Soy andaluza y no sé hablar

Por Carmen Romero


El problema no es un problema, el problema lo tienen aquellos que creen que el andaluz y su riqueza lingüística es un verdadero problema.

Comienzo con esta frase, frase que puede parecer enrevesada y paradójica en su primera lectura a la vez que vulgar por no ser del todo congruente (por eso aconsejo volver a leerla al finalizar en su totalidad esta lectura) pero también, cita que se me ocurrió tras leer por allí por donde pisaba, me informaba y por doquier me nutría de interés que mi forma de hablar era un problema para mi futuro laboral y prestigio como comunicadora.

Atendiendo en clase, escuchando la radio, viendo la televisión, estudiando y hasta leyendo por ocio y a forma de opio lenitivo o de cualquier forma en la cual pretendía adquirir conocimientos nuevos, mi propio idioma se posicionaba contra mi forma de hablar, como si de un gran muro se tratara. Mi ceceo, mis aspiraciones consonánticas, mis ‘h’ procedentes del prestigioso latín, mi ‘j’ de débil pronunciación, mi ‘s’ implosiva, mis perdidas velares, mi perdida final de la ‘l’ sonante, oral, lateral y alveolar, y para finalizar, ¡mi maldita!, sí, mi maldita y hasta graciosa forma según unos muchos de usar mi dígrafo ‘ch’ relajado, y es que como diría Manu Sánchez »yo no hablo un mal castellano, sino un perfecto andaluz». Y esto es solo un inciso de mi capacidad de hablar un idioma desde una riqueza histórica, genuina y elocuente. Pero yo no dejaré de lado mi honrado andaluz, ya que ‘’un pajaro enjaulado, cuando sale de entre rejas cree que volar es una enfermedad […]’’,  pero yo salí de esa jaula mucho antes de que mi mente acuñara el termino andaluz como estigma, como vulgar bajo el canon de belleza castellano y hasta habla de pobres.

De tu envidia nace mi no ni ná’, sí, ¿ves? tu ‘sí’ es demasiado simple, mi no ni ná’ es poesía. Así lo llamaba mi paisano, el gran Jose María Pérez Orozco, poesía. Creo que no hay nada más rico que esta forma de afirmar rotundamente, y encima, con una paradójica triple negación anafórica. Comunicación paradójica, la comunicación que se contradice a sí misma para al final decir algo que es lo contrario a lo que tú comunicación verbal quiere retratar. De seguro habré expresado mal esta última frase, ya que ni yo que soy andaluza comprendo del todo como se puede decir tanto en tan poco y a la vez de una forma tan enrevesada, lo podríamos llamar entonces La matriz matemática y lingüística del castellano, algo que pocos pueden entender y a lo mejor de ahí viene la envidia de los que nos llaman incultos, de su incapacidad de entender algo que para nosotros es innato.

El padre de la lingüística del siglo XX como fue Froidan de Saussure siempre defendió la idea de que ninguna variación lingüística es mejor o peor que otra.

Termino ya de presumir de riqueza lingüística para preguntarme de dónde viene esto de vulgarizar el andaluz. Podríamos tirar de historia, pero optaremos por darle un toque más sarcástico ya que, después de todo, soy andaluza, la supuesta tierra de folclor y el cachondeo.

La situación actual del idioma español cuenta con la convivencia de una única lengua y una situación plurinormativa que avala la variación diatópica. Cada una de estas normas convive en igualdad de condiciones con la norma peninsular, que se pone de manifiesto en el trabajo conjunto de las Academias de la Lengua para la elaboración de sus materiales de difusión. Contamos, por tanto, con un español estándar policéntrico panhispánico, formado a partir de variedades cultas de todo el ámbito hispanohablante.
Pero, si esto es así, si España tiene una situación plurinormativa, ¿por qué existen estos criterios extralingüísticos?
¿Puede ser por los innecesarios estereotipos? Posiblemente.

El termino estereotipo se puede definir de multitud de formas y así ha sido dependiendo de cada intelectual que lo definía, como pueden ser Lippmann (1922), Mackie (1973), Tajfel (1984) y el más reciente, Myers (2001) entre otros, pero nos quedaremos con la definición del primero.
Lippmann. Para este autor los estereotipos son imágenes mentales que se encuentran dentro de las cabezas de las personas, determinadas por la cultura y entorno del sujeto. Estos estereotipos tienen diversas funciones, y una de ellas es esa forma de hundirnos por decirlo de alguna manera, me explico. Existen diversas funciones de los estereotipos, el primero de ellos podría ser la llamada función defensiva del yo. Por ejemplo, criticarnos porque somos vagos y estamos siempre de fiesta pero en temporada costera la mayoría viaja hasta nuestras playas y fiestas. Un poco contradictoria la forma de pensar y actuar por parte de los que nos etiquetan de vagos pasar sus vacaciones a costa de nuestra tierra y trabajo.

Critican nuestras fiestas pero en abril hay más de uno de Despeñaperros pa‘ arriba bailando sevillanas

Otra de estas funciones es la función de distinción positiva, por ejemplo, la idea de creerse superiores a nosotros, ¿será esto por inseguridad dentro de su favoritismo endogrupal? en vez de decir un rotundo sí, diré no ni ná’.

Y por último, la que más gracia me causa, la amenaza del estereotipo, tachar a alguien porque se sale de El grupo, del grupo de los mejores. Lo mejor sería tener sus cosrumbres y formas de llevar el día a día. Por ejemplo, critican nuestras fiestas pero en abril hay más de uno de Despeñaperros pa‘ arriba bailando sevillanas, más de uno en la puerta del sol comiendo un bocata de chocos pero, ¡qué curioso! esos chocos los han pescado los vagos, los vagos andaluces. Qué paradójico es todo, ¿no creen?

Y es que hasta el mayor de los lingüístas, el padre de la lingüística del siglo XX como fue Froidan de Saussure siempre defendió la idea de que ninguna variación lingüística es mejor o peor que otra. Y más tarde Coseriu el cual defendió al igual esta idea, añadió el llamado habla al estudio bipartito de la lengua y norma de Saussure (recogido en su obra Curso de lingüística general, 1916. Publicada de forma póstuma tras su muerte por tres de sus estudiantes) y aquí es donde nos colocan a los andaluces, en un simple habla, la variedad lingüística con menos prestigio cuando se recurren a criterios extralingüísticos para su jerarquización. Pero la realidad es que el andaluz es una lengua inherente, por lo que no es un habla vulgar ni un dialecto superior ni inferior a ningún otro. Simplemente esta ahí, siendo casi innato a la vez que inentendible para algunos y motivo de risa para otros que no valoran lo que es tener una lengua rica, histórica.

Pero sobre todo, al pueblo andaluz le hace falta memoria, memoria para nunca olvidar de donde viene. Memoria para saber qué pasó un 4 de diciembre. Memoria para saber quien fue García Caparrós, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Miguel Hernández y un largo etc. Memoria porque Andalucía es el sur del norte. Memoria porque queremos el pan y las rosas, pero sobre todo, porque queremos libertad.

5 Comments

  1. Un artículo excelente, tan inteligente como sarcástico. ¡Enhorabuena! Se te han escapado algunas faltillas de ortografía o, mas bien, de tecleo: cuidado con eso, que ya sabes que los Señores Laístas y Loístas nos miran con lupa. No sé muy bien cuánta vinculación tenía Miguel Hernández con Andalucía, pero sí tenemos a Luis Cernuda, Gustavo Adolfo Bécquer, Rafael Alberti, Luis de Góngora o Antonio de Nebrija, más padre del español que muchos que así se llaman.

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