La prohibición y restricción de símbolos y partidos comunistas no solo limita la libertad de expresión, sino que refuerza el control ideológico de las élites capitalistas, demostrando que en Europa no cualquiera puede defender libremente sus ideas.
Por Fernando Ariza | 3/06/2025
En los últimos años, diversos países europeos han implementado leyes que prohíben la exhibición pública de simbología comunista, así como la existencia de partidos comunistas, en el contexto de una ola reaccionaria de anticomunismo. Curiosamente en un momento en el que ya hace tiempo que desapareció el socialismo del continente europeo, las autoridades están legislando con el objetivo de criminalizar una ideología que históricamente ha estado vinculada a conquistas sociales significativas para los trabajadores, especialmente durante la primera etapa de la Unión Soviética. Detrás de estas prohibiciones subyace el temor de las élites capitalistas a un resurgimiento de esta ideología, que podría desafiar los privilegios de la burguesía y cuestionar el orden dominante. Este fenómeno pone en entredicho la narrativa de que en Europa cualquiera puede opinar y defender libremente sus ideas.
Países europeos con prohibición de simbología comunista
Varios países europeos, principalmente aquellos que formaron parte del bloque del Este durante la Guerra Fría, han adoptado legislaciones que prohíben la exhibición pública de símbolos comunistas, como la hoz y el martillo, bajo el argumento de que representan ‘ideologías totalitarias responsables de violaciones masivas de derechos humanos’. A continuación, se detallan los casos más relevantes:
Ucrania: En 2015, la Rada Suprema aprobó una ley que prohíbe la propaganda comunista, incluyendo la exhibición pública de sus símbolos, salvo en contextos educativos o artísticos. Esta legislación también penaliza la negación pública del ‘carácter totalitario’ de este sistema.
Polonia: Polonia castiga con hasta dos años de prisión la apología de la ideología comunista, incluyendo la exhibición de símbolos comunistas en público, salvo en casos de uso artístico, científico o educativo.
Lituania y Letonia: Ambos países han implementado leyes que prohíben la exhibición de símbolos comunistas. En Letonia, esta restricción se extendió tras la independencia de la Unión Soviética, mientras que Lituania ha reforzado estas medidas en el marco de su política de descomunización.
Hungría: Desde 2013, Hungría prohíbe el uso público de símbolos comunistas, como la estrella roja, en un esfuerzo por erradicar cualquier reminiscencia de su pasado bajo el bloque soviético.
Moldavia: En 2012, Moldavia aprobó una ley que prohibía los símbolos comunistas, aunque el Tribunal Constitucional la declaró inconstitucional posteriormente. Sin embargo, persisten restricciones en la promoción de la ideología comunista.
Estonia: Aunque no existe una prohibición explícita de los símbolos comunistas, las leyes locales restringen la propaganda de ‘ideologías totalitarias’, lo que incluye en la práctica a los símbolos comunistas.
Georgia: Similar a otros países postsoviéticos, Georgia ha restringido el uso de simbología comunista en espacios públicos como parte de su proceso de descomunización.
En otros países, como Croacia, se han propuesto debates para prohibir símbolos comunistas, como la estrella roja asociada al Ejército Popular de Yugoslavia, aunque no se ha consolidado una prohibición total. En Albania, se han propuesto restricciones a materiales de la era comunista, pero estas iniciativas han enfrentado oposición pública.
Países con prohibición de partidos comunistas
La prohibición de partidos comunistas es menos común que la de la simbología, pero algunos países europeos han adoptado medidas para ilegalizar estas organizaciones, argumentando que representan una amenaza para la democracia.
Los casos más destacados son:
Ucrania: En 2015, además de prohibir los símbolos comunistas, Ucrania ilegalizó todos los partidos comunistas, acusándolos de promover ideologías totalitarias.
Lituania y Letonia: En ambos países, los partidos comunistas están prohibidos bajo leyes que los consideran organizaciones criminales o contrarias al orden constitucional.
Eslovaquia: En 2020, Eslovaquia aprobó una legislación que declara a los partidos comunistas como organizaciones criminales, prohibiendo su actividad y el uso público de sus símbolos.
Estonia: Aunque no se menciona explícitamente en la legislación, los partidos comunistas enfrentan restricciones severas que en la práctica los ilegalizan.
Georgia: Los partidos comunistas no están explícitamente prohibidos, pero las restricciones legales sobre la propaganda comunista limitan su capacidad de operar.
Por el contrario, en países como República Checa, Polonia y Eslovaquia, los partidos comunistas son legales y participan en elecciones, aunque con restricciones en algunos casos. Por ejemplo, en Polonia, el Partido Comunista existe, pero enfrenta limitaciones legales. En Alemania, no hay una prohibición general del comunismo, y partidos como el Deutsche Kommunistische Partei y el Marxistisch-Leninistische Partei Deutschlands operan legalmente, aunque bajo vigilancia estatal.
El anticomunismo en Europa
Europa atraviesa una ola reaccionaria de anticomunismo que busca criminalizar esta ideología, equiparándola con el nazismo y desconociendo su papel histórico en la defensa de los derechos de los trabajadores. La Resolución 1481/2006 del Consejo de Europa, aprobada en 2006, condenó los crímenes de los regímenes comunistas totalitarios, equiparándolos con los del nazismo y promoviendo una narrativa que justifica las prohibiciones actuales. En 2019, el Parlamento Europeo reforzó esta postura con la Resolución sobre la importancia de la memoria histórica, instando a los Estados miembros a prohibir la difusión de ideologías totalitarias, incluyendo el comunismo.
Esta criminalización ignora las conquistas sociales logradas en la Unión Soviética, como la educación universal, la sanidad pública, el derecho al trabajo y la igualdad de género, que inspiraron movimientos obreros en toda Europa.
Los partidos comunistas europeos jugaron un papel crucial en la resistencia contra dictaduras fascistas y en la promoción de derechos laborales, como la jornada de ocho horas, el seguro social y las pensiones. Sin embargo, estas contribuciones son minimizadas o ignoradas en favor de una narrativa anticomunista que asocia el comunismo exclusivamente con la represión.
El temor de las élites capitalistas
El principal temor de las élites capitalistas es que la ideología comunista resurja con fuerza, ya que representa una amenaza directa a los privilegios de la burguesía. El comunismo, al abogar por la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la eliminación de las clases sociales, desafía el sistema capitalista que perpetúa la desigualdad económica.
Esta reacción anticomunista, apoyada por think tanks conservadores y medios de comunicación, busca deslegitimar cualquier crítica al capitalismo, presentando al comunismo como una ideología inherentemente totalitaria. Sin embargo, esta narrativa oculta el hecho de que el capitalismo explota a los trabajadores, genera desigualdades extremas y crisis económicas recurrentes. La prohibición de símbolos y partidos comunistas no solo limita la libertad de expresión, sino que también refuerza el control ideológico de las élites capitalistas, demostrando que en Europa no cualquiera puede defender libremente sus ideas, especialmente si estas cuestionan el statu quo.
La prohibición de la simbología comunista y de los partidos comunistas en países como Ucrania, Polonia, Lituania, Letonia, Hungría, Moldavia, Estonia y Eslovaquia refleja una ola reaccionaria que criminaliza una ideología históricamente vinculada a las conquistas sociales de los trabajadores. Esta tendencia, respaldada por resoluciones del Consejo de Europa y el Parlamento Europeo, responde al temor de las élites capitalistas ante un posible resurgimiento del comunismo, que pondría en riesgo los privilegios de la burguesía. Lejos de ser un espacio de libertad absoluta para todas las ideas, Europa muestra una clara intolerancia hacia aquellas ideologías que desafían el orden capitalista, lo que pone en cuestión el discurso oficial sobre la libertad de expresión y el pluralismo ideológico.
Nada de lo que lamentarse. La dura clandestinidad a veces es mejor que la cómoda legalidad. Un Estado orientado al socialismo también pondría trabas a símbolos y partidos burgueses y capitalistas.