe militar brindó a ese sistema, condiciones inmejorables para imponer el modelo de economía social de mercado, luego de las experiencias poco convincentes del general Nicanor Díaz Estrada y otros oficiales, de intentar lo mismo con un modelo que apoyaban los sectores demócrata cristianos.
El presidente Allende recibió un gobierno con un modelo de acumulación agotado. Aunque intentó perseverar en mantenerse dentro de los márgenes de ese modelo, fracasó rotundamente con un boicot sin precedentes impulsado por los empresarios, incapaces de ver lo que sucedía, pero desesperados por ver peligrar su acumulación. No era difícil suponer lo que había de suceder.
Esta hipótesis se sustenta, además, en la copiosa proliferación de golpes de Estado que se perpetraron, en esos años, en toda Latinoamérica, pues no se solucionan los conflictos sociales de esa manera si no se está en presencia de una crisis descomunal, de esas crisis que ponen en tela de juicio la vigencia del modelo vigente y exigen un drástico cambio de timón para revertir la amenaza que se cierne sobre la percepción de la cuota de ganancia.
Qué hubiere ocurrido si ganaba Tomic
Si el candidato demócrata cristiano Radomiro Tomic Romero ganaba las elecciones derrotando al candidato de la Unidad Popular, a nuestro juicio la situación no hubiere sido diferente a la que debió enfrentar Salvador Allende. Los programas de ambos candidatos contemplaban la profundización de las reformas emprendidas por la Administración Frei y, en consecuencia, la profundización de la participación popular, de la Reforma Agraria, de la industrialización del país, en fin. Se trataba de profundizar el modelo de economía hacia adentro, o de sustitución de importaciones, iniciado con la creación de la Corporación de Fomento CORFO en tiempos del presidente Pedro Aguirre Cerda. Y hacia allá apuntaba la política de Radomiro Tomic, lo que lo hacía tan peligroso como el de Salvador Allende.
Tomic tenía, sin embargo, una posibilidad; la misma que tuvo Salvador Allende y que jamás iría a aceptar: su renuncia a la aplicación del Programa de Gobierno y, consecuentemente, olvidar todas las promesas hechas a la ciudadanía al momento de ser nominado candidato a la Presidencia de la República. Con seguridad, una medida de esa naturaleza le hubiere permitido a Tomic mantener la presidencia hasta el fin de su período y, consecuentemente, la fuente de trabajo de quienes le acompañaban en el desempeño del Gobierno. Pero eso jamás se podrá saber pues pertenece al terreno de la política ficción y, en consecuencia, de la especulación.
Sin embargo, en la etapa actual, en que la forma de acumular se encuentra visiblemente agotada y exige a gritos su reemplazo por otra más dinámica, no podemos ignorar cómo desde las altas esferas de Gobierno se usa una solución similar. Aunque el presidente de Comunes, partido que integra la coalición oficialista[11], señale que el programa de este sexto gobierno de la Concertación, encabezado por el presidente Boric, va a ser cumplido a cabalidad, los hechos, los porfiados hechos indican que esta administración ha tomado la decisión de perseverar en la dirección que le indican los sectores dominantes y es difícil que cambie de rumbo. Porque la supervivencia del Gobierno y, consecuentemente, de la coalición gobiernista están en juego.
Notas
[1] Acuña Asenjo, Manuel: “La Revolución Chilena de Octubre”, Editorial Senda/Senda Förlag i Stockholm, Santiago, 2020, págs. 283 y siguientes.
[2] La descalificación de quienes desempeñaron cargos de dirección bajo la Unidad Popular hizo que vastos sectores de la llamada ‘izquierda’ revisaran su comportamiento y terminaran atribuyéndose toda la culpa de lo sucedido. El paroxismo de este patológico comportamiento llegó a tal nivel que un dirigente político, en una de sus giras a Europa culpabilizó a Allende de haberlos engañado con un proyecto destinado al fracaso, discurso que repitió, años más tarde, otro alto personero de uno de los gobiernos de la Concertación.
[3] No deja de ser curioso, por decir lo menos, que las clases conservadoras jamás se refieran a los estudios ‘académicos’ del almirante José Toribio Merino Castro quien, a poco de producido el golpe, al ser consultado por la prensa cómo podía tomar a cargo el ministerio de Hacienda, señaló que tenía experiencia en esa materia pues había estado a cargo del Economato de la Armada y estudiado Economía en la Enciclopedia Británica. Tampoco las clases conservadoras han criticado al técnico agrícola Manuel José Ossandón, quien se permite exigir ‘expertos’ para vigilar el nuevo proceso constituyente y no para él ni para sus colegas del Parlamento.
[4] Kornbluth, Peter: “Desclasifican nuevas conversaciones entre Nixon y Kissinger para derrocar a Allende”, CIPER, 10 de septiembre de 2008.
[5] Álvarez, Ramón: “Allende y el fracaso de la vía chilena al socialismo”, ‘La Vanguardia’, 28 de febrero de 2020.
[6] Valenzuela, José Luis: “La Revolución Chilena de Octubre”, Editorial Senda/Senda Förlag i Stockholm, Santiago, 2020, págs. 128 y 129.
[7] Buscat Oviedo, Esteban: “El golpe naval del 11 de septiembre de 1973”, documento del Centro de Estudios Por la Democracia y Defensa del Ciudadano CEDEC, disponible en INTERNET.
[8] Vega Gonzalez, L.R. y Vega Salinas M.R.:”El Conocimiento, Propulsor de los Ciclos Largos de Kondratiev y sus Efectos en la Configuración Mundial”, Journal of Technology, Management & Innovation, Vol.8 Nª4, dic. 2013, Santiago.
[9] Entre otros, Ernst Mandel, George Modelski, etc
[10] Sistema Capitalista Mundial SKM.
[11] Cisternas, María Luisa: ”Marco Velarde: ‘Yo no veo que haya un ánimo de renuncia con respecto al programa de Gobierno’”, Radio Universidad de Chile, 28 de febrero de 2023.
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