Frente a quienes niegan e invisibilizan los crímenes franquistas, así como la importancia de la reparación, sólo queda la memoria y la lucha para que no puedan imponer sus mentiras y su falsa verdad
Por Pablo Sánchez
No hay nadie en mi familia que haya luchado en el bando republicano, ni tampoco en el golpista. He tenido la suerte de que mis padres y abuelos no perdieran a sus padres o abuelos a causa de la violencia y represión franquista, pero el dolor que supone cada día que pasa sin que se reconozca el respeto y la reparación que merecen las víctimas que lucharon por la libertad y contra el fascismo lo siento como propio.
Las personas que perdieron la vida por mantenerse firmes frente al avance de Franco y sus tropas, así como las que sufrieron la represión en España o tuvieron que exiliarse, merecen que al menos sus herederos reconozcan el daño causado por quienes les precedieron. Ya no sólo por lo legítimas y justas que son sus peticiones, sino por decencia y humanidad.
La intoxicación del pasado
Pero, a pesar de todo, la situación es otra: España alberga cientos de fosas comunes en su territorio y miles de desaparecidos que todavía no han sido enterrados y devueltos a sus familias. No sólo eso, sino que la destrucción de placas, monumentos y símbolos que recuerdan a los represaliados y víctimas del franquismo es continua. La intoxicación de lo que fue la República, sus defensores, las razones del golpe o la legitimación de discursos de odio contra cualquiera que sea diferente dan manga ancha a la proliferación de grupos de extrema derecha que defienden la dictadura y al dictador. Además, entre sus estrategias, al mismo tiempo de querer preservar lo que la dictadura dejó en España, elaboran también un revisionismo histórico para intentar justificar lo sucedido y situar al mismo nivel e igual de legítimo la defensa de la segunda República que la represión fascista y las masacres de la guerra civil que los golpistas llevaron a cabo.
La importancia del discurso político que desborda los medios de comunicación tradicionales y que repiten como cierto lo que desde la derecha y ultraderecha se dice supone parte de la intoxicación que sufre la República y sus víctimas. Asimismo, el dibujo que poco a poco se va instaurando en el imaginario colectivo sobre las razones por las que el bando fascista dio el golpe contra el gobierno legítimo acaba por elevar a los fascistas a un nivel que valida su visión y sus razones. No obstante, no todo recae en los medios de comunicación orquestados por quienes tienen intereses en repetir la historia. La eliminación de los símbolos como los nombres de las calles de aquellos que lucharon por la libertad, así como aquellos que recuerdan a las víctimas o sus acciones, forma parte del borrado que se trata de instaurar en el país para que puedan imponer su verdad.
Frente a sus mentiras, memoria
La ley de memoria histórica sienta precedente en cuanto a reparación, pero entre sus limitaciones y el nulo dinero que el PP destina a ella durante los años de gobierno limita la posibilidad de que las familias se vean restauradas. En este punto es clave la presencia de asociaciones que luchan por el mantenimiento de la memoria, la restauración de las familias y recuperación de los cuerpos por las cunetas del territorio español.
El problema nace cuando las asociaciones las componen y defienden quienes únicamente se vieron afectados por la represión cuando el dolor y la lucha por la República y democracia ha sido común. Si bien es cierto, no todo recae ni en la organización de la sociedad civil ni en las instituciones. El proceso de transición con la Ley de Amnistía en 1977 de Adolfo Suárez, bautizada por muchos como la ley de la desmemoria, comienza a trazar el camino de la impunidad para quienes estuvieron asesinando durante décadas a los que pensaban de forma distinta.
La construcción de una nación unida a través de la historia no puede hacerse desde el odio que la derecha suelta por la boca cada vez que alguien habla de recuperar a su padre en una cuneta mientras tiene a ETA en boca todo el día. Los tiempos de ilusión, igualdad y derechos acabaron cuando se decidió imponer la miseria y la represión. Los tiempos en los que muchos creyeron en un futuro más igualitario y con mayores oportunidades quedaron reducidos a cenizas bajo sus bombas y artillería. No podemos volver al pasado para organizar la lucha y tampoco deberíamos conformarnos con pensar lo que hubiera sido si… La solución es la construcción de una clase trabajadora unida que no ceda a frente a los chantajes y mareos que desde la izquierda del hemiciclo se pretenden imponer a través de las promesas. Porque quienes luchamos por una sociedad más igualitaria también tenemos presentes a quienes lo hicieron en el pasado y perecieron. Aunque no fueran de mi familia, el orgullo de la creación de un futuro mejor está siempre presente.
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