Grecia en nueve actos

Queda el patrimonio cultural porque es un bien que no pudieron embargar los banqueros, pero dejaron a sus guardianes ante las puertas de los museos y los parques arqueológicos para que cobren las entradas a los millones de visitantes que los recorren.

Por Fernando Salgado

I. CUNA DE LA CIVILIZACIÓN, DESHUMANIZADA

Niños mendigos, mendigos tirados en las calles sobre montones de basura que fermenta y que podrían ser mendigos muertos, la búsqueda en los contenedores, fruta, carne y pescado manoseados en los puestos callejeros, drogas, prostitución, cables que se entrecruzan, vehículos y motos por todas partes, ruido, bajos cerrados, calles tenebrosas cuando cae la tarde, edificios en ruina, Atenas.

Privatizaron la salud. Vendieron las playas, los puertos y los aeropuertos, de Atenas, Salónica, Rodas, Corfú, Santorini, Mikonos… y las instalaciones en las que se disputaron los Juegos Olímpicos en el año 2004 (los griegos habían solicitado los de 1996 para conmemorar el centenario de su puesta en marcha en la edad moderna, pero se los concedieron a Atlanta atendiendo las exigencias de la Coca Cola). También los trenes.

Bajaron los salarios, incrementaron los impuestos y redujeron los servicios a la mínima expresión. Queda el patrimonio cultural porque es un bien que no pudieron embargar los banqueros, pero dejaron a sus guardianes ante las puertas de los museos y los parques arqueológicos para que cobren las entradas a los millones de visitantes que los recorren. De este modo, burlan la ley que ellos mismos impusieron.

Ulises, (Rapsodia XI, Evocación de los muertos): “Vi también a Titio, el hijo de la augusta Tierra, echado en el suelo, donde ocupaba nueva yeguadas. Dos buitres, uno  a cada lado, le roían el hígado penetrando con el pico en sus entrañas sin que pudiera rechazarlos con las manos…” (La Odisea, Homero).

La Atenas cosmopolita, viajera, culta, joven y optimista se detiene a escuchar el bouzouki, baila al son de las danzas africanas y andinas y la capoeira y cumple con el ritual de ascender hasta la cumbre de la Acrópolis, pulida por millones de pasos, para acompañar con la mirada la parábola final del sol en su viaje hacia el Poniente. La ciudad se extiende en la lejanía y sobre tachones de color verde emergen las construcciones clásicas.

El origen mitológico del olivo es consecuencia de la lucha entre la diosa Atenea y Poseidón. Ambos rivalizaron por poner nombre y ser los patronos de una ciudad creada por el Rey Cecrops. Para poner paz, Zeus les impuso una prueba, y aquel que triunfara en la misma sería el que se llevara los honores.

Poseidón clavó su tridente en una roca de la que brotó un manantial de agua salada, y que estuvo a punto de inundar la ciudad. Los pobladores protestaron. Atenea golpeó la roca con su lanza y brotó un olivo, con el que obtendrían aceite para alimentarse, iluminar y hacer perfumes. Y pusieron a Atenas bajo la protección de la diosa.

Consideraban inmortal este árbol por su capacidad de rebrotar y el aceite era la moneda de cambio. Quien arrancara un olivo próximo a la Acrópolis podía ser condenado al exilio, además confiscarle todos sus bienes. Esta sanción se ampliaba a quienes talasen más de dos, aunque fuesen de su propiedad.

Grecia, cuna de la civilización. Grecia deshumanizada.

  1. SUENA LA VOZ MARÍA CALLAS EN EPIDAURO

Aristóteles hablaba en su Poética de la función catártica del teatro. Este fenómeno consiste en la capacidad del ser humano de empatizar con los sentimientos y las situaciones de un personaje y vivirlos sin afrontar, realmente, las consecuencias. Provocaba la purificación de los espectadores, convertidos pacientes, y curaba las enfermedades del alma, afirmaba el filósofo.

Situado en el Peloponeso, el Santuario de Asclepio fue un espacio destinado al culto, un centro terapéutico y un lugar donde se encuentran las raíces de la medicina. En este complejo arqueológico está ubicado el Teatro de Epidauro, construido hace más de 2.500 años, cuya capacidad magnética se pone de relieve con un dato: no existe ninguna ciudad en sus inmediaciones; a pesar de ello, miles de personas se desplazaban hasta este lugar en viajes, que podían prolongarse durante varias jornadas, y sus graderíos estaban repletos de público cuando se celebraban las representaciones.

Teniendo en cuenta la finalidad de este espacio, dos aspectos constructivos fueron cuidados con esmero: la acústica y la visibilidad, además de ser dotado del mayor aforo posible. En la ladera de una montaña fue asentado el graderío, con capacidad para unos 15.000 espectadores, una cifra refleja el poder de atracción de la dramaturgia en la antigua Grecia.


Fue construido con piedra caliza y distribuido por medio de pasillos en dos niveles, de treinta y dos y veinte filas. El espacio central y circular era ocupado por los componentes de la orquesta y el coro, y a continuación estaba situado el escenario. Pilastras, columnas y otros elementos decorativos servían de fondo.

Para un ciudadano de la Atenas del siglo V antes de nuestra época la función del teatro era distinta de lo que es para un espectador actual. No se representaba en cualquier momento del año, sino en festivales dedicados al culto del dios Dionisio. No se escenificaba una sola obra, sino varias, el espectáculo duraba todo un día y la entrada era gratuita para quienes no contaban con recursos porque a su carácter religioso se sumaba una finalidad moral y educativa.

Esquilo, Sófocles, Eurípides… El espectador tenía que ir dispuesto a purificar sus sentimientos más violentos mientras sentía la conmoción de las tragedias, estar preparado para reflexionar acerca de los más nobles estados espirituales, y reírse de su situación, de sus costumbres y de sí mismo por medio de las comedias.

¿Cómo sonaría la voz de María Callas en este lugar, cuando sería posible escuchar desde lo más alto del anfiteatro el ruido producido por una moneda al caer en la última de ellas, si por un momento desapareciesen de este lugar los visitantes que suben y bajan, chillan, hablan, se ríen y se hacen fotos?

El 24 de agosto de 1960 apareció en el antiguo proscenio ataviada con un largo vestido de pliegues con cola. Había elegido el papel de Norma, de la ópera da Bellini, Desde la primera fila soltaron dos palomas y los espectadores se pusieron en pie para dar la bienvenida a la diva.

Empezó a cantar temiendo que le fallase la voz porque desde su última representación había sufrido el trauma provocado por el nacimiento y la inmediata muerte de su hijo (acaecida en marzo del mismo año ante la indiferencia de su esposo, Aristóteles Onassis), pero siguió adelante, y cuando alzó su rostro a la luna –como la sacerdotisa que invoca a los dioses durante un rito en un bosque sagrado- pareció absorber los poderes mágicos del ancestral lugar.

“Callas hizo una interpretación desgarradora de la sacerdotisa druida que, en secreto, da a luz a dos hijos del procónsul romano Apolonio, para averiguar luego que éste la ha traicionado enamorándose de la vestal virgen Adalgisa. Para vengarse, Norma decide asesinar a sus dos hijos mientras duermen, pero al contemplarlos le conmueven tanto que cambia de parecer y ofrece su propia vida en un vehemente ritual de expiación”, describió Nicholas Cage en su libro Fuego griego.

“María creó la cúspide de lo que la ópera puede ser. En toda una vida, uno puede ver muchas cosas en el teatro, pero ¿qué puede compararse con ver a María Callas en Norma?”, se preguntó el director de cine Franco Zeffirelli.

Onassis no asistió a la representación y su fugaz presencia se limitó a uno de los ensayos. Una multitud la acompañó hasta el yate Christina, donde la recibió como si de una invitada más se tratase y no hizo mención alguna al éxito, apunta Nicholas Gage. “Decía a María: ‘Asegúrate de que éste o el otro tienen champán’. Lo realmente extraño era que a ella no parecía importarle lo más mínimo. Era feliz simplemente con hacer de anfitriona y esmerarse en cumplir las obligaciones de una buena esposa griega”.

La mañana transcurre entre ensoñaciones y la sempiterna banda sonora de las chicharras. Cuatro horas de viaje y de nuevo en Atenas. Llega el momento de sentarse en el suelo y comprobar cómo el cambio de perspectiva abre nuevas visiones de los entornos: el mundo circula por delante como en una pantalla de grandes dimensiones y uno acaba sintiéndose invisible con el paso del tiempo.

Y acostumbra a suceder que cuando te pierdes callejeando, encuentras lo que buscas. La imagen de María Callas, convertida en una estatua de bronce, se hizo presente frente al Odeón de Herodes Atticus, en la calle Dionisiou Areopagitou, cuando la luna escalaba por detrás de la montaña para encaramarse sobre la Acrópolis y un guitarrista interpretaba Is there anybody out there?, del album de Pink Floyd The Wall.

Habían tenido que transcurrir 44 años entre su muerte y la inauguración de la estatua, y a uno del centenario de su nacimiento, la obra de Afrodita Liti sigue generando controversias.

María Callas murió sola en París, en septiembre del año 1977, al igual que Onassis, dos años antes, después de haberse paseado por el mundo de la mano de Jaqueline Kennedy, su última conquista, la que había sido esposa del John Fitzgerald Kennedy, el presidente de Estados Unidos, el hombre más poderoso del mundo.

Asclepio, el dios de la medicina y la curación, venerado en varios santuarios de Grecia, alcanzó tal habilidad que podía devolver la vida a los muertos. Posiblemente a instancias de Hades, Zeus, temeroso de que el más allá quedase despoblado, lo mató con un rayo.

III. ÍTACA, ARDIENTE VIAJE

Hay restos de chapas y perfiles metálicos, también de muelles, oxidados unos y otros, una rueda y la omnipresente uralita, además de alambre de espino sobre la arena. Queda la base de una solera de cemento de una pequeña construcción y el aro de lo que un día fue un pozo. Es el litoral de Ítaca. Adentrándose en la isla, uno se encuentra con una construcción de mampostería semiderruida.

Un barco irrumpe en la tarde calurosa del mes de julio, cientos de personas salen presurosas de la embarcación para aprovechar el menguado tiempo dispuesto para el baño. Suena a través de los altavoces la estridente música disco de los años ochenta. La invasión guiri acaba de arruinar la tarde a un grupo de nudistas que convirtió este lugar en su habitual punto de encuentro, para lo que improvisó un rincón a la sombra utilizando ramas. Un joven chino se acerca a su territorio y un perro se encarga de que mantenga las distancias.

Konstantin Kavafis ya nos había advertido:

Ten siempre en tu pensamiento a Ítaca.

Llegar allí es tu destino.

Pero nunca vayas deprisa en tu viaje.

Que dure muchos años,

y atraques en la isla ya muy viejo,

rico con lo que te dio el camino,

sin esperar a que Ítaca te dé riquezas.

 

Porque Ítaca te permitió este hermoso viaje.

No habrías partido sin ella.

Ninguna otra cosa mejor tiene para ti.

Y si la encuentras empobrecida, no te ha engañado Ítaca.

Sabio como serás, pleno de experiencias,

Comprenderás entonces lo que las Ítacas significan.

Este viaje comenzó en los albores de la década de los ochenta del siglo XX, en un piso del Barrio de Gracia, en Barcelona. Cantaba Lluis Llach:

 Quan surts per fer el viatge cap a Itaca,

has de pregar que el camí sigui llarg,
ple d’aventures, ple de coneixences.

 

Has de pregar que el camí sigui llarg,
que siguin moltes les matinades
que entraràs en un port
que els teus ulls ignoraven,
i vagis a ciutats
per aprendre del que saben.

Poco después llegaba un ejemplar de la obra escogida del poeta nacido en Alejandría, que desde entonces formó parte del equipaje en las mudanzas que jalonaron una trayectoria de más de cuatro décadas. De nuevo Ítaca:

Párate en los mercados fenicios

y compra sus bienes preciados,

ámbar, ébano, coral, marfiles,

voluptuosos perfumes diferentes,

muchos, cuantos puedas abarcar.

Ve a las ciudades egipcias,

 Aprende en ellas, y aprende de sus sabios.

Doblando un cabo de la vida, los avatares protagonizados por Ulises en el regreso a su patria tras la batalla de Troya salen al encuentro en Cuntis. Después de recordar que es el viaje es el objetivo, y no el destino, el escultor Fran Remiseiro recomienda, “cuando tengas un problema, camina”. Lo hace en la presentación del libro De Roncesvalles a Santiago de Compostela, obra de otro escultor, Magín Julio Picallo Durán:

Muchas vivencias del camino no tienen explicación. Por más que te esfuerces buscando el por qué, no hay respuesta. Hice muchos kilómetros en solitario con una sola idea en la cabeza, buscar alguna respuesta a esa incógnita. No he logrado nada en concreto, quizá lo único que se pudiera acercar a lo razonable sería que según vas caminando, el camino te pone todo delante: pensamientos, distancias, soledades, placeres; te permite soñar según caminas; puedes saborear un montón de olores; sonidos únicos; luces y colores completamente variados; y también paisajes de todo tipo.

Muy cerca de este lugar -en Amil (Moraña)- poco tiempo atrás, Julio Montes y Yolanda Carbajales compartían con un grupo de amigos su Equipaje de esperanza para una ardiente travesía, un libro de poemas y reflexiones escrito por el primero e ilustrado con los grabados de la segunda.

Fragmentos de El viejo Ulises recuerda…

Y al llegar a Ítaca de equipaje ligero

cuando el olvido habite en sus playas,

cerrará los ojos y vendrá tu recuerdo

que de la luna llene sus mares de calma.

Tu nombre entonarán sus labios

cuando venga la Parca y lo abrace

y al fin todo se habrá consumado

y sin miedo hará el eterno viaje.

Olivos centenarios, olivos retorcidos crecen en Ítaca cerca del mar y escalan por la ladera de la montaña, tupida de un verde intenso en la que despuntan los cipreses. Nadie se preocupa de sacarle más provecho que el inmenso que permite su contemplación. Su visión evoca la figura de brazos y piernas entrelazados, de músculos y nervios enredados. Nada exige: crece sobre una tierra reseca. Simboliza la inmortalidad, la vida, la victoria, la fertilidad y la paz.

Mientras camino entre los olivos suena la constante y estridente banda sonora del verano, la que interpretan miles de cigarras. El termómetro supera los treinta grados y su intensidad está en consonancia con la temperatura. Mimetizados en la naturaleza, estridulan con sus timbales marcando el territorio, llamando al apareamiento y buscando alimento.

Los hijos de las divinidades nacían bajo las ramas del olivo, por lo que era habitual que las mujeres embarazadas durmiesen bajo los olivos.

Bajo los olivos, abro de nuevo Equipaje de esperanza para una ardiente travesía y leo:

Necesitamos la esperanza como un mástil para amarrarnos –como Ulises en el canto catastrófico de las sirenas-. Debemos compartir, también con nuestro entorno, nuestra convicción firme de que las cosas pueden cambiar, de que haremos lo posible, de que no todo es oscuridad, de que ciertas cosas funcionan… y todo ello a pesar de que la vorágine de la vida actual, las desalentadoras informaciones de la vida diaria o el sufrimiento ocasionado por situaciones personales o laborales, a veces muy penosas, nos pueda infundir confusión.

 

 IV. CORFÚ, FUSIÓN DE RAZAS

“Como una exhalación atravesamos los tortuosos arrabales del pueblo, sorteando felizmente los burros cargados, los carros, los corrillos de campesinas y los innumerables perros, anunciando nuestro paso con bocinazos atronadores”, narra Gerald Durrel. Su destino era una casa a unos diez kilómetros de Corfú.

“Era pequeña y cuadrada, plantada en su jardincito con aspecto rosáceo y arrogante. Las contraventanas, cuarteadas y despintadas por algunos sitios, habían adquirido al sol un delicado tono verde pastel. En el jardín, rodeado de altos setos de fucsia, los macizos de flores formaban complicados dibujos geométricos, delineados con cantos blancos”, describe el naturalista británico, nacido en India, en su libro titulado Mi familia y otros animales.


Aquellos paisajes en los que se internó en el año 1935 apenas cambiaron, a pesar de que el turismo transformó el urbanismo de la isla. Las buganvillas y las adelfas siguen derramándose sobre las paredes de las viviendas, como entonces, en 
un centro histórico en el que se  fusionan elegantemente las influencias italianas, francesas y británicas, cuyos bajos están dedicados a la actividad comercial, puestos de venta de frutas y hostelería. Las calles serpentean entre comercios e iglesias ortodoxas, y el mármol, siempre presente, predomina en paseos como Kapodistritou.

Las callejuelas y plazas se caracterizan por una  arquitectura muy marcada por la influencia veneciana, con sus mansiones y palacios en tonos rosas y ocres. Bastaría con abstraerse por un momento para que la calle Liston nos traslade a las avenidas parisinas del Barrio Latino o la Sorbona. Siguiendo este camino se llega a la Spianada, una plaza que alberga un campo de cricket, evidente recuerdo de la presencia británica.

La ciudad vieja se encuentra ubicada en el norte de la ciudad, entre la Spianada, el Palaio Frourio (la Fortaleza Vieja), que define su perfil arquitectónico, y la Neo Frourio (la Nueva Fortaleza), una construcción militar del siglo XII que bordea el mar JónicoLa Fortaleza Vieja es una imponente edificación defensiva construida por los venecianos. Aunque sufrió muchas reconstrucciones durante su historia, conserva aún algún vestigio de su etapa inicial, como la torre del reloj.

Odiseo hizo una escala en su viaje hacia Ítaca, cuando estaba dominada por los feacios, los corintos la colonizaron a continuación y se aliaron con Atenas en la guerra del Peloponeso, que fueron derrotados por los espartanos, a los que expulsaron poco después los atenienses. Desde Siracusa llegó la destrucción, y después de haber estado un tiempo bajo el mando de Alejandro Magno, fue incorporada al Imperio Romano.

Durante gran parte de la Edad Media el poder en Corfú fue ejercido por el Imperio Bizantino, y también la gobernaron árabes y normandos, que dieron paso al dominio de los venecianos y sicilianos. No se resignaron los turcos otomanos, pero sus asaltos fracasaron uno tras otro. Un tratado firmado con Napoleón convirtió a Francia en la potencia colonial, que fue relevada por Inglaterra, hasta que fue devuelta a Grecia en 1864.

Pero las idas y venidas no iban acabar aquí. Durante la I Guerra Mundial, Corfú fue ocupada por los franceses y transformada en un lugar de refugio para las tropas serbias y montenegrinas. Grecia recupera el mando en 1918 y siguen los sobresaltos. Mussolini bombardeó la isla, pero su asalto fue rechazado, aunque acabó cayendo bajo el yugo de la Alemania nazi. Concluida la II Guerra Mundial, se convirtió en el escenario de escaramuzas internas protagonizadas por  comunistas y anticomunistas.

Claro que la cosa viene de atrás. Según el galimatías de la cosmogonía griega, del Caos surgió la Madre Tierra (Gea) que dio a luz a Urano mientras dormía. Urano tuvo hijos titanes y cíclopes, éstos últimos gigantes de un solo ojo a los que desterró al infierno. Enfadada Gea con su hijo alzó en armas  los titanes y puso al frente de la tropa a Cronos, a quien entregó una hoz de pedernal. Cronos sorprendió a Urano durmiendo con Gea (que además de su esposa era su madre) y lo castró. Los cataplines cayeron al mar y surgió la bella Afrodita.

Cronos ocupó el trono, casándose con su hermana Rea, y se enfadó de nuevo con Gea al enviar otra vez a los cíclopes al infierno, por lo que ésta profetizó que sería derrocado por uno de sus hijos. Para evitarlo, se los comió, pero Rea salvó al tercero de ellos, Zeus, que ya mayorcito hizo beber a su padre un brebaje que provocó la expulsión de todos sus hermanos de la barriga del padre, al que derrotaron en una larga batalla. Después decidieron viajar al norte, construir un complejo palaciego y establecerse en el Monte Olimpo, en Macedonia.

Corfú tiene forma de hoz, y figura en la mitología griega que debajo de la isla se encuentra la que fue utilizada por Cronos para castrar a su padre, Urano.

Por sus calles y plazas caminan hombres y mujeres en cuya sangre posiblemente haya componentes de todos ellos. Los nuevos invasores son pacíficos viajeros que arriban en barco o en avión, proceden de decenas de países de los cinco continentes y contribuyen a la fusión universal.

V. OLIMPIA, EL ARROJO DE UNA MADRE

Tan desnuda como todos los atletas que disputaban los Juegos Olímpicos celebrados en Grecia durante la antigüedad quedó Calipátira, pero era una mujer, todos los competidores eran hombres, y en el estadio de Olimpia sólo estaba permitida la presencia de una fémina, la gran sacerdotisa Démeter. Semejante atrevimiento estaba castigado con la muerte. Vivos seguían aquellos que para vencer hacían trampas, pero la vergüenza se convertía en su sombra, la sombra de sus familiares, y de la población de la que procedían hasta sus últimos días. Además de pagar una multa.

Ahora, vamos por partes.

Después de tres ampliaciones quedó definitivamente configurado el santuario, dedicado a Zeus, y el estadio, asentado en una parcela contigua, al que se accede pasando por debajo de una bóveda de piedra. El templo y la estatua en honor al dios sobresalen por encima del que fue construido para Hera, su esposa. En el recinto hubo un gimnasio, un espacio destinado al entrenamiento y otro que fue usado como residencia. El graderío se  encarama por la montaña y su cabida alcanzó los 45.000 espectadores.

En este escenario se presentó Calipátira, hija del campeón olímpico Diágoras de Rodas y hermana de los también campeones Damageto, Acusilao y Dorieo. Uno de sus hijos, Eucles, también subió a lo alto del podio. En la edición del año 404 antes de nuestra era competía otro de sus vástagos, Pisídorro. Y no quiso perdérselo.

Disfrazada de hombre, se coló en el estadio haciéndose pasar por entrenador, y todo fue bien hasta que su hijo logró la victoria, porque no pudo reprimir su alegría y salió al estadio para abrazarlo, con tan mala fortuna que el vestido se le enganchó en una valla y quedó desnuda. Le esperaba ser arrojada por los barrancos del monte Tipeo, pero en consideración a la trayectoria triunfal de su familia, fue perdonada por los jueces del Senado Olímpico.

Con quienes no hubo consideración es con aquellos que hacían trampas. La sanción deportiva más habitual era la descalificación, que solía ir acompañada de multas. Con el importe se financiaban estatuas de Zeus fundidas en bronce, en cuyo pie solía grabarse el nombre del atleta, de su familia directa, su país de procedencia y algún verso en defensa del honor y el juego limpio.

Altar donde ardía la llama olímpica

Además de salir indemne de su irrupción en un estadio donde sólo estaba permitida la presencia de una fémina, la gran sacerdotisa Démeter, el arrojo de Calipátira abrió el camino hacia los Juegos Olímpicos disputados por hombres y mujeres, cuya primera fase fue la posibilidad de presentar cuadrigas a la competición, aunque no de participar en las carreras. Cinisca, hermana del rey de Agelisao de Esparta, fue la primera campeona.
El primer caso conocido de corrupción deportiva fue el protagonizado por Eupolos de Tesalia, quien en la 98 Olimpiada sobornó con dinero a sus rivales para obtener la corona. Dieciséis estatuas fueron asentadas sobre sus correspondientes columnas con el dinero procedente de las sanciones.

VI. EN LA GRAN VALAQUIA

El Monte Pindo, el Olimpo de la Grecia antigua, es la morada sagrada de los dioses, presidida por Zeus, el padre de todas las deidades. Es una cordillera que se extiende a lo largo de 160 kilómetros, entre los mares Jónico y Egeo, entre Tesalia y Macedonia. Esta cadena montañosa está atravesada por una antigua carretera que discurre a través de un desfiladero y sirvió durante siglos como única vía de comunicación.

El pasto que crece en su planicie llevó hasta este lugar a los faserotas, los pastores nómadas que conducían sus rebaños formados por miles de ovejas de un lugar a otro. Cordadas de mulas transportaban alimentos y otros géneros que fiaban los judíos sefarditas de Salónica (expulsados de España por los Reyes Católicos) a los comerciantes. Bastaba con un apretón de manos para cerrar el trato. Los viajes se prolongaban durante varios días a través de serpenteantes y empinados caminos. Preveza era otro de los destinos para adquirir aceite.

Un grupo de faserotas en un día de fiesta

Los griegos mantienen que sus habitantes fueron latinizados por Roma, los rumanos sostienen que proceden de antiguas tribus dacias que recibieron las tierras del norte como pago por su ayuda en la conquista, y también hay quienes mantienen que descienden de los legionarios romanos.

En esta región nacen los ríos Pinios, Aoos, Akheloos y Aliakmon. Nutrias y truchas surcan sus aguas, lobos, linces, buitres y águilas reales habitan sus cumbres, donde crecen robles, castaños, olmos y avellanos. Son tierras altas de perfil abrupto y temperaturas extremas, donde nieva con abundancia.

Durante siglos fue un lugar de paso rumbo al sur. Denominado la Gran Valaquia, es un territorio autónomo creado bajo el dominio otomano que se extendía por Grecia, Rumanía y Albania, cuyos habitantes mantuvieron el derecho de llevar armas y comerciar con otros países de Europa. Hablaban habitualmente tres idiomas, griego, rumano y el autóctono, vlajo, o aromún, también conocido con el nombre de armanés.

De estas tierras fueron llevados miles de jóvenes hasta Constantinopla para convertirse en jenízaros, los soldados que formaban el cuerpo de élite que protegía a los sultanes, y en ellas germinó la resistencia contra los invasores.

La disolución de la identidad de lo que un día fue la Gran Valaquia tuvo un segundo capítulo con la llegada de miles de griegos expulsados de Turquía a raíz de la Primera Guerra Mundial y el ascenso al poder de los Jóvenes Coroneles en el país asiático. Tuvieron de dejar atrás sus propiedades, eran vistos como extranjeros y los llamaban aútis, una palabra usada para referirse a ellos como prófugos.

Situadas a casi 2.000 metros de altitud, las calles de Metsovo son una sucesión de pendientes irregulares que desembocan en una plaza. Asaltada por los albaneses, saqueada por las tropas griegas y otomanas, fue pasto de las llamas durante la Primera Guerra de los Balcanes. Las casas son robustas, de piedra de color gris combinada con la omnipresente madera de los hayats (balcones).

A 56 kilómetros se encuentra Grevená, y en Grevená nació Stergios Patakioutas Skrimbas, el día 10 de mayo de 1930. Los nazis invadieron Grecia y con doce años tuvo que huir en compañía de su familia rumbo a Ioánina. Éste es su relato de aquel acontecimiento:

Marchamos buscando la supervivencia. Allí vivía Giorgi, mi tío, al que mi padre había ayudado a pagar sus estudios en Rumanía. Impartía clases de Filosofía Griega en un instituto del que era director, financiado por el gobierno rumano.

Nunca podré olvidar aquel viaje. Lo organizó Taki, mi hermano mayor, que tenía mucho carácter y no se arrugaba ante ninguna dificultad. Quiso recortar al máximo la distancia, y para atajar tuvimos que caminar a través de las montañas.

Habían pasado muchas horas cuando escuchamos las campanillas de un rebaño de ovejas, y el pastor nos indicó la dirección en la que podíamos encontrar una casa deshabitada. Anochecía.

Yo oía aullar a los lobos. “Nos van a comer, hay fantasmas”, decía asustado. “Los fantasmas no existen, tonto, no va a pasar nada”, me respondía mi hermano en un tono autoritario.

Cuando llegamos ya era noche cerrada. En su interior hicimos fuego para calentarnos y descansar algo. Esperaba que pernoctásemos a cubierto, pero Taki ordenó que debíamos seguir y lo hicimos hasta un pequeño pueblo llamado Metxovo. Allí nos cruzamos con unos policías que nos preguntaron de dónde veníamos, y cuando les respondimos nos miraron con una cara en la que podía leerse la extrañeza por la hora y la ruta elegida, y la admiración por haber logrado llegar hasta allí. Nos permitieron dormir unas horas en la comisaría.

Seguimos caminando y llegamos al Lago Pamvótida, que se encuentra frente a Ioánina. Si hubiésemos tenido que bordearlo nos quedaría un largo trayecto todavía, y estábamos agotados, pero nos pusimos de acuerdo con un barquero al que pagamos para que nos llevase hasta el otro lado.

Ocupamos la casa del tío Giorgi. Era una vivienda compuesta por bajo, donde se encontraba la cocina, y dos plantas, distribuidas en seis dormitorios, en cuyo patio crecían los árboles y sobresalía el brocal del pozo.

(Este texto figura en el libro titulado Elefantes y Hormigas, del autor de este blog, publicado en noviembre de 2013)


Los bajos de Metsovo están ocupados por establecimientos comerciales y de hostelería. Grecia convertida en parque temático y destino vacacional de la Europa rica. “Kalimera” (buenos días), saludan las dependientas al viajero con una sonrisa.

En una plaza arbolada y silenciosa, los mayores conversan.

VII. UNA NIÑA EN UN MUSEO

Es una figura esbelta y elegante la que representa a Afrodita. Una túnica ceñida define los contornos de su cuerpo, el brazo izquierdo está extendido y en la mano sujeta una vasija que contiene agua. La estatua de la ninfa se encuentra sobre un pedestal. Las manecillas del reloj caminan hacia las 16.00 horas, la temperatura supera los treinta grados, el coro de las omnipresentes chicharras se hace oír y entre las columnas dóricas de la planta inferior del edificio de piedra caliza y mármol puede observarse la silueta del Ágora enmarca por el verde del arbolado.

El régimen irregular de lluvias obligó a los atenienses a buscar recursos para asegurar su abastecimiento. Crates, Eupalinos o Tales de Mileto son algunos de los ingenieros que se empeñaron en esta labor y, una vez logrado el objetivo, una estricta legislación determinó el uso de los recursos hídricos para mantenerlos limpios. Solón fue el primer responsable de administrarla, en el año 594 antes de nuestra época. Una ninfa que data de dos siglos antes de nuestra era nos recuerda su importancia en el Museo de Atenas.

El museo se encuentra en lo que entonces era un centro comercial y en sus dos plantas tenían acomodo más de cuarenta tiendas, está en Stoa de Átalo, al igual que el templo dedicado a Hefeso, hijo de Hera y de Zeus, dios del fuego, la forja y los volcanes. Y cojo desde que intervino para defender a su madre en una disputa con Zeus, que lo tiró del Olimpo.

El Ágora era el lugar de reuniones y debates políticos, el escenario de elecciones, celebraciones religiosas, actividades mercantiles, representaciones teatrales y competiciones atléticas. Era el centro de poder. Los visitantes observan inscripciones relativas a la administración y la diplomacia, objetos de la vida civil, como medidas y pesos hechos en arcilla, y placas identificativas de los miembros de los jurados.

Bajo un alto techo recubierto de tejas conviene demorarse porque el sol está en lo alto y no tiene compasión. Llama la atención una estela de mármol adornada con el relieve de los pueblos de Atenas coronados por la Democracia. El bajo y la primera planta están comunicados por medio de dos escaleras situadas en los extremos del edificio, de planta rectangular. Basta subir unos escalones para que el estilo dórico ceda su protagonismo al jónico.

Figuras idealizadas de dioses y mortales, copias romanas de estatuas clásicas, retratos de atenienses ricos y prominentes y funcionarios se distribuyen por la superficie. Asomándose a la columnata se abre el imponente horizonte de la Acrópolis y la colina de Pnyx.

Los visitantes van y vienen, forman corros y comentan en voz baja y tono solemne los hallazgos, mientras una niña hace brincar al caballo y pasea con la cebra por la sabana, aunque nunca haya oído hablar de la sabana. Expone sus confidencias al delfín y no se olvida del cerdo, la vaca o la girafa. El león es el rey de su mundo animal, que despliega sobre un banco.

Ella está en su universo y los mayores evocan la historia ante las estatuas (Afrodita, Antonino, Adriano…) y las conversaciones que un día pudieron celebrarse en el Ágora. Una obra del escultor Wu Weishan hace posible que Sócrates y Confucio mantengan una prolongada charla iniciada en el año 2001. Un tritón parece mirar a la niña desde la pared donde está sujeta su cabeza barbada. La madre saca un plátano de la bolsa y ella le da un bocado mientras gobierna su imperio.

VIII. LOS INVISIBLES DE METEORAS

Es tarea imposible, para quien esto escribe, identificar a uno de los miles de trabajadores que participaron en la grandiosa tarea de construir alguno de los monasterios encaramados sobre las Meteoras. La historia no le reserva un solo renglón y, como sucede con la práctica totalidad de las grandes obras acometidas por la humanidad a lo largo de los siglos, deriva los honores a la memoria a quienes ordenaron llevarlas a cabo.

Sabemos que la región de Tesalia fue el destino de ascetas, que convirtieron en su residencia las grutas naturales de la montaña a partir del siglo XI. También que en el XII comenzó la construcción del primer monasterio ortodoxo, sobre un promontorio de 528 metros, y que llegó a haber más de una veintena, todos ellos sobre cumbres rocosas. Se convirtieron en focos de preservación de la cultura griega durante la invasión otomana y refugios en la ocupación nazi.

Luego, ya se sabe, en el interior, nada de pantalones cortos ni de faldas por encima de las rodillas, y tampoco fotos, que para eso están a la venta. Cálices, incensarios, códices, libros, misales, pergaminos, casullas, crucifijos, recipientes para los óleos, la imagen de san Jorge atravesando con su lanza a varios seres humanos y la de Cristo en una sábana rodeado de mujeres. Milagros y tópicos.

Las meteoras son unas formaciones rocosas, alguna de ellas con más de 600 metros de altura. Son auténticos colosos que brotan de las entrañas de la tierra. El paisaje es prácticamente inaccesible en varios puntos. Abrumador. Es una mezcla de raíces, rocas, piedras, barro y arena. Hace más de veinte millones de años no existía el mar Egeo y tampoco el Jónico, la Grecia continental estaba bajo el agua, y un terremoto desplazó las placas tectónicas, modificando la orografía del paisaje.

Y como no sabemos cuáles eran las condiciones de trabajo ni cuántos habrán perdido la vida o quedado lisiados para siempre a consecuencia de un accidente o una enfermedad, conviene tener en cuenta que muchas de las grandes obras públicas de la humanidad fueron construidas por mano de obra esclava.

Los griegos consideraban que era algo natural. Aristóteles afirma que los dueños tienen dos clases de propiedades domésticas: las inanimadas (las cosas) y las vivas (los seres humanos).

Una civilización admirada por su desarrollo político, cultural y militar, estaba lejos de ser una sociedad idílica. La Atenas de la época clásica era una gran polis en la que vivían en torno a 430.000 habitantes, de los que entre 60.000 y 150.000 eran esclavos.

Los catalogaban como una especie de ganado que se podía comprar, vender y utilizar para los trabajos más duros e ingratos. La mayoría eran prisioneros de guerra y gentes procedentes de territorios no helenizados. También niños abandonados; la mayor parte morían, pero algunos eran rescatados por mercaderes que se encargaban de que fueran criados para ser vendidos a cierta edad. Puertos como los de Atenas, Corinto, Delos, Egina o Éfeso se convirtieron en centros de compra y venta.

Todo el que podía permitírselo compraba esclavos, destinados a tareas que iban desde la explotación minera hasta las faenas agrícolas. Desde el punto de vista jurídico, formaban parte del patrimonio de su amo. Así, podían matar o mandar matar a uno sin que tuviera ningún tipo de consecuencias. Durante siglos, miles de hombres y niños esclavos trabajaron encadenados en las minas.

Una nube se interpone ante el sol y se convierte en un filtro. En el borde de los barrancos, las paredes son un desafío al vértigo. Cuando se levanta la niebla, los picachos parecen flotar en el aire.

  1. EUROPA SECUESTRADA

Minos era uno de los tres hijos nacidos de la unión entre Europa y Zeus. El esposo de Europa fue el rey de Creta, Asterión, que cuidó de ellos. Cuando murió, fue Minos quien ascendió al trono. Para conseguirlo, proclamó que gozaba del apoyo de los dioses. Un día, mientras se disponía a ofrecer un sacrificio a Poseidón, pidió que un toro surgiera desde las profundidades del mar y prometió que lo sacrificaría una vez apareciera. Poseidón hizo salir del mar el toro. Tras lograr su objetivo, Minos expulsó a sus dos hermanos de Creta.

Pero no cumplió su promesa. Conservó el toro y sacrificó otro animal. Enfurecido por la ofensa, Poseidón castigó su arrogancia provocando una arrebatadora pasión en su esposa, Pasífae, por el toro surgido del mar. La reina buscó la ayuda. Dédalo construyó una vaca de madera forrada con piel de bovino y la colocó sobre unas ruedas. Ella se metió dentro de la estructura y él la hizo rodar hasta el campo donde el toro estaba pastando. Allí, Pasífae copuló con el toro, pues el animal pensó que era una vaca. De esta unión nació el Minotauro.

El rey descubrió la aventura de su esposa y, como castigo, encerró a Dédalo en un calabozo por su complicidad, pero dejó libre a Persífase. Ella cuidó al toro y lo amamantó miesntras fue un ternero. Pero a medida que crecía se volvió más feroz y monstruoso. Para ocultar el asunto, Minos ordenó a Dédalo construir un laberinto donde esconderlo.

Durante la construcción del laberinto muere el hijo humano del rey Minos, Androgeo. El rey responsabiliza a Atenas y asedia la ciudad hasta que el rey Egeo accede a pagar un precio: siete doncellas y siete muchachos cada nueve años. Los jóvenes atenienses eran conducidos al Laberinto para ser devorados por el Minotauro.

Teseo, hijo del rey Egeo, proclamó que mataría al Minotauro. También prometió que, en su viaje de retorno, colocaría velas blancas si triunfaba, pero que dejaría las negras si fracasaba. En Creta, las dos hijas del rey Minos, Ariadna y Fedra, se enamoraron de él. Incapaz de soportar la idea de verlo morir devorado por su hermanastro, Ariadna le dio un ovillo de lana para que pudiera guiarse y encontrar el camino de salida.

Mató al Minotauro, se embarcó en su nave y regresó a Atenas con Ariadna y Fedra. En su viaje, abandonó a Ariadna en la isla de Naxos. Entusiasmado por volver a casa, olvidó cambiar las velas de su nave. Su padre, el rey Egeo, al divisar las velas negras en la distancia, se arrojó desde un acantilado al mar.

«El Minotauro es inocente. Es un niño encerrado en un sótano. Está asustado. Lo han abandonado”, denuncia su abogado defensor, encarnado en Gueorgui Gospodínov (Física de la tristeza). Fue objeto de calumnias y castigado a una reclusión forzada, agrega antes de plantear una pregunta: “Pero ¿no es el Minotauro el fruto del pecado, no el perpetrador sino la víctima, la más doliente de todas las víctimas?”.

No hay “misericordia en toda la literatura clásica”, lamenta, y cita las referencias de Ovidio, Plutarco, Séneca, Eurípides, Virgilio y Séneca para atestiguarlo. El arte parece hechizado con su muerte. Además de representarla enterrándole una espada, “en algunas escenas el asesinato es aún más atroz, más brutal y más bárbaro, el arma es un pesado garrote, una tosca maza de madera, el antepasado grosero del actual bate de béisbol”.

Gueorgui Godospínov culmina su alegato: “Es fácil ponerse al lado de Teseo o de la burlada Ariadna, hasta del rey Minos… Pero nadie se compadece del Minotauro”.

Todo comenzó con el rapto de Europa, una bella joven que se encontraba en una playa con sus amigas cuando despertó el deseo de Zeus, quien para atraerla se metamorfoseó en un toro blanco, ganándose la confianza de la muchacha, que se subió a su lomo, aferrándose a su cornamenta. El bovino levantó vuelo para adentrase en el mar. Así llegaron a Creta, donde tuvieron tres hijos, Sarpedón, Radamantis y Minos, de los que se hizo cargo Asterión.

La esbelta figura de Europa a lomos Zeus convertido en un toro se encuentra en el anverso de las monedas de dos euros. Después de varios siglos desangrándose en confrontaciones bélicas alimentadas por el combustible nacionalista, el mito clásico del rapto va de mano en mano por una Europa minimizada. La integración fiscal y bancaria son dos agujeros, y tras un período de expansión de los estados de bienestar, la lucha contra la pobreza y la ampliación de los derechos sociales dieron paso a la hegemonía de la productividad y la competitividad.

A pesar de que Grecia es una frontera interior del espacio Schengen, y «se pueden cruzar en cualquier lugar sin control de la identidad de las personas, independientemente de su nacionalidad», (Reglamento 562), en Igoumenitsa (Tesprótida, en la periferia de Epiro) las patrullas de policía persiguen a los migrantes, que se reúnen al pie de la colina y en la zona del puerto para ver los camiones, cercados por los agentes que a veces dispersan a los grupos arrojándoles piedras. Italia es su destino, pero el acceso es casi imposible.

La zona portuaria también sirve como lugar de encuentro para la población local, que a menudo puede ver a la gente esposada y conducida a las instalaciones de la guardia costera antes de ser trasladada a centros de detención. La policía está presente de forma permanente.

Aduana de Igoumenista

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