Asalto a los lugares de memoria y problematicidad de la democracia

La Transición condenó a las víctimas del franquismo al olvido. La democracia española no es plena porque, en teoría, una democracia precedida por un totalitarismo debe garantizar la reparación de las víctimas que han sufrido en ese régimen. 

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga

La democracia ha de ser creadora. El crear ese privilegio exclusivo del nombre, y crear lleva consigo lo imprevisible, mas hay que crear a su vez las condiciones para que aparezcan. Y en ello aparece la diferencia fundamental entre la democracia y los regímenes despóticos o totalitarios.”

María Zambrano

Cuando alguien roba un banco incumple la ley y se le detiene porque en la sociedad no está permitido llevar a cabo robos. Si alguien roba un banco sabemos sin lugar a dudas que la policía va a buscarle y le va a detener. Si alguien va en dirección contraria por la carretera sabemos que se le va a multar porque la ley impide circular en sentido contrario al que indica la señalización de esa carretera. En cambio, hay leyes que no se respetan porque no importan a quienes tienen la obligación de hacerlas cumplir, como la Ley de la Memoria Democrática.

Generalmente, las leyes aportan valor a la sociedad, determinan una serie de normas que se deben seguir para garantizar el orden o la justicia en una comunidad; establecen los derechos y los deberes de la ciudadanía, así como las obligaciones y la responsabilidades del Gobierno y de las instituciones públicas. La Ley de la Memoria Democrática se cumple únicamente cuando interesa, se pasa olímpicamente de ella cuando no interesa y se conceden ciertas licencias a quienes la incumplen, algo que no ocurre con las demás leyes del Estado español. Este es uno de los grandes problemas de nuestra democracia.

Tenemos una democracia en España que no es plena. Cuando se pasó de la dictadura franquista a la Transición, y posteriormente a la democracia, hubo un periodo de alegría y de entusiasmo en que la gente pensaba que las cosas iban a cambiar; pero lo cierto es que llegó una Transición que fue sangrienta: se siguió asesinando, torturando y actuando en contra de la libertad en muchos lugares de España de manera sistemática.

Uno de los principales problemas fue que a las personas a quienes la dictadura franquista les había arrebatado a sus familiares, o bien que ellas mismas habían sido violadas o torturadas, se les dijo que debían olvidar todos esos crímenes, su dolor y todas sus pérdidas porque había que pasar a la democracia. Había que demostrar que éramos un país moderno y democrático, no se podía arrastrar el pasado. Los franquistas seguirían con sus puestos políticos o se meterían en política, iban a seguir adelante con lo que habían robado y expropiado a familia rojas, con sus tierras, sus fincas o su ganado. Torturadores y asesinos de gente por sus ideas iban a pasar a la democracia con la plácida seguridad que les otorgaba la impunidad. Morirían décadas después, en sus hogares y conservando las medallas que se les otorgaron en la dictadura por llevar a cabo sus atrocidades, condecoraciones que la democracia no les arrebataría. Sus víctimas no verían saldadas sus deudas, nadie les iba a pedir perdón porque las víctimas de la memoria histórica siempre han sido de segunda. Nadie les iba a reparar el daño y no iban a obtener justicia, debían olvidar lo ocurrido, sin más. Eso fue la Transición española y supone un gran problema aun a día de hoy.

La Transición condenó a las víctimas del franquismo al olvido. La democracia española no es plena porque, en teoría, una democracia precedida por un totalitarismo debe garantizar la reparación de las víctimas que han sufrido en ese régimen. El problema que desembocó en la situación actual del fascismo en España fue la dictadura franquista pero más que nada la Transición, que no condenó a los criminales sino a sus víctimas al silencio. Al no condenar la Transición el franquismo con toda la dureza que merecía, los problemas derivados se han ido arrastrando. El 20 de noviembre de 1975 se anunció la muerte del genocida Francisco Franco pero no murieron entonces el franquismo ni el fascismo, que campa ahora a sus anchas.

Un grupo de desarraigados y descerebrados continuan defendiendo este régimen asesino, de miseria y de terror. Estos nostálgicos son un problema derivado de no sentenciar el franquismo durante la Transición, de hacer que las víctimas fueran olvidadas, de forzarles a olvidar, de no darles reparación, de negarles la justicia que demanda y merece toda persona que ha sufrido un totalitarismo por su manera de pensar. La salida de los restos de Primo de Rivera de Cuelgamuros propició hace unos días el desfile más reciente de estos nostálgicos franquistas.

Aquí, en España, la Ley de Memoria Democrática impide la exaltación del franquismo. Al menos en teoría, ya que también impide todo lo que ocurrió el pasado 24 de abril en ese lugar: un grupo de nostálgicos acudieron para parar taxis mientras desentonaban cánticos fascistas, para exhibir la del pollo y otras banderas anticonstitucionales y, por tanto, ilegales.

Cuando estos personajes trataron de acceder al cementerio o cuando intentaron saltarse el cerco policial, la policía les empujaba para que volvieran a su redil. Muchos de ellos eran tan jóvenes que ni siquiera vivieron el franquismo, sería irónico considerarles nostálgicos: eran simples borregos que, al no tener las capacidades de comprensión y raciocinio suficientes, se someten fácilmente a la voluntad de quienes les venden su discurso sin cuestionarlo. Empujoncito a empujoncito, la policía les encarrilaba. Únicamente tres de ellos fueron detenidos y fue por alterar el orden público.

Que quede bien claro: solo tres detenidos y por alterar el orden público, ninguna mención a su exhibición de simbología o cánticos franquistas. No interesaba cumplir la Ley de Memoria Democrática más allá de exhumar al líder franquista y despojarle del preeminente lugar donde se encontraba, en el Valle de Cuelgamuros, donde recibía habitualmente la peregrinación de su rebaño. Si quienes asían esas pancartas y banderas llegan a ser independentistas, gente antisistema o de izquierda en general la carga policial habría sido brutal, la cantidad de heridos habría sido muy elevada y habría habido el cuádruple de detenidos. A las actuaciones en tantas otras concentraciones nos remitimos.

En España no se hace cumplir la Ley de Memoria Democrática, únicamente los aspectos que más interesan a ciertas personas en el Gobierno. En un país con una democracia plena, una democracia que cumple la ley, todos estos nostálgicos y borregos con aires de grandeza habrían sido detenidos, identificados, denunciados y multados. No podían parar taxis, exhibir la bandera del pollo ni hacer exaltación del franquismo pero pudieron porque la policía no hizo nada para impedirlo ni sancionarlo.

La policía no hizo cumplir la Ley de Memoria Democrática en la exhumación de Primo de Rivera, en lugar de ello concedió tal permisibilidad a estas personas que les dio alas, por si no tuvieran suficientes actualmente. La consecuencia de dar alas a estos fascistas, de no castigarles cuando incumplen la ley, es que se crecen. Y cuando se crecen ocurren diversas problemáticas para la gente que honra y defiende la memoria democrática. Estos nostálgicos y los borregos que repiten sus bulos y sus mantras fascistas deben ser denunciados y sancionados.

Hace 48 años que la vida concedió a Franco un momento muy anhelado por familias de gente represaliada, exiliada, presos políticos y gente que quería un país democrático y con libertad: su muerte. Quienes tienen como mucho unos pocos años más no pueden echar de menos el régimen de Franco porque no lo vivieron, forman parte del rebaño que bala para llamar la atención, que oye campanas y corre tras ellas sin saber bien a dónde va. Quienes sí lo vivieron y lo defienden debe de ser porque formarían parte de este régimen asesino siendo verdugos, gente que se quedó con pertenencias expropiadas o gente que se beneficiaría de esta dictadura criminal. Solo la defienden quienes vivieron bien porque serían parte de los verdugos, chivatos o gente que sacó tajada.

Aquí no tenemos normalidad democrática. Un país donde se permite la exaltación de un régimen totalitario, como España hace con el franquismo, tiene una democracia en construcción y que no ha logrado consolidar el cambio de la dictadura predecesora a la democracia plena sucesora. La política española no ha pedido perdón a todas las víctimas desde una tribuna ni ha empezado a hacer justicia, la nuestra no es una democracia plena. Desde la política se les debe perdón, como se pide perdón muchas veces a otras personas que han sufrido atentados terroristas, asesinatos masivos o selectivos. En la Transición les hicieron callarse pero ahora también les quieren calladas y callados. Es más, tras las tribunas se encuentra diversa gente que es heredera ideológica del franquismo, de conocidas figuras franquistas con ideología fascista. Tenemos ya a sus nietos en el parlamento, les tenemos en la vida política y esta situación ha supuesto todavía más normalidad al franquismo y al fascismo.

La anormalidad democrática de no haber condenado el fascismo ha permitido que entren en el Congreso de los Diputados sus herederos. Hay una anormalidad democrática cuando el Estado no solo no ha pedido perdón a las víctimas del franquismo sino que, además, permite al fascismo campar a sus anchas por la escena política a nivel nacional. La anormalidad democrática de España se hace más patente cuando la ciudadanía comprueba que no se hace cumplir la Ley de Memoria Democrática y sus detractores exaltan libremente y en la vía pública la dictadura manchada de sangre que precedió a la democracia. En cambio, ¿Se cumple la ley cuando robas? Sí. ¿Cuando cometes una infracción de tráfico? También. Es difícil precisar con exactitud el número de leyes que tiene España en este momento pero es muy habitual ver situaciones en que se incumple concretamente la Ley de Memoria Democrática, y esto ocurre porque hay una normalización de la nostalgia del franquismo, lo cual es muy peligroso.

Esto no se puede permitir pero, sin embargo, se permite. Que gente fascista se considere libre, con impunidad y piense que puede hacer lo que quiera está provocando que estas crueles personas estén destruyendo lugares de memoria. Esto nos duele, sobre todo y particularmente a quienes estamos trabajando para recuperar la historia de las víctimas de la represión franquista. Los lugares de memoria invitan a la reflexión y estas personas solo buscan su destrucción.

Vimos lo que hizo Almeida al memorial de las víctimas de la represión franquista en Madrid, en 2020: un político sin humanidad, al frente de la capital de un país que hace décadas fue masacrado por el fascismo, mandando destruir un memorial a mazazo limpio, destrozando las placas que ponían los nombres de las 2936 personas que fueron detenidas por sus ideas y fusiladas en la tapia de un cementerio por el fascismo. Algo similar ocurrió el mes pasado en el cementerio de Burgos: la placa en memoria de los represaliados por el franquismo que habían instalado recientemente fue destrozada, también con una maza. Y hace menos todavía del ataque al Paredón de España, en Paterna (Valencia), donde la represión franquista asesinó a 2238 personas: destruyeron todas las ofrendas y se liaron a navajazos con una bandera republicana.

Estos lugares de memoria fueron destruidos porque se creen impunes, están convencidos de que este país sigue siendo suyo y de que son los señoritos, que tenemos que callar. Pero no va a quedar ninguna agresión sin respuesta; aunque no vamos a usar las agresiones como respuesta porque nosotras y nosotros conocemos la historia y no es el camino. Vamos a usar la palabra, les vamos a señalar y les vamos a denunciar. Vamos a defendernos ante sus agresiones fascistas con la palabra, con la justicia y con el convencimiento de que llegará el día en que este país respete los lugares de memoria, haga cumplir la Ley de Memoria Democrática como cualquier otra ley y otorgue justicia a las miles de personas que lo merecen.

Duele lo que pasó hace días en el paredón de Paterna y no se debe ocultar ese dolor, se debe decir de forma clara y abierta lo que han hecho para que se conozca lo que el odio y la intransigencia del fascismo están provocando. Posiblemente duele más comprobar que hay personas tan cegadas y absorbidas por su odio ideológico que son incapaces de respetar el recuerdo de gente que fue asesinada por el mismo odio ideológico que ellas mismas abrazan. Esto es lo que permite el no hacer cumplir la Ley de Memoria Democrática cuando toca: que se crean impunes, libres, que España es suya y pueden hacer con ella lo que quieran. Se dedican a destrozar lugares de memoria donde fueron asesinadas y asesinados por su ideología, por su forma de ser o por lo que defendían miles de inocentes españolas y españoles. Revelan con destrozos físicos sus destrozos mentales, dan mazazos a las placas memorialistas porque las historias de la memoria pueden dar mazazos a muchas conciencias.

Si no se obliga a cumplir la Ley de Memoria Democrática los fascistas se crecen y si se crecen destruyen, atacan y agreden. Si se les deja pasear con la bandera del pollo y parar taxis se les está dando a entender que tienen esa libertad. Imaginad la que se habría liado si en lugar de parataxis hubieran sido independentistas e izquierdistas los de Primo de Rivera: todo rodeado de lecheras, agresiones, mucha gente detenida y mucha herida. La gente agredida en las concentraciones sociales en España siempre es la misma, una casualidad que ya roza la tradición.

Se piensan que nos vamos a callar pero ya no, no va a haber ninguna agresión sin respuesta porque les vamos a señalar, vamos a seguir dando a conocer la verdad y se les va a denunciar. Vamos a enseñarles que la libertad tiene las patas cortas cuando se trata de ningunear, de maltratar y de vejar a un colectivo que simplemente lucha por la justicia, por la reparación y por que se conozca la verdad. Vamos a estar unidas y unidos ante las agresiones ideológicas hasta el día en que el Estado español decida, por fin, tener el valor de hacer cumplir la Ley de la Memoria Democrática en todos sus aspectos para que se juzguen estos actos y para que, sobre todo, las víctimas tengan la reparación que merecen.

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