Sin duda, todo lo que sucede en Cataluña se puede catalogar de histórico, tanto en un sentido positivo como negativo, siempre desde el prisma que cada uno quiera utilizar para analizar los hechos. España no será lo mismo desde ayer, 6 de septiembre de 2017, día en el que el Parlamento catalán ha aprobado la Ley de Referéndum del 1 de octubre de una manera, cuando menos, peculiar y polémica. Y todo será también muy diferente desde el 1 de octubre, bien porque se celebre dicho referéndum y se inicie el pulso Generalitat-Estado español, bien porque no se celebre y la situación del Govern frente a sus votantes sea muy incómoda, después de tanta promesa difícilmente sustentable con la realidad jurídica actual, pero que se convirtió en la esperanza de miles de catalanes que aspiran a una nueva situación como nación y como república.
Y en este punto es en el que me gustaría centrar este artículo, en el de las personas a las que afecta cada decisión, cada declaración, cada gesto que hacen nuestros políticos desde su egocentrismo y su interés por hacer valer su “verdad” sobre las “verdades” ajenas y contrarias. Estamos en un país en el que se parte de la base de que el bien común se puede lograr desde posiciones extremas que sólo apoyan unos pocos. Y es igual que esos pocos sean los ocho millones de votantes del PP (que sí, que son pocos frente a los 50 millones de españoles) o ese más o menos 50% (dependiendo de las fuentes) de catalanes que se supone que votarán SI en la consulta sobre la independencia. El bien común sólo tiene sentido si se logra con el acuerdo de las fuerzas que nos representan en las instituciones. El bien común no puede ser común si no se logra en común. Y tanto la postura de los llamados partidos constitucionalistas como la de los independentistas son todo lo contrario a la búsqueda de dicho bien común.
Pero este juego sin reglas previas se les está yendo de las manos. El enfrentamiento civil es inevitable porque los ánimos están crispados y porque los que tienen que apagar los fuegos son los que más gasolina están echando. Saben de su influencia y la utilizan contra el otro
Una de las frases más acertadas que se han podido escuchar sobre Mariano Rajoy y su partido es que son una fábrica de independentistas. Cada declaración que hace sobre el asunto es un motivo más para abrazar el separatismo, ya que obvia e incuso desprecia la identidad de Cataluña como nación y la singularidad que la caracteriza, tanto por su idioma, su cultura y su historia, como por su actual realidad política. El PP tiene una presencia poco más que anecdótica en Cataluña, mientras que el nacionalismo y los nuevos partidos han podido conformar una mayoría que les permite gobernar y traernos a la actual situación. Al tiempo, dichas formaciones nacionalistas son una clara minoría en el escenario estatal. Cada uno de ellos se mueve con torpeza en los terrenos ajenos, y eso les lleva a sostener posturas extremas, a veces excesivamente extremas, para poder mantener el respaldo de sus respectivos votantes. Porque esa es su única preocupación, la de los unos y la de los otros. El bien común, el que debería de llevarlos a una mesa en la que tratar el tema con cordura y moderación, está ausente de las intenciones reales de todos. El PP necesita corregir su tendencia descendiente de los últimos comicios y esconder su corrupción; Pedro Sánchez debe de demostrar que no fue un error su reelección, tanto para arañar votos de izquierda que fueron hacia Podemos como para convencer al ala más conservadora de su partido de que no es ningún peligro; Ciudadanos quiere hacer valer su origen catalán para representar la postura conservadora del conflicto desde la sensibilidad de su tierra, y los independentistas han unido sus fuerzas desde posturas tan poco afines como las de la CUP y Junts pel Si, ya de por sí formado por partidos con ideologías muy distantes, con el objetivo de hacer valer a cualquier precio unas aspiraciones independentistas que hace diez años sólo apoyaba un 15% de la población catalana, y que ahora parecen más fruto de la mala actuación del gobierno central que de una verdadera aspiración de la sociedad. Si el proceso fracasa ahora… ¿con qué cifras se enfrentarán en sólo un año? ¿Han consolidado el apoyo que creen tener ahora o acciones como la de ayer en el Parlament sirven para que los menos convencidos vuelvan a posturas más cercnas a los constitucionalistas? ¿Es el independentismo torpe y con prisas una fábrica de anticatalanistas?
La única consecuencia inmediata de estas ambiciones poco altruistas es la división que se está produciendo en la sociedad. Los españoles imitamos a nuestros líderes, y eso se suma a la nefasta tendencia que tenemos a sentirnos obligados a elegir entre dos opciones. Rojos o azules, del Madrid o del Barsa, católicos o ateos… Utilizamos los mismos argumentos que los políticos, los mismos insultos, las mismas acusaciones, ponemos el mismo énfasis… y no nos damos cuenta de que ellos nos importan a nosotros mucho más que nosotros a ellos. Los miramos, los escuchamos, los tenemos en cuenta, mientras nuestros políticos ni nos ven ni nos oyen jamás. Sólo nos tienen en cuenta para pedirnos votos, y hasta en esos momentos les obedecemos. Y ya nos estamos posicionando en función de sus consignas. Porque si… nos dan consignas y las seguimos. Para eso están los informativos, la prensa y los programas de debate. Y si eres independentista ya estás del lado del terrorismo yihadista para unos. Y si eres contrario al referéndum es que nunca fuiste demócrata y esperas a la venida de la resurrección de Franco para los otros. Entramos en su juego porque necesitamos que alguien nos diga cómo se juega. Pero este juego sin reglas previas se les está yendo de las manos. El enfrentamiento civil es inevitable porque los ánimos están crispados y porque los que tienen que apagar los fuegos son los que más gasolina están echando. Saben de su influencia y la utilizan contra el otro. Se chantajean con nuestros sentimientos patrios y nos utilizan como antes han utilizado a las víctimas del terrorismo o a los muertos de incendios e inundaciones.
Y el tiempo pasa siempre en nuestra contra, porque las consecuencias finales de este proceso, sea cual sea su final, es que la diferencia se convertirá en odio, y el odio en violencia. Porque la historia de España se enseña en las escuelas, pero nadie la ha aprendido para nuestras vidas y la repetiremos en cada ocasión que se nos presente.
Cuando lo nuevo no termina de llegar y lo viejo no acaba de morir en ese intervalo aparecen SIEMPRE los monstruos, ya sabes es una buena frase de Gramsci, ¿como se puede esperar? que ante el inmovilismo del franquismo gobernante y del nada despreciable sociológico, la aparición de algo nuevo no nos traiga turbulencias, a nadie nos gustan demasiado, pero son inevitables y diría que necesarias, ningún avance hacia un futuro mas democrático cae solicito como las frutas maduras y menos en este país en que los partidos del turnismo,hasta sabiendo perfectamente muchos, no todos, que los dos eran policías, no sabiamos a veces cual era el polibueno y cual el polimalo, porque el polibueno era mas educadito, pero traidor profesional.
No quedaba pues mas remedio que pegarle una patada a las patas de la mesa y aun no se hecho mas que empezar, pero como dice el Sr. Codina mas arriba, donde mejor lo llevamos es en CAT, solo de pensarlo y soñarlo nos entra una felicidad hasta desmesurada, pero ¡¡que le vamos a hacer¡¡ de ilusión también se vive y vamos procurar que cristalice en algo que valga la pena, otros compatriotas no están tan ilusionados muchos de ellos porque temen cualquier novedad en parte producto del bombardeo de miedos que le llueve del PP con sus poderosos falsimedios, básicamente sus teles manipuladoras, pero si tuviesen un mínimo de seguridad en que las cosas iban a discurrir en medio de cierta tranquilidad el independentismo rozaría el 75%, un independentismo que no son fronteras, yo siempre digo que mas o menos queremos ser igual de independientes que Portugal¡, ni mas ni menos y por poner un ejemplo próximo que indirectamente debe la independencia a los catalanes que entretenían a las tropas del borbón y no consiguieron las pocas que quedaban vencer a los portugueses. Lo que es la vida :-))
Que poco conocéis a los catalanes, a nosotros ya no nos crispa nada, nosotros hacemos una fiesta democrática, quien quiera crispación no la encontrará, mirad como reacciona la gente ante las últimas acciones de la guardia civil, si es que os dejan verlo los médicos españoles.