[Opinión] Soledad y anhelo

Por Francisco Gallego

La pobreza nos lleva a mucho estados, el desánimo, la desesperación, la angustia, y un largo etcétera en el que también se encuentra la desconfianza. Cuando se es pobre uno desconfía del Estado para el que se convierte en invisible, siendo una ínfima parte de un mar de números de un presupuesto, o ni eso. Se desconfía del sistema económico, del vil capitalismo que genera riqueza para unos pocos y pobreza para todos los demás, dándonos cuenta al leer la alternativa, de que la batalla de los «ismos» hace tiempo que tuvo un ganador, que se agranda a cada rato, ¡maldito! Se desconfía de los partidos políticos porque todos son iguales, de los intelectuales que nos dan soluciones con su vida solucionada, del artista que lo ve todo desde el prisma del artista, del periodista y su moral. Pero a la mayoría los vemos tras una pantalla, más grande o más pequeña, la apagamos. También los escuchamos por la radio, la desconectamos. Y no se acaba la desconfianza, se agranda, como el daño en el alma que nos provocan los que tenemos más cerca, de ellos también. Desconfiamos del amigo que nos evita por si le pedimos dinero o del que se aproxima más de la cuenta, para estar bien informado para informar. Desconfiamos de la familia, nada de mullido colchón, vuelan puñales con reproches engarzados, pero la familia es la familia, cada uno sabe cual es la suya de verdad, y casi todo tiene arreglo.

Se desconfía tanto, de tantas cosas, de tanta gente, y al final se da cuenta el pobre, en su continuo discurrir a lo largo del inagotable tiempo de esos días interminables, de que está solo, porque desconfiar de todo y de todos nos lleva a eso, a la soledad, esa soledad que se siente hasta cuando uno se encuentra rodeado de gente, de personas que nos agradan, con las que nos sentimos cómodos, nos reímos, nos divertimos, pero en el fondo sabes que se trata del espejismo de un oasis en medio de un constante «que hay de lo mío» de pobres que no saben que son pobres. Y te compadeces, de ellos y de ti mismo ¡QUE INFORTUNIO!

Que infortunio tanta falsa receta para el éxito preconcebido. Ver al rebaño en zafarrancho por los ingredientes es deprimente. Tanto pelear para acabar contentándose con una gallina vieja para caldo, “¡al menos tenemos el cuerpo caliente!” braman. Si la soledad ha sido iluminadora de deprimente pasa a ser asqueroso ¿POR QUÉ NO DESPIERTAN?

Sin pecar de ser un soñador que viva de sus sueños, ¡anhela! ¡anhelo! Una marea roja, que inunde conciencias, que desborde la rabia y no sonrisas con desgana, que infunda valor a muchos y terror a unos pocos.

El pobre que sabe que es pobre y el porqué es pobre no le tiene miedo al cambio. Desconfía de esas perversas recetas que contaminan la mente, desconfía del que intenta convencer con miedo de dar miedo ¡cobardes! Desconfía del mecánico de lo cruel para que siga funcionando eternamente ¡ilusos, todo acaba! Si hasta las estrellas desfallecen en la inabarcable oscuridad del universo.

Y por último, sin pecar de ser un soñador que viva de sus sueños, ¡anhela! ¡anhelo! Una marea roja, que inunde conciencias, que desborde la rabia y no sonrisas con desgana, que infunda valor a muchos y terror a unos pocos. Ahí nos encontraremos y dejaremos de estar solos, porque somos mayoría.

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