Abiy Ahmed creyó que era el momento de ajustar cuentas con el Oromo Liberation Army (OLA), pensando que esta era la parte más débil de la ecuación, pero, hasta el momento, esta nueva estrategia no parece haber dado resultado
Por Angelo Nero
“El régimen de Abiy sigue cometiendo atrocidades contra los pueblos amhara y oromo con la intención de culpar a la OLA. Tanto los medios estatales como los cabilderos de la diáspora están trabajando horas extras para desprestigiar a la OLA. De todos modos, la OLA sigue siendo una fuerza disciplinada que lucha por la democracia. Abiy y sus compinches siguen siendo los mayores obstáculos para la paz y la reconciliación. Están dispuestos a jugar con la vida de las personas de la forma que sea necesaria para mantenerse en el poder. Estaremos viviendo con las consecuencias de su irresponsabilidad por varias generaciones.” Así de contundente era la declaración de Odaa Tarbii, portavoz internacional del Oromo Liberation Army (OLA), la organización armada del pueblo oromo, aliado desde agosto del pasado año, con las Tigray Defense Forces (TDF), con las que iniciaron una fuerte ofensiva militar, a través de las regiones de Oromía, Afar y Amhara, que pusieron en serios aprietos al régimen de Abiy Ahmed, y estuvieron a solo doscientos kilómetros de la capital etíope, Adís Abeba.
Finalmente no hubo asalto a la capital, en buena medida, gracias al apoyo chino y turco al gobierno etíope, parece que decisivos en el repliegue, en diciembre pasado, de los rebeldes fue el uso de los drones Bayraktar TB2, cuya efectividad ha sido probada en la agresión azerí a Artsakh. El contingente guerrillero afin al Tigray People’s Liberation Front (TPLF), volvió a la región de Tigray, donde continua siendo hostigada por las milicias amharas y el ejército eritreo, y Abiy Ahmed creyó que era el momento de ajustar cuentas con el Oromo Liberation Army (OLA), pensando que esta era la parte más débil de la ecuación, pero, hasta el momento, esta nueva estrategia no parece haber dado resultado, y este grupo ha vuelto a intensificar sus acciones militares en muchos puntos del Kililoch de Oromía, que no solo combate, como en el caso de los rebeldes tigriños, al ejército etíope, si no también a las fuerzas de Amhara, a lo largo de la frontera compartida entre ambas regiones.
Hace un mes, tras la recuperación por parte gubernamental del control de varias zonas de Afar y Amhara, que estaban en manos de los insurrectos, el parlamento etíope aprobó poner fin al estado de emergencia decretado en noviembre de 2021, lo que fue definido por el portavoz del OLA, Odaa Tarbii, como “otra farsa del régimen de Abiy para apaciguar a la comunidad internacional. Nada ha cambiado sobre el terreno, ya que los civiles en Oromia y más allá siguen enfrentándose a asesinatos, torturas y encarcelamiento sin orden judicial a manos de las autoridades.”
Por ello la organización armada del pueblo oromo ha ampliado sus frentes abiertos, desde las áreas que ya controlaban como Guji y Borena, en el sur de su Kililoch, y Wellega, en el oeste, desplazándose por la Oromia Occidental hasta West Shewa, en el corazón de Etiopía, en la frontera con Amhara, y también muy próximo a la capital, Adís Abeba. En Shewa se estableció, entre 896 y 1286, un sultanato con el mismo nombre, uno de los estados musulmanes más antiguos de la región. Tras intensos combates el Oromo Liberation Army parece haber tomado el control de los principales pueblos y ciudades de West Shewa, como Abuna Gindabarat, Ejere y Shenan. Especialmente importante para el OLA es la toma de Ejere, ya que es la cuna del general Tadesse Birru, considerado padre del nacionalismo oromo moderno, ejecutado por el régimen del Derg en 1975. También están disputando el control de Ambo, una ciudad realmente estratégica, por encontrarse a poco más de cien kilómetros de la capital etíope.
Mientras tanto otro enemigo amenaza la Oromia, desde el sur y el este, como también la región Somali, una sequía persistente que, según la oficina de coordinación de asuntos humanitarios de la ONU, tiene un “impacto de devastador en las vidas y los modos de vida de las comunidades, después de tres temporadas consecutivas sin lluvias”, lo que provocara que cerca de siete millones de habitantes de estas zonas necesitarán ayuda alimentaria para poder subsistir.
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