Virginia González y la Tercera Internacional

En su intervención fue muy crítica con la Segunda Internacional, aludiendo a su fracaso en evitar la guerra, pero, sobre todo, porque sus principales líderes se habían pasado a las filas de sus respectivas burguesías nacionales, en alusión a los apoyos de los partidos socialistas a la entrada en guerra

Por Eduardo Montagut

Sin lugar a dudas, Virginia González fue la mujer socialista más destacada en el debate que se produjo en el seno del Partido Socialista sobre la aceptación o no de las 21 condiciones de la Tercera Internacional. En realidad, fue un debate de hombres porque la presencia de mujeres en puestos importantes en el seno del PSOE hacia 1921, era muy escasa, realmente nula. En esta breve pieza queremos hacernos eco de su postura, favorable a dar el paso a favor de la Internacional Comunista, terminando por salirse del PSOE en ese mismo mes de abril cuando el Congreso extraordinario del Partido decidió no aceptar las tesis. Firmaría el manifiesto tercerista, y participaría en la creación del Partido Comunista Obrero Español, aunque no viviría mucho más. Por otro parte, Virginia González es un personaje al que nos hemos acercado en distintas ocasiones en El Obrero, dado su incansable compromiso sindical.

Virginia González participó en la segunda sesión del Congreso de abril de 1921 defendiendo la aceptación de las 21 condiciones. En su intervención fue muy crítica con la Segunda Internacional, aludiendo a su fracaso en evitar la guerra, pero, sobre todo, porque sus principales líderes se habían pasado a las filas de sus respectivas burguesías nacionales, en alusión a los apoyos de los partidos socialistas a la entrada en guerra, votando los créditos correspondientes, y hasta ingresando o apoyando a los que conocemos como gobiernos de “unión sagrada”. Esas posturas habrían supuesto, para nuestra oradora, una verdadera traición al proletariado. La necesidad de reconstruir el internacionalismo en su aspecto organizativo había aparecido, según relataba, nada más terminar la contienda. Los partidos y grupos que habían permanecido fieles a los principios socialistas pusieron en marcha las reuniones de Suiza. Allí se había afirmado que la defensa nacional no era socialista. Había, siempre según González, una necesidad de reconstruir la Internacional aprovechando las experiencias de la Segunda, aprendiendo de los motivos de su fracaso, por lo que no debían tener derecho a ingresar en la misma aquellos a los que había tachado de traidores.

Para González el socialismo español no se había visto libre de la existencia de las dos tendencias, y vinculaba esta cuestión al debate sobre la confluencia con los republicanos en la conocida como Conjunción Republicano-Socialista, a la que consideró la primera desviación del Partido Socialista. En la guerra ella había estado en contra de los aliadófilos, y de los que en el seno de la formación habían defendido entrar en el conflicto. Debemos recordar que, después de un debate en el que se condenó la guerra, el PSOE oficialmente tendió a defender la causa aliada por considerar que era el bando más acorde con la democracia frente al de los imperios centrales, símbolo del autoritarismo y el imperialismo.

Virginia González hizo, como estamos viendo, un verdadero repaso crítico hacia las posturas que había tomado el PSOE desde antes del estallido de la Gran Guerra. La Conjunción habría buscado la transformación del régimen, y así se había predicado públicamente, pero consideraba que las masas en España no estaban preparadas para el hecho revolucionario. Los compañeros que habían dirigido el movimiento de 1917, en alusión a la Huelga General, habían perdido la “buena orientación”.

Era el momento de decir a las organizaciones obreras que las conquistas mínimas, que luego una coyuntura económica desvanecía, ya no podían bastar, por lo que había que organizar el esfuerzo para la conquista del poder. Las 21 condiciones, en su opinión, no exigían que se hiciera la Revolución en una fecha fija, sino que imponían la obligación de ponerse en marcha para la acción para el momento en el que las circunstancias revolucionarias llegasen al proletariado. Y, de ese modo, convertirse en un instrumento eficaz.

Hemos empleado como fuente el número 3796 de El Socialista, del 11 de abril de 1921.

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