Afganistán: Total normalidad

Los trágicos enfrentamientos entre el Taliban y el Daesh-K, que ya ha generado miles de muertos, ayuda a profundiza la crítica situación de seguridad a la nación afgana, que a la vez se encuentra asolada por una economía devastada y una crisis sanitaria y alimentaria, que va rumbo a convertirse en crónica

Por Guadi Calvo / Línea Internacional

Como si nada hubiera pasado, desde el quince de agosto último, la situación en Afganistán sigue siendo absolutamente crítica, es decir absolutamente normal, desde hace por lo menos cuarenta años. Si observamos fríamente el país solo podríamos decir que se produjo un cambio de autoridades y nada más, que a casi nueve meses de producido ese cambio, nadie se ha dado por enterado.

Los ataques y atentados, con la muerte de civiles, particularmente de las minorías chií, hazara y sufí, como principal objetivo, se siguen produciendo con absoluta cotidianidad; los Estados Unidos, tras su bochornosa huida, parecen haber recuperado de la histeria de aquellos primeros días, y han vuelto a operar, desde las sombras, como mejor saben hacerlo, en procura de mantener a toda la región en un estado de altísima inestabilidad. Mientras que la discusión central parece ser: burka si o burka no, mientras los 37 millones de afganos nada saben, y mucho peor, nada esperan, de su futuro.

Al menos seis muertos y 18 heridos se han reportado el miércoles 25, tras una explosión en el interior de la mezquita Hazrat Zakaria del Distrito 4 de Kabul, durante la oración de la noche, mientras que el estallido de explosivos colocados en el interior de tres minibuses en la ciudad norteña de Mazar-i-Sharif, dejaron diez muertos y quince heridos.

Los ataques fueron reivindicados por el Daesh Willat Khorasan o Estado Islámico en la provincia de Khorasan, (ISIS-K), que opera en el país desde 2014, protagonizando desde entonces, innumerables operaciones de estas características e incluso ha librado combates contra el extinto Ejército Nacional Afgano (ENA), las Fuerzas Nacionales de Seguridad Afganas (ANSF), tropas norteamericanas e incluso contra el propio talibán.

Según un informe de Naciones Unidas que emitió en febrero pasado se estima que las fuerzas del Daesh-K, prácticamente se han duplicado de 2200 hombres a unos cuatro mil.

Si bien el número de atentados explosivos ha tenido una notable baja en todo el país desde que los talibanes conquistaron Kabul, en agosto pasado, durante el pasado Ramadán, el mes sagrado del Islām, que finalizó el pasado treinta de abril, el Daesh-K, ejecutó docenas de ataques particularmente contra mezquitas en momentos de las diferentes oraciones.

Entre las principales acciones se destacan, la del 29 de abril, contra una mezquita sunita en Kabul, en la que murieron diez personas. El ataque tuvo como objetivo el ritual que celebraban miembros de la comunidad sufí, que si bien sunitas, es considerada como una secta mística, que el wahabismo considera kafiris (infieles). En una mezquita chiíta en Mazar-i-Sharif, capital de la provincia de Balkh, el veintiuno de abril, murieron doce personas y otras diez resultaron heridas. Aunque el ataque más mortífero durante la campaña de Ramadán ejecutada por el Daesh-K, se produjo en la ciudad de Khunduz, capital de la provincia del mismo nombre, el veintidós de abril, contra la mezquita sufí del Mawlawi (erudito religioso) Sekanda, donde fallecieron treinta y tres personas y otras cuarenta y tres resultaron heridas.

Los trágicos enfrentamientos entre el Taliban y el Daesh-K, que ya ha generado miles de muertos, ayuda a profundiza la crítica situación de seguridad a la nación afgana, que a la vez se encuentra asolada por una economía devastada y una crisis sanitaria y alimentaria, que va rumbo a convertirse en crónica por la que ya se está previendo una muy próxima hambruna que llevará a la muerte a miles de afganos, radican en que los hombres que el Daesh, pretenden establecer un califato que se extienda desde Turquía, hasta el norte de la India, reconstruyendo la mítica provincia de Khorasan. Mientras que los hombres del mullah Haibatullah Akhundzada, que insisten en que ya han derrotado al Daesh, rechazan la presencia de cualquier grupo extranjero congregacional o no, que pretenda hacerse con el poder en su país. Aunque si, admiten la presencia de organizaciones armadas aliadas como al-Qaeda, que por momentos difícilmente se pueda diferenciar. Considerada por muchos analistas las dos caras de una misma moneda, o el Jamaat Ansarullah, (Sociedad de los Soldados de Allah) tributarios de al-Qaeda, proveniente de Tayikistán. Este grupo ha operado con frecuencia en el valle de Karategin, Tayikistán, y en el de Isfara (Ferghana) Uzbekistán, muy próximo a Kirguistán, donde han producido numerosas bajas al ejército tayiko y realizado ataques suicidas en Dushanbe, la capital del país. Ferghana, es una región de extrema conflictividad por razones étnicas y tribales, que lo han convertido en una de las más potencialmente volátiles de Asia Central.

Los talibanes han permitido que Mahdi Arsalon, líder Jamaat Ansarullah, y unos doscientos muyahidines tayikos, hayan operado la provincia de Badakhshan hasta convertirse en el gobernador en las sombras y desde donde pretende volver a su país.

La insurgencia interna pide respaldo

Mientras el Estado Islámico de Afganistán, restablecido en el poder después de los veinte años de invasión norteamericana, continúa sufriendo los ataques del Daesh Khorasan, se prepara una fuerza insurgente pro occidental, que intentará nuevamente expulsarlos del poder.

El Frente de Resistencia Nacional (NRF, por sus siglas en inglés) dirigida por Ahmad Massoud, hijo de Ahmad Shah Massoud, el mítico líder de la Alianza del Norte, asesinado por los talibanes, prácticamente horas antes de los ataques contra las torres de Nueva York, ha enviado un desesperado mensaje al presidente norteamericano Joe Biden, para que “no cometa el mismo error que la administración Clinton, cuando ignoró la amenaza del terrorismo a mediados y finales de la década de 1990, lo que terminó con los atentados del once de septiembre”.

La dirigencia del NRF, ha solicitado a Washington que adopte medidas para colaborar con las fuerzas de resistencia “democráticas” y “antiterroristas” para “liberar Afganistán”, de los terroristas. Estos grupúsculos se conformados por ahora ex funcionarios del gobierno pro norteamericano de Ashraf Ghani, y miembros del ENA y las ANSF, el año pasado, no bien la situación en Kabul se había precipitado al punto de no retorno.

El llamado se produce cuando el NFR, tras una campaña de baja intensidad en el valle del Panjshir al norte de Kabul, históricamente bastión de la resistencia anti talibán, que en estos últimos meses prácticamente no ha tenido logros, más allá de la extensión de sus operaciones que abarcaron áreas de las provincias además de Panjshir: Baghlan, Takhar y Badakhshan, y ahora se prepara para las campañas militares, que se inician en la primavera y se extienden generalmente hasta octubre.

Ahmad Massoud, y sus hombres necesitan de manera desesperada el compromiso estrecho de los Estados Unidos, mucho más ahora que en plenos preparativos de la Campaña de Primavera, el Talibán lo ha despojado de la base de retaguardia en el valle de Panjshir.

EL NFR, insiste en demostrar que sus operaciones han tenido éxito, difundiendo fotografías que muestran las bajas del talibán a manos de sus hombres en combates recientes. Además de denunciar que los hombres del mullah, están cometiendo crímenes de guerra y aumentado los ataques contra la población civil, en un intento “desesperado” por reconquistar las áreas de las que habrían sido desplazados por las unidades Frente de Resistencia Nacional. El mando Talibán ha negado dichos combates, aunque, según fuentes occidentales, después de conocerse dichas fotografías lo han debido reconocer.

Más allá de la campaña mediática, nadie considera que bajo en estas circunstancias el NFR, ni a otros grupos armados pudieran ser una amenaza cierta al poder Talibán, sin un respaldo externo que le brinde armas, refugio y entrenamiento, el que solo los Estados Unidos podría tener intenciones de establecer, sólo para mantener la total normalidad en la región.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino.

Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

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