El segundo boletín oficial del Centro Nacional Electoral (CNE) venezolano anunció que, con 98,78 % de los votos escrutados y un nivel de participación del 46,02 %, el candidato y actual presidente Nicolás Maduro resultó ganador de las elecciones presidenciales (con 6.190.612 votos, seguido de lejos por Henri Falcón con 1.917.036 y Javier Bertucci con 988.761).[1]
Los resultados se emitieron durante la noche del 20 de mayo; sin embargo, horas antes los gobiernos de Argentina, Perú y Estados Unidos declararon no reconocerlos, en consonancia con el discurso que han mantenido desde la instalación del Grupo de Lima, en agosto de 2017. Por su parte, el principal candidato opositor, Henri Falcón, desconoció la contienda electoral minutos antes de que el CNE anunciara el primer boletín.[2]
La deslegitimación como estrategia
La deslegitimación de las elecciones presidenciales venezolanas por parte de la autodenominada “comunidad internacional” (el Grupo de Lima y la Unión Europea, dirigidos por Estados Unidos), ha sido una constante desde que se anunciara su realización. A nivel interno, una oposición con serias dificultades para acordar un proyecto de país que sirva para disputar con el chavismo en el terreno político se jugó las cartas del intervencionismo internacional y del llamado a la abstención por fraude y “falta de condiciones electorales”. Finalmente, las elecciones se dieron entre continuas sanciones por parte de Estados Unidos y la Unión Europea en el orden económico, ataques mediáticos y diplomáticos para instar al desconocimiento del árbitro electoral venezolano (con especial protagonismo del secretario de la OEA, Luis Almagro) y un llamado permanente a la abstención entre las filas opositoras lideradas por la coalición de partidos que fuera la Mesa de la Unidad Democrática, ahora Frente Amplio Venezuela Libre.
A pesar del llamado a la abstención como estrategia deslegitimadora, más de nueve millones de personas votaron en todo el territorio venezolano. Votaron en el marco de una grave crisis económica, con serias incidencias en la cotidianidad familiar. Por otra parte, las elecciones se efectuaron en un ambiente de paz, circunstancia que se maximiza al recordar los graves episodios de violencia (“guarimbas”) ocurridos justo un año antes.
Una vez dados los resultados, el discurso del ala radical de la oposición, abiertamente antielectoral, instala la idea de ilegitimidad con base en la participación del 46,02 % de la población. Cabe preguntarse que si el sistema electoral venezolano no es fiable, ¿cómo es que son válidos y reconocidos los cómputos acerca del número de participación y abstención? Sin embargo, al momento de comparar los votos que sacó el candidato Nicolás Maduro con su contendiente más cercano, Henri Falcón, la brecha de 37,8 % entre uno y otro sí es explicada por los voceros de la oposición como producto del fraude electoral y de la falta de condiciones. El doble estándar para medir situaciones y postular condenas ha sido una de las formas más reiterativas de atacar el proceso político venezolano en todas sus fases.
Por otra parte, es llamativo que se reproduzca la matriz de la baja participación como argumento para declarar no legítima una elección cuando, primero, no existe ninguna ley que respalde constitucionalmente tal afirmación y, segundo, muchos de los gobiernos voceros del discurso que desconoce las elecciones venezolanas, han sido electos con igual o menor nivel de participación (como son los conocidos casos de Colombia y Chile, ambos con tasas de participación en las últimas contiendas de 40,65 % y 46,7 %, respectivamente). Sin entrar en detalles sobre lo poco directo y participativo que resulta el sistema electoral de Estados Unidos, la elección del actual presidente, Donald Trump, estuvo empañada por reiteradas denuncias de fraude y una abierta brecha numérica de, al menos, tres millones de personas que votaron a la candidata opositora. Sin embargo, estos hechos no le impidieron el triunfo a Trump[3], en una contienda donde participó el 54,4 % del electorado
En los asuntos que atañen a las elecciones venezolanas, es usual que opinen y declaren voceros de muchos países y medios, lo que no ocurre con procesos similares en otras naciones como Hungría o Bulgaria, por citar solo un par. En este sentido, ¿qué ocurriría si el llamado nacional (e internacional) a la abstención fuese una constante en las elecciones de EEUU, Francia, Colombia o Chile? Cabe la duda de si la “comunidad internacional” lo permitiría, como ha ocurrido con Venezuela y, sobre todo, de cuál sería el nivel de incidencia que un pronunciado y permanente llamado a la abstención tendría en la participación electoral, tomando en cuenta que ya, en estos países, roza o está muy por debajo del 50 %.
La oposición en pedazos
Nicolás Maduro ganó con 6.190.612 votos, una suma clave considerando las circunstancias económicas que atraviesa la nación. Henri Falcón alcanzó menos de la tercera parte -una diferencia de 37,8 puntos- lo que muestra la poca capacidad que tuvo el candidato del partido Avanzada Popular para capitalizar el voto opositor. No obstante, tomando en cuenta el boicot que le hicieran sus propios compañeros de tolda e ideología de la MUD llamando a la abstención a toda costa, lo que restó fuerza política a Falcón no fue tanto el poco caudal de votos que sacara, sino el haberse sumado a las voces deslegitimadoras, incluso antes de que se conocieran los resultados oficiales. La perseverante defensa de la vía política que lo caracterizó durante la contienda quedó hecha trizas en minutos por su propia ambición personal.
La fragmentación de la oposición venezolana parece haber alcanzado uno de sus momentos más graves
Un rol de gran interés y atención a futuro lo ocupa el pastor evangélico Javier Bertucci, quien obtuvo el tercer lugar con 988.761 votos y aceptara finalmente el triunfo de Nicolás Maduro[4]. Bertucci fue el outsider de la contienda; en muy poco tiempo remontó un apoyo importante que puede significar una base de arranque para próximos eventos electorales. No es subestimable la fuerza política que han tomado las organizaciones neopentecostales en la región, con triunfos como el del actual presidente de Guatemala, Jimmy Morales, y aproximaciones importantes como la que ocurrió recientemente en Costa Rica con Fabricio Alvarado, quien estuvo muy cerca de alcanzar la presidencia.[5]
Por su parte, el Frente Amplio Venezuela Libre se atiene al discurso de la deslegitimación por abstención. En la última declaración que emitiera, horas antes de que se conocieran los resultados del CNE, el vocero de Primero Justicia, Juan Pablo Guanipa, hizo un llamado a las Fuerzas Armadas a que intervinieran por la poca participación[6]. Brillan por su ausencia en el podio los líderes más representativos de la MUD, Henry Ramos Allup de Acción Democrática y Henrique Capriles Radonsky de Primero Justicia. La fragmentación de la oposición venezolana parece haber alcanzado uno de sus momentos más graves.
Diálogo y recuperación
El discurso post resultados del presidente Nicolás Maduro fue enfático en la necesidad de alcanzar un gran diálogo nacional que ponga a trabajar en conjunto a diversos sectores de la sociedad para salir de la crisis económica y avanzar hacia la recuperación del país. De nuevo, el llamado al diálogo nace del lado del Gobierno, luego de la negativa de acuerdo por parte de la oposición en el último minuto de las mesas de diálogo llevadas a cabo en República Dominicana en 2017.
Maduro se enfrenta a un escenario difícil. La continua alza inflacionaria, la escasez de efectivo y las fallas en los servicios públicos juegan un papel protagónico en el día a día de la ciudadanía. Si bien el voto chavista le otorga un piso inédito en un país asediado económica y comunicacionalmente, el presidente electo debe administrar con precisión la victoria y lograr resistir la escalada de sanciones y bloqueos (justo un día después de las elecciones, Trump emitió otra orden ejecutiva que prohíbe operaciones de deuda entre EEUU y Venezuela)[7] y, a su vez, responder con medidas concretas que signifiquen una muestra de gobernabilidad y avance.
El chavismo ha demostrado ser una fuerza política que resiste al desgaste natural de dos décadas de gobierno y a los continuos ataques. Si la oposición radical sigue sin querer dialogar con el chavismo, en su empeño de negarlo, la fragmentación de la misma podría acentuarse. La vía del intervencionismo extranjero, si bien es un hecho, parece suspenderse en tanto el gobierno de Trump se empantana en el conflicto medioriental. El espectro internacional es mucho más amplio, y los gobiernos de Rusia[8] y China[9] reconocieron y felicitaron las elecciones venezolanas.
[1] http://www.cne.gob.ve/web/sala_prensa/noticia_detallada.php?id=3716
[2] http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-44192913
[3] http://www.lavanguardia.com/internacional/20180104/434058302921/trump-cierra-comision-creo-investigar-fraude-electoral.html
[4] http://globovision.com/article/javier-bertucci-denuncio-la-estrategia-implementada-bajo-el-soborno-y-la-manipulacion-con-los-puntos-rojos
[5] http://www.celag.org/iglesias-evangelicas-poder-conservador-latinoamerica/
[6] http://www.el-nacional.com/noticias/politica/frente-amplio-venezuela-libre-nadie-creera-que-anuncie-tibisay-lucena_236195
[7] https://actualidad.rt.com/actualidad/272367-trump-prohibir-operaciones-deuda-publica-venezuela-eeuu
[8] http://www.eluniversal.com/politica/9952/cancilleria-rusa-acuso-a-eeuu-de-injerencia%E2%80%9D-en-las-elecciones-de-venezuela
[9] https://www.telesurtv.net/news/china-exige-respeto-resultados-elecciones-venezolanas-20180521-0013.html
Se el primero en comentar