Por Jesús Ausín
La comitiva iba recorriendo las calles del pueblo. El joven Cliserio, arropado por sus guardaespaldas, camina despacio pensando en el mitin que en un par de horas debe de dar en la capital. Mientras, el alcalde no para de contarle la cantinela de siempre. Porque todos los pueblos tienen los mismos problemas y todos piden lo mismo. O eso le parece a Cliserio, quien no escucha lo que el alcalde dice, porque no le interesan lo más mínimo las dificultades de ese pueblo de mala muerte, al que ha sido conducido por sus asesores locales del partido en busca del voto.
Llegan al bar del pueblo. Una terraza con sillas de una famosa marca de cerveza y unas mesas colocadas estratégicamente bajo la sombra de media decena de plataneros, presiden la entrada. No hay mucha gente, aunque si la suficiente para llamar la atención. No es habitual ver en el pueblo a cinco tipos trajeados, todos exactamente igual, y además acompañados del bruto del alcalde y menos aún a un político famoso, diputado de actualidad, como joven Cliserio al que reconocen por haberle visto en la tele.
Entran en el bar, piden unos refrescos y un café. Cliserio se dirige a la dueña del establecimiento reclamándole factura de la consumición. Sandalio, un tipo del que destacan sus prominentes cejas y su pelo plateado y espeso, le pregunta despacio y de forma serena si acaso piensa meter el piscolabis como gastos de representación a cargo del erario público. Cliserio se le queda mirando sorprendido y el alcalde acude a susurrarle que Sandalio es uno de esos que están todo el día dándole la matraca con la fosa común que dicen que hay junto a uno de los tramos de la antigua carretera nacional, hoy autovía.
Cliserio, que a pesar de su juventud, tiene el catecismo del partido aprendido, le dice a Sandalio, con una sonrisa tremendamente forzada, estar encantado de conocerle. En un par de horas –continúa- en el mitin de la capital, vamos a realizar un acto en recuerdo de Miguel Ángel Blanco. Si usted quiere, y como me gusta la gente que va de frente, le llevamos para que participe en el evento a favor de las víctimas del terrorismo y luego, cuando acabe, le traemos. Sandalio que también está acostumbrado a lidiar con gentuza de la peor calaña, le pregunta a Cliserio si también se van a recordar a las miles de víctimas del terrorismo franquista.
-Siempre estás igual -le espeta un alcalde subido de tono- . Siempre con tus muertos.
Sandalio, le responde: No. No son mis muertos, sino los tuyos, alcalde. Y también los del joven que te acompaña. Tu abuelo –cuenta Sandalio mirando al alcalde – fue uno de los que iban en la camioneta con el traje de la Falange y la pistola. Tu abuelo, unos días más tarde volvió al pueblo. El mío nunca pudo volver. Tu abuelo, cuando volvió, le quitó a mi abuela todo lo que tenían. La casa, las tierras, dos vacas de labranza y un carro, que aún tienes hoy olvidado en una de tus cocheras con el nombre de mi abuelo rotulado. Mi abuela y sus tres hijos tuvieron que malvivir en una habitación que les dejó una cuñada por pena. Tú vas a ponerle flores al tuyo en el cementerio cuando te apetece. Yo no sé dónde se encuentra el mío, aunque hay muchas posibilidades de que esté en los Tres Robles, junto a la antigua carretera. Así nos lo dijo Celedonio, el marido de la cuñada de mi abuela que les dejó la habitación en la que malvivir, en el lecho de su muerte. Él conducía el camión que tu abuelo le había requisado a Constancio Bueno, que aunque era de los vuestros, se negó a regalaros su medio de vida por las buenas y tu abuelo, le acabó pegando un tiro en la nuca y metiéndole en la fosa con los demás ejecutados. Todos ellos hombres honrados y buenos. Solo uno era lo que vosotros llamáis rojo y el delito más grande cometido por él fue el de sacar a tu abuelo del arroyo en el que se había caído borracho como una cuba y en el que se estaba ahogando. Todos los demás jamás se habían posicionado en favor de la república. Eso sí, todos le habían reclamado al sinvergüenza de tu abuelo, lo que era suyo.
Sentí el asesinato de Miguel A. Blanco, dice Sandalio dirigiéndose ahora a Cliserio, como el que más. Tú y los tuyos, no solo no tenéis ningún apego, ni respeto por su muerte sino que la mancilláis constantemente además de haberla mercantilizado para sacar rédito electoral. ¡Si incluso usasteis fondos recaudados en su nombre para financiar campañas electorales!
Cliserio cogió la factura. El Alcalde pagó las consumiciones y todos montaron en los dos coches oficiales y desaparecieron del pueblo.
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Referéndum
Volar el Valle de los Caídos. Esa es la solución que más me apetecería para poder saldar toda la mugre que ha ido creciendo en este país a consecuencia de la modélica transición que ni fue modélica ni tampoco transición, sino ecdisis. Pero la barbarie solo conduce a más barbarie y lo justo sería sacar los restos del eunuco cobarde, los del pistolero de la falange, cerrar el convento de monjes fascistas y dedicar el monumento civil a los cientos de muertos que allí perdieron la vida picando piedra de forma obligatoria, purgando las penas a las que fueron sometidos, ni siquiera por ser de izquierdas, sino por haber tenido la mala suerte de que el golpe de estado les pillara en zona republicana o simplemente por haber defendido la legalidad vigente.
Ya va siendo hora que en este puñetero país se haga justicia política. Va siendo hora de que todos seamos conscientes de la purga generalizada realizada por el golpista tras la guerra. Y va siendo hora, sobre todo, de que Franco sea, no solo sacado del panteón megalómano que se hizo construir, sino de las instituciones y de la sociedad civil. Ningún país puede olvidar su historia y el Eunuco cobarde es parte de la historia de España (como Primo de Rivera padre o Alfonso XIII). De la historia negra. De ahí a que unos pocos se hayan adueñado de las instituciones, (con la ayuda inestimable de un Partido Socialista Obrero Español cuyo dirigente salido de Suresnes ha demostrado ser un infiltrado) hay un enorme trecho de confrontación, de angustia para muchas familias que siguen sin saber en qué cuneta, en qué fosa común se encuentran sus ancestros, de injusticia y sobre todo de soberbia, tiranía e hijoputez de todos aquellos que siguen viviendo de un régimen con barniz de democracia pero con los mismos mimbres del franquismo.
Si España es una democracia, lo cual llevo poniendo en duda desde hace tiempo en mis artículos, no es posible que sigamos teniendo en la jefatura del Estado a alguien impuesto por el régimen franquista (y no me digan que fue refrendado por la Constitución porque el 70 % de los que habitamos este país no tuvimos oportunidad de hacerlo y gran parte de los que votaron sí, lo hicieron siguiendo los dictados de TVE) y que se obvie la reclamación de parte del pueblo de convocar un referéndum sobre el tipo de sistema político que queremos. Monarquía o República. Esa es la principal cuestión. Tal vez esa decisión no suponga ningún cambio para el país, incluso aunque ganáramos los que queremos una república. Pero vistos los escándalos a los que nos están habituando (es un decir lo de habituar porque las cabeceras de la prensa de papel ignoran el tema con absoluta aquiescencia y en la TV o también se ignora, o se le da la vuelta a la tortilla para que parezca que todo es un complot) al menos la proclamación de la Tercera República sería una especie de antibiótico para una infección que corroe todo el sistema político salido del 78 que incluye al invento de los nacionalfascistas que se autodenominan Ciudadanos.
Ya va siendo hora que en este puñetero país se haga justicia política. Va siendo hora de que todos seamos conscientes de la purga generalizada realizada por el golpista tras la guerra.
España necesita una limpieza total de su corrupción. No es posible que un partido con casi mil imputados por corruptelas, que ha sido sentenciado como responsable a título lucrativo en uno de los casos más escandalosos de corrupción del mundo occidental, con numerosas ramificaciones, no solo siga siendo legal, sino que todavía se permitan el lujo de llamarnos la atención sobre decencia, sobre dignidad y sobre lo que tenemos que hacer para ser españoles de bien. No es posible que nadie, sea lo que sea y tenga el cargo que tenga, esté por encima de la Ley. El artículo 56.3 de la Constitución es claro. El rey es Inviolable, sus actos son siempre refrendados por alguien. Esos actos, no incluyen claramente los de corrupción, de asesinato o cualquier otro tipificado en el código penal, que no sean actos estrictamente políticos. Y por supuesto, si un rey deja de ser rey, automáticamente está fuera del artículo 56 de la Constitución. Y si España no fuera como es, cualquier investigación sobre supuestos hechos delictivos o reprobables de la monarquía, sería buena para la institución por que la transparencia es el mejor de los remedios contra las acusaciones falsas. Claro que también lo es contra las acusaciones que están fundadas y acaban siendo reales.
En el Diario Público, su directora Ana Pardo de Vega ha iniciado una campaña para solicitar un referéndum sobre la monarquía. Os invito a que os unáis a la campaña. La mejor forma de empezar a borrar a Franco de las instituciones es con un referéndum que acabe con su imposición sucesoria. Si sale república bien. Si sale monarquía, al menos la institución (que no las personas) estará respaldada por una decisión estrictamente democrática.
Quienes se oponen a que el pueblo pueda dar su opinión en las urnas, son los que saben que van a perder. Los que han conseguido reconocimiento, poder y riqueza en un régimen latrocrático, no quieren consultas que puedan convulsionar su estatus. Y emplearán todos sus medios, desde sus leyes a sus poderes, para evitarlo.
España es tan gañina y petulante que a aclama y perdona a defraudadores, cohechadores y practicantes de satiriasis si son poderosos, pero critica y castiga severamente sisar y las cornamentas de la plebe.
Salud, república y más escuelas.
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