Por Ricard Jiménez
Portugal, como se esperaba, reeligió a Rebelo de Sousa, a pesar de que la abstención estuvo sobre el 60%, que es el hecho más destacable, pueden esgrimirse dos tendencias marcadas: el auge de Chega! con Ventura a la cabeza y el batacazo del Bloco con su opción más «segura», Marisa Matías.
Rebelo de Sousa venció con un abrumador 60,74% de los votos, así que no habrá segunda vuelta. En segundo lugar, ajustado, y que no fue hasta el último momento de la noche, Ana Gomes, la candidata del PS. Pisándole los talones André Ventura, el ultraderechista que superó los pronósticos augurados. Le siguieron Ferreira del Partido Comunista con un 4’32% y Marisa Matías, que en las presidenciales de 2016 se situó por encima del 10%, lo que significa un traspié magnánimo para el Bloco de Esquerda.
Matías, en la rueda de prensa posterior culpó los malos resultados de las izquierdas a la misma separación de estas y en concreto al PS por no haber constituido una candidatura unida, fuerte y capaz de vertebrar una alternativa. En el contexto se encuentra la posición del Primer Ministro Antonio Costa, del PS, quien en ningún caso enmarañó las elecciones presuponiéndolas como un mero trámite, quizá para evitar la inestabilidad política en pleno auge pandémico, pero, sin duda, la estrategia pudo generarle algún mal trago.
Rebelo de Sousa, aprovechando la situación coptó algún voto socialista, pero el auge de Ventura, de quien hasta ahora ha querido deslindarse, puede traducirse en un viraje discursivo importante para evitar que este termine comiéndole terreno por la derecha.
La excepcionalidad ibérica se rompió en 2019 con la irrupción de VOX en el Parlamento y ahora, con el despunte de Chega!, Portugal se suma al carro de una tendencia esquemática que empieza a extenderse, junto a la caída de la socialdemocracia liberal.
Portugal en este sentido ya está cambiando, «en los últimos meses se ha registrado un aumento muy preocupante de los ataques racistas de extrema derecha en Portugal, lo que confirma que los mensajes de odio están avivando tácticas más agresivas dirigidas contra defensores de los derechos humanos de las minorías raciales», sostiene la organización ENAR. «Ventura está ganando terreno porque dice en público lo que muchos portugueses piensan en privado, pero no se atreven a verbalizar», afirmaba el politólogo António Costa Pinto. Pero, ¿Qué tiene esto de cierto?
Tras conocerse los resultados las redes sociales se hacían eco y mofa de la campaña recientemente utilizada por Marisa Matías para «detener el machismo de la ultraderecha», pintarse los labios de rojo, algo que tuvo repercusión más allá de las fronteras lusas. Esto refleja el triste hecho de la incapacidad de la socialdemocracia liberal a constituir una oposición al sistema y articular una alternativa realista más allá del simbolismo. No queda otra, el «caos». Sin embargo, este «caos» es capaz de proporcionar soluciones, mezquinas, a problemas latentes y uno de ellos justamente es la lanzadera que está aprovechando una derecha que ya se permite sacar pecho en todo lo largo y ancho del continente europeo.
Es indignante, no hay ningún reparo en decirlo, las muertes en el Mediterráneo, pero, ¿cuál es la solución? La apertura de las puertas de Europa, de par en par, no supone un remedio al problema, ni para esas mismas personas, ni de la raíz del asunto. De hecho, aunque suene moralmente menos reprobable, es una posición hipócrita. «Van de almas bellas que se sienten superiores en un mundo corrupto mientras en secreto participan de él: necesitan este mundo corrupto, pues es el único terreno en el que pueden ejercer su superioridad moral», escribía Zizek al respecto, y eso, las derechas, lo están sabiendo aprovechar en tiempos de crisis.
No, el problema en Portugal no es, una vez más, que la gente sea estúpida o no sepa votar, se trata de una razón pragmática y esto a su vez está arrastrando a toda la panoplia política a escorarse a la derecha, porque está siendo el único lugar en el que la gente está encontrando soluciones, y repito, mezquinas.
En el país luso, además, pese a la victoria de Rebelo, el PSD vive un momento de incapacidad política para configurar alternativa al Partido Socialista en unas legislativas, tanto así que Chega! puede postularse como única alternativa claramente disruptiva. Esto no es un debate novedoso, puesto que ya se habla de un reajuste de la derecha lusa.
Hoy en día la izquierda, tras un abandono de ciertos postulados y posiciones ideológicas, pretende constituir «revoluciones sin sujeto», procedentes de una «multitud» indeterminada. ¿Quién es esa multitud? Matías anoche aludía a una conjunción de aquella gente que luche por «lugares comunes», algo que no es la primera vez que se oye. ¿Quién puede querer encontrar un bienestar de lo común? Responder a esto es demasiado complejo para aquellos que destilan colonia afrancesada, puesto que la indefinición de esta multitud «en lucha» perpetúa la ficticia idea de igualdad como ente ciudadano y ciudadana, que le es impropio al capital, pero que mediante el Estado liberal permite revertir esta situación.
Por otro lado y volviendo a la particularidad de los resultados de las presidenciales portuguesas, el otro punto a tratar es el «sorpaso» de João Ferreira del PCP al mismo Bloco. La diferencia fue mínima, pero el candidato supo ver que «esta candidatura perdurará» y «resolver los problemas del país y del pueblo será una cuestión decisiva en los próximos cinco años».
Es cierto también que la campaña electoral de Ferreira fue cohibida, pivotando en la defensa de la Constitución existente, pero una vez postulado como la alternativa, aunque lejana, de izquierdas tocará comenzar a hablar de cosas incómodas, que ya están en la realidad, falta situarlas en la agenda política, cuestiones desagradables que sean capaces de desenlazar soluciones eficaces.
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