Con la llegada del llamado «Eurocomunismo» en la década de los 70, las corrientes ortodoxas acusaron a los eurocomunistas de traición y de abandonar el marxismo.
Por Eduardo Montagut
El eurocomunismo fue una tendencia política del comunismo de Europa occidental que pretendía ser una alternativa al poder hegemónico del comunismo soviético, para construir un socialismo en libertad, y que nació en la década de los años setenta.
El eurocomunismo rechazaba el sistema de partido único, aceptando la democracia occidental multipartidista. El eurocomunismo debe mucho a la figura del político y líder comunista italiano Enrico Berlinguer, que empleó el término en 1976. Berlinguer buscaba ampliar la base electoral del PCI para conseguir una mayoría social. En todo caso, ya desde finales de los años sesenta el comunismo italiano se había distanciado mucho de Moscú. No olvidemos que el PCI, junto con otros partidos comunistas, condenaron la invasión soviética de Praga. En 1975, el PCI y el PCE hicieron una declaración sobre la construcción de un socialismo en paz y libertad, y al año siguiente el propio Berlinguer se atrevió a hablar en Moscú de la pluralidad, aunque avisó que era un socialismo que solamente parecía posible en Italia, o como interpretamos, en Occidente.
Berlinguer contó con la colaboración de los otros dos principales partidos comunistas occidentales, el francés con Georges Marchais y el español, liderado por Santiago Carrillo. En este sentido, fue fundamental la reunión en Madrid en marzo de 1977, donde se oficializaron las ideas del eurocomunismo. En realidad, creemos que la legalización del PCE en España, al poco tiempo, tiene que ver con esta aceptación del eurocomunismo. En todo caso, en España, como en Cataluña no todos los comunistas del PCE y del PSUC, respectivamente, estuvieron de acuerdo en adoptar esta nueva línea, y ahí estarían las escisiones del PCPE y del PCC.
La idea expresada de Berlinguer en Moscú, y que hemos indicado más arriba, nos ofrece la clave del eurocomunismo. El político italiano, como gran parte del comunismo francés y español, entendieron en ese momento que el modelo de revolución socialista era casi imposible de alcanzar en Europa occidental. En el caso español parecía más evidente en esos momentos de Transición, donde se apostó por la consolidación democrática sin llegar a la ruptura. Los partidos comunistas occidentales debían realizar un cambio en sus estructuras para alcanzar ese objetivo de ser partidos de masas, olvidando la idea leninista del partido de cuadros como vanguardia en la revolución, aunque el eurocomunismo nunca renegó del concepto de revolución, pero sí de la táctica política diseñada por el ruso, y de las ideas y teorías del partido único y la dictadura del proletariado, potenciando el principio democrático.
El principal problema del eurocomunismo se plantearía sobre si estos cambios podían permitir seguir definiendo a estos partidos como comunistas, o si se habían convertido en defensores de ideas socialistas o socialdemócratas. El comunismo ortodoxo siempre acusó a los eurocomunistas de traición, de abandonar el marxismo.
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