Artículo original de Al Descubierto
No puedo asegurar cuán acertado estaba Hegel cuando señaló que ciertos hechos o personajes de la Historia universal es como si apareciesen dos veces. Y tampoco sé si Marx acertó, cuando en el 18 Brumario añadió a esa idea hegeliana que la Historia no solo se repite, sino que primero lo hace como “tragedia”, y luego lo hace como “farsa”.
Pero seguro que estaremos de acuerdo al menos en que “la historia no se repite, pero rima” (o parece hacerlo). Estas aparentes rimas de la historia nos empujan a que veamos en hechos, situaciones, o personajes actuales, ecos del pasado, reflejos de otras épocas que nos enturbia el juicio y nos impide ver con claridad sus verdaderas naturalezas. Esto mismo ocurre cuando se habla de Vox y la nueva extrema derecha.
Hace poco la tercera fuerza del Parlamento español se plantó en el barrio Salamanca de Madrid y anunció la creación de un nuevo sindicato: “Solidaridad”. No voy a mentir si señalo que mi primera reacción fue de una risa cínica al percatarme de lo irónico que me pareció el lugar escogido para el anuncio: el bastión de la resistencia de la “España que madruga” frente el gobierno “socialcomunista” y “traidor”. Pero, al rato, el enfado y la frustración también llegaron tras ver ciertas reacciones frente el anuncio: desde personas bramando por la expansión sin control del fascismo, hasta quienes hablaban ya de un intento de recreación del modelo franquista.
Este ejemplo no es un caso aislado, sino una constante en lo referente al fenómeno de la extrema derecha. Y me hizo darme cuenta del desconocimiento más o menos generalizado de lo que es y de lo que representan Vox y este tipo de partidos en el momento histórico actual. De lo necesario que es aclarar y difundir ciertos aspectos referentes a ellos, que llevan tiempo siendo malinterpretados.
Antes de todo, no, Vox no es un partido fascista, ni una representación del fascismo, por mucho que el vicepresidente del gobierno proclamara una “alerta antifascista”. Tampoco es un partido franquista o que busque recrear una especie de nueva dictadura totalitaria en nuestro país. No es tampoco un partido ultraconservador más, como nos quieren hacer creer algunos medios conservadores o “derechistas”. El fenómeno de Vox y la nueva extrema derecha es algo completamente diferente a todo lo que habíamos visto anteriormente. Es necesario conocerlo bien para saber cómo frenarlo; por que como explicaré a continuación, que no sea un partido fascista al uso, no lo exhibe de potencial peligrosidad.
Vox es un partido de Derecha Radical, un subgrupo dentro de los muchos que componen la extrema derecha política. Una de las obras que mejor ha recogido y plasmado el fenómeno de la derecha radical es la escrita por Cas Mudde, Populism radical right parties in Europe, de 2007. Este politólogo neerlandés señala algunas diferencias fundamentales entre la derecha radical y otras formas de extrema derecha como podrían ser el neofascismo, el neonazismo, o el fascismo tradicional. Las principales diferencias son:
- No pretenden acabar con los regímenes democráticos, simplemente rechazan ciertos aspectos de las democracias liberales (defensa de las minorías, tolerancia política o el pluralismo). De hecho, como comentaré más adelante, las instrumentalizan para alcanzar el poder político.
- Rechazan en su mayoría cualquier expresión de violencia, incluida la violencia de grupos neonazis o neofascistas, muy habitual en los últimos años.
- Defienden un “chovinismo de bienestar”.
Mudde además señala otras características recurrentes entre los partidos de derecha radical: el nativismo y el autoritarismo.
El nativismo se entiende como una mezcla de un nacionalismo étnico con posicionamientos xenófobos. Vox es un partido con unos postulados ultranacionalistas, pero a diferencia de partidos como Ciudadanos o Partido Popular, su nacionalismo no es cívico y basado en el eje constitucional y democrático, sino un nacionalismo de mitos.
El partido de Santiago Abascal aplica un ideario de nacionalismo español basado en figuras de la Reconquista, como pueden ser Don Pelayo, el Cid o los propios Reyes Católicos. Además, agranda el mito con la defensa del pasado Imperial Español a través de figuras como la de Cristóbal Colón. La estrategia es clara: crear un relato nacionalista parcializado, basado en la esencia castellana, dejando atrás el legado musulmán o de cualquier otra civilización anterior a la cristiana.
El componente xenófobo es otra pieza clave de su ideario ideológico: islamofobia, deportación de inmigrantes, vinculación de extranjería con delincuencia, efectos llamada, vallas de Ceuta y Melilla, antiglobalización… Pero existe una diferencia fundamental en este punto respecto al fascismo o neofascismo: el factor de la raza es secundario, la clave es el factor cultural.
No se basan en doctrinas racistas típicas del siglo XIX, sino en obras como Choque de Civilizaciones de Samuel P. Hutington, las cuáles defienden que las diferencias culturales hacen imposible la convivencia pacífica entre diferentes “civilizaciones”. El factor diferenciador no son los atributos físicos o la sangre, lo es la cultura: la cultura europea (cristiana, por supuesto) no puede convivir con otras tan diferentes como, por ejemplo, la procedente del mundo musulmán. El objetivo, por tanto, es crear un Estado mononacional y monocultural.
Otro rasgo es el componente autoritario. Estos partidos buscan configurar una sociedad regida bajo los ejes de la ley y el orden. Este autoritarismo se ve reflejado en sus propuestas políticas, educativas, criminales o en las múltiples reminiscencias e incluso defensa del pasado franquista y del golpe de Estado de 1936… Es un autoritarismo que instrumentaliza los mecanismos democráticos para obtener el poder y mantenerse en él, pero no para suprimir el sistema democrático, como sí postulan otras expresiones políticas de extrema derecha. Existen una serie de indicadores sobre el comportamiento autoritario que son importantes tener en cuenta. En la obra Como mueren las democracias, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, señalan 4 indicadores clave para reconocer a un político o a un partido autoritario:
- Rechazan o aceptan débilmente las reglas democráticas
- Niegan la legitimidad de los adversarios políticos
- Toleran o fomentan la violencia
- Se predisponen a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación
A primera vista, sin realizar ningún estudio específico sobre la cuestión, me atrevería a decir que al menos Vox y su líder, Santiago Abascal, cumplen 2 de los 4 indicadores. Los autores indican que si un político cumple siquiera uno de los 4 criterios, ya es causa de preocupación. Como he dicho anteriormente, aunque no supriman el régimen democrático, sí provocan una situación de deterioro, pudiendo llevar al país a una situación de régimen “iliberal”.
Pero dejemos el componente autoritario a un lado y continuemos con otras características propias de Vox.
A diferencia de otros partidos de derecha radical como la Agrupación Nacional de Le Pen o la Liga Norte de Salvini, Vox no tiene una estrategia económica clara. Su origen conservador desemboca en una defensa del neoliberalismo económico, con sus principales elementos: el libre mercado, la propiedad privada o la libertad individual. Esto le dificulta la expansión del discurso “chovinista de bienestar”, teniendo complicaciones para llegar a sectores obreros o más desfavorecidos, a diferencia de lo que les ocurre a su homólogo francés o italiano. La creación del nuevo sindicato o el apoyo parcial a la Renta Mínima Universal, no son sino intentos de llegar a sectores poblacionales que aún se le resisten debido a sus prácticas económicas neoliberales.
Sus vínculos con la alt-right son fundamentales para entender otra parte central de su ideario ideológico y de su estrategia comunicativa. Steve Bannon, ex-jefe de estrategia de la Casa Blanca y una de las figuras principales del movimiento, ya asesoró a Abascal y a Vox durante las elecciones de abril y las europeas; y los vínculos entre el partido y el asesor son estables, al igual que con otros líderes europeos como Orban o Salvini. Pero es preciso entender primero que es el movimiento alt-right y como ha influido a Vox.
El movimiento surgió en EEUU en las profundidades de las redes sociales e Internet y sin intención alguna de convertirse en un movimiento político. Grosso modo (puesto que es un tema que daría para un artículo aparte) es un movimiento juvenil que buscan una revolución cultural ante la hegemonía cultural de la izquierda; uno de los principales miembros del movimiento, Milo Yiannopoulos, identificó el movimiento como el “mayo del 68 de la derecha”. Y es que el movimiento busca reformular la extrema derecha desde unos planteamientos misóginos y xenófobos a través del uso de las redes sociales: una auténtica revolución cultural.
Los objetivos del movimiento son el feminismo, el movimiento LGTBI y la izquierda en su conjunto. Así como todos los valores “progres”, impuestos según ellos a través de los medios de comunicación y las instituciones mediante la fórmula de la tolerancia y de lo “políticamente correcto”.
El movimiento está formado por figuras mediáticas e intelectuales que amasan miles de visitas y seguidores en redes sociales y que critican las políticas identitarias de los nuevos movimientos sociales y de parte de la izquierda posmoderna, realzando la figura del hombre blanco heterosexual como persona oprimida por estos grupos y abandonada por el sistema. Es una nueva derecha posmoderna, que a través de los “social media” aplican una estrategia basada en la posverdad.
El propio Bannon aconseja huir de los medios tradicionales y centrarse en canales de comunicación afines o en las redes sociales propias; propone fomentar el uso de las “fake news”, buscando apelar a los sentimientos de la población para crear debates partidistas; recomienda generar polémicas para atraer el foco de atención ciudadano y mediático… El objetivo es tensar el debate social al máximo y provocar a sus retractores, hasta llevarlos incluso a situaciones de violencia, alzándose ellos de este modo como garantes de la libertad frente a esos grupos de “totalitarios y censuradores”.
De esta manera, Vox aplica la estrategia de la alt-right a la perfección. Simplemente con entrar a las redes sociales del partido o de personalidades afines a él, encontramos cientos de muestras de ello: el uso de términos como “derechita cobarde”, “feminazis”, “lobby LGTBI”, “dictadura progre”, “ideología de género”; el uso de fake news, hashtags contra rivales políticos o acusaciones con términos radicales y confrontativos. Esta vinculación con la alt-right permite al partido además defender desde una posición más cómoda sus postulados ultraconservadores en contra del feminismo, de las reivindicaciones LGTBI o en contra de la diversidad cultural.
Tras una esta breve descripción ideológica de Vox, me gustaría finalizar con una reflexión: es necesario y urgente abrir un debate entre los sectores contrarios a la extrema derecha sobre como frenar la revolución cultural y la subversión democrática que están provocando. En Europa, hasta en 5 países gobierna la extrema derecha, teniendo poder y relevancia en 22 parlamentos. Mientras que fuera de nuestras fronteras comunitarias se alzan figuras como Jair Bolsonaro, Donald Trump o Boris Johnson, me sorprende ver como ciertos sectores aún siguen anclados en debates históricos ya superados como el clásico sobre si es legítimo o no el uso de la violencia para hacer frente a la extrema derecha.
En su lugar deberíamos replantearnos diversos problemas reales, de los cuales esos grupos se nutren políticamente: cómo configurar un sistema económico justo que supere los déficits del caduco estado de bienestar y del fallido neoliberalismo económico; cómo diseñar políticas sociales que protejan a las minorías, pero sin abandonar a los, también desprotegidos, sectores mayoritarios de la sociedad; cómo configurar un sistema social multicultural e inclusivo; cómo forzar una democratización radical del sistema para que la ciudadanía sea realmente fundamental en el proceso de debate político y de toma de decisiones…
Y como la historia rima y todo el mundo se toma el lujo de citar a Gramsci, yo no voy a ser menos. En un periodo muy similar al nuestro, el autor italiano ya nos lanzó una advertencia sobre esos monstruos que nacen en él claroscuro generado por la tensión de un mundo caduco que no termina de morir y un mundo nuevo que no termina de surgir.
Y aunque los destellos de la historia nos intenten cegar, los monstruos que tenemos hoy enfrente, son sustancialmente distintos a los que él tuvo en su momento. Ahora nos toca la tarea de conocerlos, comprenderlos y de usar las herramientas que tenemos a nuestra disposición para frenarlos y devolverlos a las sombras de la Historia, de las cuáles jamás debieron salir.
Autor: Valentín Pozo.
Fuentes, enlaces y bibliografía:
– Foto destacada: Santiago Abascal, líder de Vox, junto a Marine Le Pen, líder de Agrupación Nacional. Autor: Vox España, 17/04/2017. Fuente: Vox España.
– Ferreira, C. (2019). Vox como representante de la derecha radical en España: un estudio sobre su ideología. Revista Española De Ciencia Política, (51), 73-98. https://doi.org/10.21308/recp.51.03
– Levitsky, S., & Ziblatt, D. (2018). How democracies die.
– Mudde, C. (2007). Index. In Populist Radical Right Parties in Europe. Cambridge: Cambridge University Press.
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